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São Paulo ayuda a las personas refugiadas a integrarse en Brasil

Historias

São Paulo ayuda a las personas refugiadas a integrarse en Brasil

La ciudad más grande de las Américas no solo acoge a personas refugiadas y migrantes, sino que también las ayuda a encontrar empleo y recuperar su autosuficiencia.
17 Diciembre 2018 Disponible también en:
São Paulo: La ciudad más grande de las Américas no solo acoge a personas refugiadas y migrantes, sino que también las ayuda a encontrar empleo y recuperar su autosuficiencia. Más del 50% de los refugiados en el mundo vive en áreas urbanas. Las alcaldías y administraciones municipales son clave para asegurar una respuesta a las personas desplazadas.

Johnny José González empuja su carretilla a través del almacén de Doxs, una empresa de logística situada en la ciudad de Guarulhos, a las afueras de São Paulo. Llega hasta un palé de madera cargado de cajas de cartón llenas de bombillas y bombea el asa del carro para levantar la mercancía lo imprescindible para asegurarla con un gran rollo de plástico; después lo lleva todo a uno de los camiones de la empresa.


Este venezolano de 50 años, que antes era propietario de una empresa de construcción, lleva cinco meses trabajando como asistente de almacén: el primer trabajo que tiene desde que llegó a Brasil hace ocho meses con su hijo y su yerno. Los tres hombres llegaron en autobús desde Cumaná antes de continuar hacia Boa Vista, donde acuden la mayoría de personas venezolanas que vienen a Brasil en busca de cobijo, alimento y trabajo.

“Venezuela se está viniendo abajo”, explica. “No hay trabajo, ni comida, ni medicinas. Tuve que vender todo lo que tenía (mi casa, mi automóvil) para poder llegar hasta Brasil y cuidar de mi familia. No me quedaba otra elección”.

El flujo de personas refugiadas y migrantes que llegan a Brasil procedentes de Venezuela ha aumentado de manera exponencial en los últimos años, hasta alcanzar casi 200.000 llegadas desde comienzos de 2017. De estas personas, más de 100.000 han continuado su camino y unas 98.000 han permanecido en el país; se estima que a diario se producen 500 nuevas llegadas.

Los albergues de Pacaraima y Boa Vista se llenaron pronto con esta ola, lo que motivó que el gobierno federal buscara nuevas soluciones que permitieran ayudar a más personas que cruzaran la frontera procedentes de Venezuela, así como dar a las que ya se encontraban en el país la oportunidad de iniciar una nueva vida en distintas ciudades brasileñas.

São Paulo se sitúa en la vanguardia de esta iniciativa que ya ayudó a 3.184 venezolanos reubicados en 28 ciudades brasileñas. Esta megalópolis, famosa por su diversidad tras décadas acogiendo personas refugiadas e inmigrantes, es hoy hogar de 532 venezolanos llegados de la mano de la colaboración entre el gobierno municipal, su homólogo federal y ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados.

“Tanto las empresas como las personas refugiadas aprovechan la oportunidad para crecer y desarrollarse”

Cuando González llegó a São Paulo por primera vez le ofrecieron una cama en un albergue del barrio de San Mateo, donde el gobierno municipal se había preparado para recibir a poco más de 200 hombres venezolanos. Ahora el albergue acoge a 164 gracias a programas municipales diseñados para que los recién llegados recuperen su independencia mediante clases de idioma y trabajo, proporcionándoles lo que necesitan para que se instalen en sus propias viviendas y dejen espacio para otros que quieren empezar una nueva vida en São Paulo.

Doxs contrató a González después de que éste se inscribiera en el programa Trabalho Novo (Trabajo Nuevo), que ya ha ayudado a encontrar trabajo en São Paulo a unas cien personas procedentes de Venezuela. Él es uno de los 74 que ha podido dejar el albergue y alquilar su propia vivienda.

“Demuestra que la mejor manera de ayudar a una persona en situación de refugio es darle un trabajo para que desarrolle su propia autonomía”, cuenta Felipe Sabará, Secretario de Desarrollo y Asistencia Social de São Paulo, de quien depende el programa Trabalho Novo. “Y hemos recibido comentarios muy positivos de las empresas que contrataron personas refugiadas procedentes de Venezuela. Tanto las empresas como las personas refugiadas aprovechan la oportunidad para crecer y desarrollarse”.

São Paulo no es la única ciudad que lucha por ayudar a los 25,4 millones de personas refugiadas que se estiman en el mundo, en torno al 60% de las cuales no viven en campamentos sino en ciudades y áreas urbanas de las Américas, Europa, Oriente Medio, África y Asia.

Una creciente red mundial de ayuntamientos está optando por dar la bienvenida a los refugiados y a las oportunidades que vienen con ellos. Desde programas dirigidos por personas refugiadas en Viena hasta mercados laborales abiertos en Erbil, estas Ciudades de Luz están brindando a los refugiados la oportunidad de aplicar sus talentos y ser parte del tejido social.

Alcaldes, autoridades locales, empresas sociales y grupos de ciudadanos conforman la primera línea de la respuesta mundial a las personas refugiadas, al tiempo que fomentan la cohesión social y protegen y asisten a personas desplazadas por la fuerza.

El 18 y el 19 de diciembre, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados Filippo Grandi acogerá el undécimo Diálogo del Alto Comisionado en Ginebra, que este año se centrará en la protección de las personas desplazadas urbanas.

Entre los obstáculos que enfrentan los refugiados y las refugiadas recién llegados a São Paulo se encuentra el idioma, algo que la ciudad está tratando de superar. Portas Abertas (Puertas Abiertas) es un programa que ofrece clases de portugués para personas refugiadas y migrantes recién llegadas, sean de la nacionalidad que sean.

“Si no fuera por estas clases, no tendría mi negocio”

Eyad Mohamed Dabour, refugiado palestino e ingeniero computacional, huyó de Libia hace cinco años con su mujer y sus hijos. Estas clases le han permitido sentirse parte de la comunidad en la que vive y le han aportado las destrezas necesarias para abrir un negocio de paisajismo.

“Las clases que me proporcionó el ayuntamiento son las mejores que he recibido”, cuenta Dabour, que trabajó durante 18 años como profesor en el sector de las TIC. “Las imparten verdaderos profesores cualificados y los grupos no son demasiado grandes. Ahora puedo hablar con mis empleados y con mis clientes. Si no fuera por estas clases, no tendría mi negocio”.

González, ingeniero civil, está más que cualificado para trabajar en el almacén de la empresa. Espera poder ascender dentro de Doxs, algo que esta empresa anima a hacer a todos sus empleados, en especial los llegados en condición de refugiados. En Doxs trabajan también otros dos venezolanos y un haitiano, todos empleados a través del programa Trabalho Novo.

Pero para González Doxs es mucho más que un lugar de trabajo. Si bien su sueldo le permite mantenerse en Brasil y enviar dinero a su mujer, hijos y nietos en Venezuela, con quienes espera poder reunirse en São Paulo en los primeros dos meses del año nuevo, este trabajo le ha permitido además ser parte de una comunidad.

Cuando empezó a trabajar, González tardaba tres horas en llegar desde el albergue en San Mateo hasta el puesto de trabajo en Guarulhos. Era un trayecto agotador, de modo que ya estaba muy cansado en el momento de empezar su turno a las 8:00. Pero sus compañeros de trabajo encontraron una solución.

Uno de ellos sabía de una vivienda cercana que estaba disponible para alquilar. González no se la podía permitir por sí solo, de modo que comparte el costo con José Alberto Sucre Bello, otro venezolano que trabaja en Doxs, y con su yerno, que trabaja en la cocina de un hospital. Ahora el trabajo está a solo un paseo de veinte minutos.

El venezolano Johnny José González descargando la mercadería de un camión junto a su supervisor brasileño Everton Freitas en el centro logístico DOXS de Garulhos, en el área metropolitana de São Paulo.

Pero sus compañeros no se detuvieron ahí. Aunaron fuerzas para ayudar a González y a Bello a amueblar su nuevo hogar, donando cada uno algo que les hacía falta: desde una nevera o una cocina hasta colchones, una mesa y sillas. También han entablado nuevas amistades que les ayudan: los zapatos que lleva González son regalo de un vecino.

“No esperaba estas bendiciones, recibir tanto afecto y apoyo”, cuenta González. “Aquí en Brasil me encontré con una familia”.

Pero los amigos y compañeros brasileños de González y de Bello insisten en que ganan mucho más por el hecho de trabajar con ellos de lo que hayan podido dar.

“Creo que, como empresa, aprendimos más de ellos que ellos de nosotros”, cuenta Everton Freitas, que trabaja estrechamente con González y Bello como encargado de operaciones en Doxs.

“Todos los días aprendemos algo nuevo de ellos”. Nos enseñan cosas sobre su cultura, a ser proactivos. Comparten muchas cosas con nosotros y eso nos hace mejores”.


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