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De 'principiante de la naturaleza' a estar en la primera línea de la lucha contra el cambio climático

Historias

De 'principiante de la naturaleza' a estar en la primera línea de la lucha contra el cambio climático

Para Joshua, un refugiado que huyó de la violencia de las pandillas, la protección de los bosques tropicales amenazados de su país de acogida, Guatemala, se ha convertido en una vocación y un deber moral.
7 Noviembre 2022 Disponible también en:
Para Joshua, un refugiado que huyó de la violencia de las pandillas, la protección de los bosques tropicales amenazados de su país de acogida, Guatemala, se ha convertido en una vocación y un deber moral. Gracias a una colaboración con ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, FUNDAECO – la ONG que gestiona la reserva, así como más de una docena de otros lugares en toda Guatemala – da prioridad a la contratación de personas como Joshua, quienes se han visto forzadas a abandonar sus hogares debido a la violencia, las amenazas concretas o la persecución.

Cuando piensa en su vida antes de llegar a Guatemala, Joshua* se esfuerza por reconciliar la persona que era entonces con la que es ahora. Para él, el símbolo de esa radical transformación personal es la serpiente.  


“Yo miraba una culebra, inmediatamente mi acción era matarla”, recuerda Joshua, que era solo un adolescente cuando las amenazas de las pandillas le obligaron a huir de su casa en un país centroamericano vecino para buscar seguridad en Guatemala.

Ahora, dice que manipular serpientes es uno de los aspectos más destacados de un trabajo al que atribuye el haberle dado una perspectiva totalmente nueva de la vida. Desde los primeros días de la pandemia de COVID-19, Joshua trabaja como guardabosques en una reserva natural del sureste de Guatemala.

Gracias a una colaboración con ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, FUNDAECO – la ONG que gestiona la reserva, así como más de una docena de otros lugares en toda Guatemala – da prioridad a la contratación de personas como Joshua, quienes se han visto forzadas a abandonar sus hogares debido a la violencia, las amenazas concretas o la persecución.

Cuando empezó a trabajar en FUNDAECO, Joshua tenía poco interés en las actividades al aire libre y aceptó el trabajo en gran medida porque representaba una buena alternativa al trabajo esporádico como jornalero. Como la mayoría de sus compañeros de trabajo refugiados y solicitantes de asilo, casi todos ellos centroamericanos, Joshua procedía de una ciudad densamente poblada.

“Era un principiante de la naturaleza”.

Durante su infancia, solo tuvo un contacto esporádico con la naturaleza, y en las raras ocasiones en que se cruzó con animales, generalmente no terminó bien para las criaturas. Pero trabajar en la reserva de FUNDAECO, un exuberante enclave de 7.436 hectáreas de altísimos árboles tropicales y arroyos cristalinos, le ha dado a Joshua un nuevo aprecio por la naturaleza y las criaturas que la habitan, incluida su inesperada nueva pasión: las serpientes. 

“No sabía nada de la naturaleza, era un principiante de la naturaleza”, cuenta Joshua, de 21 años, quien ahora se pone visiblemente nervioso si no acierta a pronunciar los nombres comunes y latinos de alguna de las numerosas especies con las que entra en contacto en la reserva. Entre ellas, la ‘rana de cristal’, en peligro de extinción y translúcida, y la serpiente venenosa ‘Mano-de-piedra’, también conocida como ‘víbora saltarina’. “Cuando se está en contacto con la naturaleza, resulta muy emocionante poder cuidarla. La naturaleza lo aprecia”.

Joshua tenía sólo 17 años cuando huyó de su país natal con su madre y sus hermanos, después de que unos pandilleros informaran a la familia de que iban a tomar su casa. Sabiendo que cualquier resistencia podría resultar fatal, la familia partió a la mañana siguiente, escapando por la frontera hacia Guatemala, donde vive el padre de los hermanastros de Joshua. Llegaron sin nada más que la poca ropa que pudieron meter en las mochilas antes de huir.

Más de 1,3 millones de personas se han visto forzadas a huir de Centroamérica debido a la violencia y la persecución. Aunque la mayoría ha buscado protección fuera de su país, los datos nacionales de El Salvador y Honduras sugieren que ambos países también se enfrentan a un desplazamiento interno a gran escala.   

Encontrar un trabajo estable puede ser uno de los obstáculos más desalentadores para las personas desplazadas como Joshua y su familia. Sin documentos, muchos se ven obligados a trabajar como jornaleros o vendedores ambulantes para llegar a fin de mes en sus países de acogida. El programa de FUNDAECO está ofreciendo a decenas de personas refugiadas y solicitantes de asilo trabajos estables y la capacitación que necesitan para realizarlos. Desde que el programa comenzó en 2020, la organización ha incorporado a 113 personas refugiadas y solicitantes de asilo, la mayoría de ellas procedentes de Honduras, El Salvador, Nicaragua y Cuba.

Aunque el puesto de Joshua en la reserva es, oficialmente, ‘encargado de mantenimiento’, sus funciones son múltiples y van mucho más allá de la reparación de senderos e instalaciones. Se ha convertido en uno de los cuidadores de serpientes no oficiales de la reserva, cuidando de los animales del centro de visitantes y respondiendo a las llamadas cuando las serpientes salvajes entran en contacto con los visitantes. Ha atendido a docenas de animales heridos y los ha devuelto a la naturaleza. Y, como su habilidad con las personas no ha pasado desapercibida, Joshua también ha sido asignado para ayudar a dirigir excursiones, acompañando a investigadores y fotógrafos de la naturaleza visitantes de todo el mundo.

Robin Scholte, quien formó parte de un grupo de fotógrafos aficionados de aves del norte de Europa, y que estuvo recientemente en la reserva para fotografiar colibríes, elogió la dedicación de Joshua.

“No hablamos el mismo idioma”, comenta Robin, de nacionalidad holandesa. “Pero a pesar de la barrera del idioma, la pasión de Joshua por la naturaleza se nota”.

Para Azucena Mejía, directora de la reserva, ver a Joshua convertirse en un apasionado defensor ambiental es una prueba del valor del programa con ACNUR, que describe como un programa en el que todos ganan, tanto las personas desplazadas por la fuerza como las plantas y los animales, y la sociedad en general.

“No solo estamos cuidando este bosque en particular. Estamos haciendo una contribución muy importante a toda la humanidad”, señala.

Guatemala es lo que la organización ecologista Rainforest Alliance denomina un “punto clave de la biodiversidad”. Su territorio, relativamente modesto, está repleto de terrenos y microclimas diferentes, como tierras altas montañosas, regiones costeras cálidas y bosques tropicales que albergan una asombrosa variedad de flora y fauna. Pero el cambio climático, los incendios forestales, la degradación de la tierra vinculada al narcotráfico y la mala gestión del territorio han provocado lo que el grupo considera “niveles devastadores de deforestación”.

Incluso los bosques protegidos, como el que trabaja Joshua, están amenazados. Un estudio de 2020 basado en datos satelitales sugirió que más de 854.000 hectáreas fueron deforestadas dentro de las reservas naturales guatemaltecas sólo de 2000 a 2017.

Para Joshua, su trabajo en FUNDAECO es mucho más que llevar a casa un sueldo, por muy crucial que sea para él y su familia. Es muy consciente de que está desempeñando un papel en algo mucho más grande que él mismo: la lucha por proteger un recurso cada vez más escaso que, a medida que el cambio climático se hace sentir cada vez más, nunca ha sido más crucial para el futuro del planeta.

“Amo la naturaleza”, afirma. “Y sé que lo que hago es importante no solo para mí, sino para beneficio de todos”.

*Nombre cambiado y país de origen omitido por motivos de protección.