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Violencia y xenofobia amenazan acceso a la educación en Ecuador

Historias

Violencia y xenofobia amenazan acceso a la educación en Ecuador

Para jóvenes desplazados de Venezuela como Gloria* y Ernesto*, el acceso a la escuela – un santuario ante las dificultades diarias – está siendo amenazado por el incremento reciente de la violencia criminal.
20 Marzo 2024 Disponible también en:
Dos niñas y un niño ríen mientras comen un postre en vasos transparentes de plástico

Ernesto*, venezolano de 11 años, disfruta de un postre con sus amigas durante una sesión extraescolar para niñas y niños refugiados y locales en Otavalo, Ecuador.

Gloria Fernández*,18, sacudía su pierna impacientemente mientras esperaba su turno para usar el teléfono celular que compartía con sus hermanos para sus tareas de la escuela. Eran las 10 de la noche y debía enviar una tarea importante antes de su graduación.

“Tenemos que alternar entre nosotros para que cada uno tenga un turno para hacer todas nuestras tareas. A veces, nos toca quedarnos hasta las 11 de la noche para terminar los deberes”, comentó Gloria, quien tuvo que salir de Venezuela con su familia hace dos años. Ahora vive en Guayaquil, una ciudad portuaria al sur de Ecuador.

Gloria y sus hermanos estaban estudiando de manera remota. Pero a diferencia de 2020 cuando la razón era la pandemia por COVID-19, el cierre reciente de las escuelas se dio por el incremento de la violencia y la declaración de la existencia de un conflicto armado interno en Ecuador a inicios de este año para combatir la delincuencia rampante. Gloria y sus compañeros de clase temían que no iban a poderse reunir para la graduación a principios de marzo.

“Es difícil para ellos quedarse en casa, pero yo agradezco que están en casa y a salvo”, señaló Gertrudis Osorio*, la mamá de Gloria. Ella describía tener que esperar hasta que cada uno hiciera el recorrido de una hora desde la escuela antes de que suspendieran las clases, y cómo los minutos se convertían en horas mientras rezaba para que nada les pasara.

En primer plano una joven sonríe mientras atiende clase, al fondo otros jóvenes en la misma aula

Gloria Fernández* (esquina inferior derecha), de 18 años, asiste a clase en Guayaquil, Ecuador, a finales de 2023, antes de que su escuela fuera cerrada temporalmente debido a la violencia criminal desenfrenada que azotó el país a principios de este año.

“Cuando llegamos de Venezuela hace dos años, nunca pensamos que las cosas se pondrían así aquí. Ahora tenemos que enfrentarnos al miedo de que algo nos pase e intentar trabajar para poder darles a nuestros hijos un mejor futuro”, añadió Gertrudis.

Violencia rampante

Ecuador ha experimentado un incremento en la violencia en los últimos años, en su mayoría alimentado por las disputas entre grupos criminales en el país. La violencia se ha convertido en algo habitual en muchas comunidades, incluidas las que acogen al más de medio millón de personas refugiadas y migrantes acogidas por Ecuador.

De acuerdo a un diagnóstico participativo hecho por ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, en 2023 las personas refugiadas y migrantes sienten cada vez más miedo, particularmente de la violencia que afecta a niñas y niños. Muchos han optado por quedarse en sus casas, dejar de trabajar o evitar enviar a sus hijas e hijos a la escuela, mientras que otros han considerado mudarse a lugares que les parecen más seguros. En el último año, el número de niñas y niños venezolanos registrados en escuelas de Ecuador se ha reducido a la mitad, en su mayoría debido a reubicaciones internas y externas por diversos motivos, incluyendo al violencia.

El desplazamiento de personas ecuatorianas también ha incrementado significativamente, con más de 57.000 que cruzaron el Darién solo en 2023 y un total de 46.000 solicitudes de asilo de personas ecuatorianas en el mundo. Tres de cuatro personas ecuatorianas entrevistadas por ACNUR en Panamá después de haber cruzado el Darién citaron la violencia y la inseguridad como razones para irse de su país.

Ahora, una generación entera de jóvenes teme por sus futuros y su salud mental, mientras sus familias enfrentan a presiones financieras y sociales a raíz de la violencia.

Un joven y una joven posan para la foto vistiendo uniforme escolar

Gloria ha hecho muchas amistades desde que llegó a Ecuador desde Venezuela en 2022, entre ellas Emanuel, de 17 años, estudiante ecuatoriano y aspirante a abogado.
 

“Pasan muchas cosas afuera y muchas veces [tuve] miedo caminando hacia y desde la escuela, especialmente cuando terminábamos tarde”, compartió Gloria. “Pero lo que sí hizo la diferencia para mi aquí fue el apoyo que encontré aquí y las amistades que he hecho en la escuela en estos dos años”.

Para personas jóvenes y desplazadas como Gloria, la escuela se convirtió en ese lugar para crear una red en la que sentía segura, a pesar de la violencia en las calles. “Una vez, mis compañeros de clase me preguntaron por nuestra situación, como no podíamos pagar el bus o los útiles de clase. Y, de repente, recolectaron algo de dinero y unos útiles para mí”, recordó con una sonrisa.

Luchar contra la discriminación

Aunque Ecuador tiene una política generosa que permite a niñas y niños de cualquier nacionalidad asistir a la escuela, la falta de recursos para materiales y uniformes, así como la discriminación y la xenofobia, suponen barreras adicionales para que se integren, prosperen y terminen su educación.

ACNUR y sus socios trabajan directamente en comunidades y escuelas en todo el país para apoyar a familias en condiciones de vulnerabilidad. Una de las iniciativas – implementada en más de 250 escuelas desde 2019 – se llama Respiramos Inclusión. A través de esta metodología, estudiantes y docentes exploran los conceptos de la identidad, diversidad, justicia y cambio social para poder contrarrestar los prejuicios y la discriminación. Además, con juegos y actividades comunitarias busca abordar la xenofobia.

“Ir a la escuela no es solamente la parte académica. Es también esta posibilidad de que las niñas y los niños interactúen con otros, con pares, que se inserten en la sociedad”, señaló Ismenia Íñiguez, Asistente Principal de Educación de ACNUR. “Invertir en la educación de niñas y niños refugiados y ecuatorianos se traduce en una inversión en las comunidades en donde conviven. Al final, significa que el círculo de protección se expande más”.

En lugares como Otavalo, una ciudad andina en la Provincia de Imbabura al norte de Ecuador, ACNUR y socios complementan esta metodología con Campeones Comunitarios, un programa extracurricular en el cual niñas y niños refugiados y ecuatorianos se juntan para aprender de deportes, refuerzan habilidades blandas y encuentran un lugar seguro legos de la violencia que acecha sus barrios. Para niños jóvenes venezolanos como Ernesto Suárez*, de 11 años, y sus hermanos, este programa ha hecho una gran diferencia.

Un adolescente, una adolescente, y un niño pequeño con su madre

Ernesto (a la izquierda) y sus hermanos se dirigen a casa con su madre después de la escuela.

“En mi primer día, yo era muy tímido, no jugaba con nadie. Pero ahora todo el salón me acoge y juega conmigo”, comentó Ernesto, quien va a una de las escuelas que implementa la metodología de Respiramos Inclusión.

Afortunadamente, para Gloria y sus compañeros de clases, las escuelas reabrieron a principios de marzo, permitiéndoles graduarse de manera presencial. Ahora, ella piensa en cómo puede convertir sus experiencias en acciones positivas para el futuro.

“Sueño con ir a la Universidad y convertirme en psicóloga, ayudar a otros niños y niñas a encontrar un lugar seguro en la escuela”.

*Nombres cambiados por motivos de protección.