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Personas desplazadas se unen a los esfuerzos de adaptación al cambio climático en Mozambique

Historias

Personas desplazadas se unen a los esfuerzos de adaptación al cambio climático en Mozambique

Con la ayuda de ACNUR, las personas refugiadas y desplazadas internas afectadas por los ciclones están construyendo nuevos hogares que puedan resistir los impactos del cambio climático.
10 Noviembre 2022 Disponible también en:
Trabajadores construyen una nueva casa para una familia desplazada cuyo alojamiento fue gravemente dañado por el ciclón Gombe en marzo.

“¡Nunca había experimentado vientos y lluvias tan fuertes en mi vida!”, susurra Patrício Alberto Mponda, de 56 años, al recordar el suceso que aún le traumatiza a él y a su familia.


El 11 de marzo de 2022, el ciclón Gombe tocó tierra en la costa de Mozambique, antes de desplazarse hacia tierra y dejar un rastro de destrucción en las provincias de Nampula y Zambezia. Los vientos alcanzaron los 190 kilómetros por hora, derribando franjas de casas, escuelas, carreteras y puentes, e inundando las tierras de cultivo. Los frágiles alojamientos que albergaban a las personas refugiadas y desplazadas no tuvieron ninguna posibilidad de resistir la ferocidad de Gombe.

El tejado de la casa de Patrício en el asentamiento de Corrane para personas desplazadas internas en la provincia de Nampula se desprendió y cayó en el patio, y las paredes de barro empezaron a desmoronarse y a derrumbarse. “Mi esposa Anastasia y nuestros nueve hijos se quedaron mirando atónitos lo que estaba ocurriendo”, cuenta Patrício. “En pocos minutos, nos quedamos a la intemperie”.

Sus vecinos les ofrecieron acogerlos en su casa, y ahí se quedaron durante una semana mientras construían un alojamiento provisional.

Muchos otros alojamientos en el asentamiento de personas desplazadas de Corrane y en el de las personas refugiadas de Maratane, también en la provincia de Nampula, sufrieron graves daños esa noche.

Mozambique es uno de los países más vulnerables al cambio climático. En los últimos años, los cambios en los comportamientos meteorológicos han hecho que los fenómenos meteorológicos extremos, como ciclones, tormentas tropicales, inundaciones y sequías, sean más frecuentes e intensos. En marzo de 2019, el ciclón Idai, golpeó Mozambique, así como Malaui y Zimbabue, seguido en abril por el ciclón Kenneth. Unas 250.000 personas fueron desplazadas y 650 murieron.

Este año, incluida la tormenta tropical Ana y el ciclón Gombe, el país ha enfrentado cinco tormentas tropicales y ciclones. Solo el de Gombe afectó a 736.000 personas.

Además del impacto devastador de las catástrofes climáticas, Mozambique se enfrenta a un importante conflicto librado por grupos armados no estatales en su provincia septentrional de Cabo Delgado, que ahora se ha extendido a las provincias vecinas, incluida Nampula. La violencia ha desplazado a cerca de un millón de personas desde 2017.

La aldea de Patrício en Cabo Delgado fue atacada tres veces por grupos armados. “Las dos primeras veces, huimos al monte y volvimos a nuestras casas después de que lo hubieran saqueado todo”, recuerda.

Durante el segundo ataque, en abril de 2020, el sobrino de Patrício, de 22 años, fue asesinado a tiros y su hija de 24 años fue secuestrada. Desde su secuestro, no ha tenido noticias de su paradero.

“Durante el tercer ataque, en julio de 2020, quemaron 70 casas, incluida la mía, y decapitaron a algunas personas. No tuvimos más remedio que huir para salvar nuestras vidas. Acabamos aquí, en Corrane”.

Los sucesivos acontecimientos desastrosos han causado estragos en la salud mental y el bienestar de Patrício. Sin embargo, recientemente, él y su esposa han ayudado a construir una casa nueva y más resistente para su familia como parte de un proyecto apoyado por ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, y su socio Cáritas.

El proyecto involucra activamente a las personas desplazadas en el diseño, la construcción y el refuerzo de sus nuevas casas contra las condiciones climáticas extremas. Preparan el barro utilizado para las paredes y a menudo ayudan a los trabajadores a completar el tejado. Este enfoque les da un sentido de propiedad y las habilidades para reconstruir o reparar cualquier daño en el futuro.

“Creamos un alojamiento con techos sobresalientes a su alrededor para poder soportar vientos huracanados”, comenta Armando Macave, Oficial de Alojamiento de ACNUR. “También mejoramos la estructura del propio alojamiento”.

Explica que las nuevas casas están construidas con madera y bambú de origen local, reforzadas con cuerdas recicladas de neumáticos viejos, y láminas de zinc para los tejados. Hasta ahora se han construido unos 300 de los nuevos alojamientos en Corrane, con planes de construir otros 250 para finales de año. Se necesitan más fondos y apoyo para poder construir más alojamientos para las personas desplazadas afectadas por el clima extremo.

En los próximos meses, se utilizará un enfoque similar para construir nuevas viviendas para las personas refugiadas y la comunidad de acogida circundante en Maratane. El asentamiento, que acoge a unas 9.300 personas refugiadas, principalmente de la República Democrática del Congo y de Burundi, también fue devastado por el ciclón Gombe, con el 80 por ciento de los alojamientos dañados, y algunos completamente destruidos. Miles de personas de la comunidad local también se vieron afectadas.

“Fue realmente trágico”, señala Dorotea Ndahisenga, refugiada burundesa de 35 años. “En cuestión de minutos, ya no teníamos casa. El tejado se derrumbó justo después de haber llevado a mis siete hijos a un lugar seguro. Fue como escapar de un conflicto. Los niños lloraban; me sentía muy sola e impotente. Mi esposo me dejó a principios de año y no había nadie en quien pudiera confiar”.

Dorotea y sus hijos encontraron refugio a corto plazo en la casa de un vecino y luego en un alojamiento desocupado, pero esperan mudarse a una nueva casa que la iglesia del campamento está ayudando a construir. 

“No sé cuál es nuestro futuro”.

A pesar de tanta ayuda, cada día es una lucha para Dorotea. “Cultivo patatas en una pequeña parcela propiedad de un mozambiqueño. Mis cultivos fueron destruidos cuando Gombe golpeó, pero limpié los destrozos y volví a plantar. Ahora vuelvo a tener patatas”.

Dorotea vende sus productos a otras personas refugiadas y utiliza los ingresos para comprar otros alimentos, pero aún no es suficiente. “Estoy sola con siete hijos y no sé cuál es nuestro futuro. Ojalá podamos mudarnos pronto a nuestra nueva casa, que se sentirá como un hogar”.

La crisis climática ha amplificado la vulnerabilidad de las personas refugiadas y desplazadas como Patrício y Dorotea, que ya tenían dificultades para encontrar comida, alojamiento, seguridad y trabajo. A pesar de ello, están decididos a estar preparados la próxima vez que ocurra un desastre.

“Estoy muy contento de poder mudarme pronto a una nueva casa, y también estoy muy satisfecho con todo el proceso de haber ayudado a construirla”, asegura Patrício. “Cuando comparo el alojamiento anterior con este, el nuevo es mucho mejor. Sé que me sentiré más seguro en esta casa, en caso de que haya nuevos ciclones o tormentas tropicales. Lo que necesito ahora es un pedazo de tierra para cultivar mis propios alimentos y ser independiente”.