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'Ya no tendré que ocultar quién soy'

Historias

'Ya no tendré que ocultar quién soy'

Cuando una pandilla empezó a perseguir a los hijos adolescentes de Ana y Paula, la familia se vio obligada a huir de su país.
17 Mayo 2021 Disponible también en:
Una pareja LGBTIQ+ de América Latina que huyó de la violencia en su país camina tomada de la mano en las calles de Ginebra, Suiza, su nuevo hogar.

En la comunidad de escasos recursos donde vivía con su familia en Honduras, los miembros de una pandilla se dieron cuenta de que la hija de Paula llegó a la adolescencia.

“Dijeron de mi hija: 'pronto nos darán su peso en oro’”, contó Paula, y explicó que esa era la manera con que los grupos criminales se referían a las niñas que tenían en la mira para su explotación sexual. “Dijeron: 'nos la vamos a llevar'”.


Paula vivía con su pareja, Ana, también madre. Días después, la pandilla dirigió su atención al hijo de Ana, Óscar, que estaba a punto de cumplir 13 años.

“Un miembro de la pandilla me dijo: 'Paula, voy a vender drogas aquí en la cuadra… voy a necesitar a tu hijo'”, recordó. “Regresaré mañana”.

Estas pandillas criminales – conocidas como ‘maras' – surgieron en Los Ángeles en la década de 1980 y, desde entonces, han extendido sus actividades ilícitas a través del continente, donde, con la violencia que las caracteriza, controlan vecindarios como aquel donde vivían Ana y Paula. Las pandillas extorsionan, reclutan a sus miembros por la fuerza, y manejan redes de prostitución y tráfico de drogas.

Ana nunca entregaría a su hijo a las pandillas, pero sabía lo que significaría esa negativa para ella y para Paula. “Sabía que nos matarían a los dos”, expresó.

Su única opción era escapar. Paula vendió su única pertenencia de valor, una motocicleta. La pareja reunió los certificados de nacimiento de sus hijos, y la familia salió de la casa con un plan para buscar seguridad en el extranjero.

“Sabía que nos matarían a los dos”.

En todo el mundo, muchas personas LGBTIQ+ – lesbianas, gays, bisexuales, transgénero o intersexuales (nacidas con características sexuales que no encajan necesariamente en las nociones binarias de hombre o mujer) – se ven obligadas a huir por sus vidas. Muchas huyen de la persecución debido a su orientación sexual o identidad de género, ya sean reales o percibidas. Otras, como Paula de 32 años, y Ana de 40, están atrapadas en una violencia mortal en sus países de origen, pero también enfrentan dificultades particulares tanto en casa como después de huir, debido a su orientación sexual o identidad de género.

Su difícil situación es compartida por un número creciente de personas en Honduras, Guatemala y El Salvador, donde la violencia de las pandillas, exacerbada por la pandemia de COVID-19 y los desastres naturales, ha hecho su vida casi imposible.

El viaje por tierra en busca de seguridad está lleno de peligros. Las personas solicitantes de asilo se enfrentan a robos, agresiones sexuales y secuestros, y algunas se ahogan al intentar cruzar ríos fronterizos o mueren en accidentes de tráfico. A la familia de Paula y Ana les robaron en Guatemala. Sin pasajes de autobús, caminaron durante tres días hasta llegar finalmente al sur de México.

“Después de atravesar Guatemala caminando, los pies de Paula estaban llenos de heridas y sangraban”, compartió Ana.

En México, durmieron en la calle y en un albergue, donde Paula fue enfrentada por un hombre que exigía saber si era hombre o mujer. Finalmente, unos días después de ese incidente, una familia mexicana en una comunidad rural recibió a la familia, ofreciéndoles agua y un platillo de mole con iguana.

“Son muy buenas personas. No tienen mucho y nos abrieron su casa”, recordó Paula. Ella, Ana y los niños se han quedado en la casa de una habitación con techo de lámina durante los últimos tres meses.

Luego de una caída en la tasa de solicitudes de asilo en México en 2020 debido a la pandemia de COVID-19, la cantidad de personas que huyen de América Central, principalmente El Salvador, Guatemala y Honduras, está aumentando nuevamente. En los primeros cuatro meses de 2021, la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados, (COMAR), registró más de 30.000 nuevas solicitudes de asilo, casi un tercio más que en el mismo período del año pasado. Abril de 2021 marcó un máximo histórico para las solicitudes de asilo mensuales, ya que superaron las 9.100.

México reconoce el género como una razón específica para que una persona solicite asilo. En el contexto del género, la COMAR a menudo reconoce a quienes han huido debido a su orientación sexual o identidad de género como personas que pueden recibir protección internacional.

La huida para las personas LGBTIQ+ solicitantes de asilo con frecuencia ocurre después de una vida marcada por la violencia, el acoso y la discriminación en sus países de origen, señaló Sofía Cardona, asociada de protección de ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, en México.

“No teníamos nada... pero estábamos juntas”.

“En Honduras, El Salvador y Guatemala, las personas LGBTI enfrentan una gran cantidad de homofobia y transfobia generalizada. Esto puede venir de las iglesias, de las autoridades y particularmente de sus familias”, expresó. “Esta experiencia de discriminación acumulativa puede hacer que sus vidas sean intolerables y empujarlas al exilio”.

Ana recordó una infancia violenta en Honduras, donde fue golpeada por su madre por besar a una chica y expulsada de la escuela. Más tarde, fue violada por un novio y obligada a contraer matrimonio con otro hombre que no quería.

Paula se negó a ajustarse a los roles de género estándar, a pesar de la presión de su familia, señaló.

Abandonadas por sus familias y sometidas a violencia y abuso debido a su orientación sexual o identidad de género, reales o percibidas que sean, las personas LGBTIQ+ a menudo son rechazadas por la sociedad, resaltó Cardona.

Y es ahí donde se conocieron Ana y Paula, viéndose obligadas a esforzarse diariamente por la supervivencia.

“No teníamos nada, ni dinero, nada para cocinar, pero estábamos juntas”, recordó Ana.

Ana y Paula han presentado una solicitud de asilo en México y están planificando el futuro. ACNUR las ha apoyado, explicándoles sus derechos en virtud del derecho internacional y ayudando a determinar qué necesitarán si se quedan en México, incluidos alojamiento, atención médica, asesoría y apoyo en efectivo, así como ayuda para encontrar escuelas para sus hijos.

La familia comparte la ayuda que reciben de ACNUR con sus anfitriones mexicanos. Por ahora están felices con vivir en paz en el campo, con un patio a la sombra de un mango, con algunas gallinas, un pato y un cerdo.

“Nos gusta estar aquí. Este pueblo es sano, nuestros hijos pueden jugar, nadie los molesta. Puedes dejar la puerta abierta… es un lugar mejor para criar a nuestros hijos”, compartió Ana.

Ana y Paula esperan casarse en la Ciudad de México, uno de los 18 de los 31 estados de México donde las parejas del mismo sexo pueden casarse.

Tienen esperanzas para el futuro.

“Nuestros hijos dicen 'tenemos dos madres'. No discriminan”, señaló Ana.

*Por motivos de protección, los nombres han sido cambiados y se han omitido algunos detalles.