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Refugiada que recibió una segunda oportunidad en Canadá ayuda a una familia siria

Historias

Refugiada que recibió una segunda oportunidad en Canadá ayuda a una familia siria

Cuando le brindaron la oportunidad de volver a empezar desde cero en Toronto, Thuy Nguyen hizo la promesa de devolver el favor algún día. Ahora ayuda a empezar una nueva vida a la familia Numan, de Siria.
3 Enero 2017 Disponible también en:
Thuy Nguyen y Narjes Nouman pasan tiempo juntas en una playa del centro de Toronto.

Cuando Thuy Nguyen dio por primera vez la bienvenida a la nerviosa familia Siria en el aeropuerto de Toronto, en enero de 2016, este encuentro despertó una oleada de recuerdos.


"Fue muy emotivo", cuenta Thuy, de 53 años. "Me sentía muy identificada con lo que estaban sintiendo. Podía notar su sensación de pérdida. Pero también su emoción por un nuevo comienzo".

Hace 41 años Thuy también fue reasentada en Canadá como refugiada a la tierna edad de 12 años, tras escapar en 1975 de un Vietnam azotado por la guerra junto a siete de sus hermanos y hermanas.

Dejaron atrás a sus padres y se embarcaron rumbo a Corea del Sur en un trayecto por mar que duraría dieciocho días. Una vez llegaron a tierra, pasaron dos meses en un campo de refugiados surcoreano. Según Thuy, "tienes la vaga impresión de que tu vida se está desmoronando, pero conservas el optimismo de la juventud, y eres consciente de todas las cosas maravillosas que vas a hacer; fue en eso en lo que nos centramos".

En el aeropuerto, entre los nerviosos miembros de la familia, Thuy se fijó en Narjes Nouman, la mayor de los siete hermanos. "Cuando vi a Narjes, pude verme a mí misma cuando llegué con trece años y también me vinieron a la mente todas las experiencias que ella iba a atravesar".

La familia Nouman se encuentra entre los 13.000 refugiados que Canadá ha reasentado durante el pasado año a través del programa de patrocinio privado del país. Este sistema, que se originó a finales de la década de 1970 para ayudar a refugiados vietnamitas como Thuy Nguyen, permite que los residentes aúnen dinero y recursos para brindar apoyo social y económico a refugiados durante un año.
Dos años después de haber llegado a Canadá, Thuy y sus hermanos pudieron patrocinar a sus padres y reagrupar así a la familia.

"Mis padres nos inculcaron un sentido de la responsabilidad social", explica Thuy. "La idea de que, algún día, ayudaríamos a otros que se encontraran en nuestra situación".

Ese día llegó por fin en 2016, cuando Thuy y su marido Michael empezaron a leer con detenimiento una lista de familias sirias que contaban con la aprobación para el patrocinio. Cuando vio una familia de nueve miembros, no dejó pasar la oportunidad.

Thuy, que tiene catorce hermanos, explica: "Le dije a Michael: vengo de una familia grande, voy a poder con esto".

Para la familia Nouman, la noticia de que podían trasladarse a Canadá llegó como caída del cielo. En un momento de la guerra en que las bombas caían sobre Homs, la ciudad de la que procede la familia, se vieron prisioneros en el interior de su propia casa y permanecieron más de una semana encerrados en el baño. Durante los escasos momentos de tranquilidad, se aventuraban al exterior en busca de comida. Las bucólicas vacaciones de verano junto al mar y en el campo en compañía de sus parientes se esfumaron de golpe. "No quería ver morir a mis hijos", cuenta Mohamed, el padre, mientras explica su decisión de huir.

La familia huyó de Siria al Líbano y de ahí a Jordania en busca de seguridad. Pero en los dos años que pasaron en Amán no encontraron ni trabajo ni estabilidad. Todos los miembros de la familia dormían en una única habitación dentro de un apartamento abarrotado.

Narjes recuerda: "El día que supimos que vendríamos a Canadá papá vino a contárnoslo y yo le dije '¡caramba!' ¡Y empecé a cantar y a bailar porque íbamos a venir a Canadá! Fue una sensación maravillosa".

En su primera noche en Toronto, por temor a morir congelados, la familia durmió con su ropa nueva de invierno puesta; pero enseguida notaron que la calefacción del edificio les hacía sudar.

Mohamed, que en Siria se había formado como soldador, dice que no hay nada que quiera más que volver al trabajo para mantener a su familia y contribuir a la comunidad. "Me encanta mi profesión y quiero que el país se pueda beneficiar de las cosas que sé hacer", dice. Sin embargo, como el inglés aún le supone un reto, le es difícil tanto trabajar como expresarse con claridad.

Cuando Thuy, Michael y otros patrocinadores vienen a visitarlos, se siente impotente. "No puedo decir nada más que 'bienvenidos'". A veces lo único que quiero es sentarme a charlar con ellos. Quiero contarles cosas de mi vida y lo que hay en mi corazón, pero no puedo".

Para Thuy, su objetivo es darle a la familia algo que ella nunca tuvo plenamente: una red de seguridad. Recuerda demasiado bien cómo, recién llegada a Canadá, se sentía superada por la ansiedad ante una nueva cultura y un nuevo idioma.

"Los patrocinadores y yo hemos prometido que estaremos en contacto para toda la vida", dice Mohamed. "Nos han acogido y ni siquiera puedo devolvérselo. Pero si alguna vez uno de ellos se pone enfermo o me necesita, quiero que me llamen. Ayudaré a cualquiera que me necesite".

A lo largo y ancho es una serie de historias que retrata a canadienses que han dado la bienvenida a refugiados sirios con apoyo y solidaridad. Desconocidos, amigos, familias y comunidades de todo el país están creando fuertes lazos de amistad que van más allá de la lengua y la cultura, justo cuando más falta hace.

Por Leyland Cecco y Annie Sakkab en Toronto, Canadá.