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Refugiados sudaneses que huyeron de Darfur reciben protección en Chad

Historias

Refugiados sudaneses que huyeron de Darfur reciben protección en Chad

Tras haber huido de la terrible violencia en Darfur, al oeste de Sudán, las personas refugiadas que llegan a Chad lo hacen traumatizadas y acompañadas de niñas y niños que con frecuencia sufren desnutrición.
29 Septiembre 2023 Disponible también en:
Una mujer vestida de amarillo está sentada en una colchoneta en un alojamiento hecho de paja mientras se acomoda el pañuelo que lleva puesto en la cabeza

Zeinab huyó en dirección a Chad con sus dos hijos luego de que un grupo de hombres armados atacara su hogar en El Geneina y asesinara a su esposo.

Zeinab, de 22 años, no ha olvidado la mañana de mayo en que un grupo de hombres armados atacó su hogar en El Geneina, capital de Darfur, al oeste de Sudán.

Le dispararon a su esposo y a sus cinco hermanos; ella logró esconderse con sus dos hijos. El esposo de Zeinab murió por una herida de bala en el estómago; algunos de sus hermanos murieron un par de días después.

Luego de que Zeinab y sus hijos salieron de la casa, “la quemaron, junto con el resto de las casas en la zona. Nos escondimos en el vecindario y deambulamos sin saber a dónde ir”, compartió.

Los enfrentamientos entre dos facciones militares rivales empezaron en Jartum, en abril, y se expandieron rápidamente a otras partes del país, incluida la región de Darfur, donde se reavivaron tensiones étnicas e intercomunitarias de larga data. Darfur, un estado al oeste de Sudán, se ha convertido en el epicentro del conflicto en la región; de hecho, se ha reportado violencia generalizada contra la población civil. 

El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ACNUDH) comentó recientemente que los ataques por motivos étnicos en Darfur provocaron la muerte de cientos de personas, sobre todo del pueblo masalit, al que pertenecen Zeinab y su familia.

Una travesía lacerante

Tras el asesinato de su esposo, para Zeinab no fue fácil encontrar sustento. “Solo comimos frijoles durante 45 días, y el agua la conseguíamos por la noche únicamente”, contó Zeinab. “Entonces, escuché que había quienes se estaban poniendo a salvo en Chad”.

Sus familiares lograron recolectar 20.000 libras sudanesas (lo equivalente a USD 33) para que ella y sus hijos pudieran abordar un vehículo en dirección a Chad, país al que desde abril han huido más de 420.000 sudaneses (la mayoría son mujeres, niñas y niños). Muchas de estas personas llegan en condiciones terribles; algunas, de hecho, han llegado con heridas de bala o con desnutrición.

En una travesía lacerante, el vehículo en el que Zeinab viajaba fue detenido por hombres armados que la señalaron por pertenecer al pueblo masalit y le exigieron dinero para no matarla. No tenía nada para darles; por suerte, el conductor intervino.

Una mujer y un niño están de pie en la puerta de un alojamiento cubierto con una lona que tiene impreso el logotipo de ACNUR

Zeinab y su hijo en la puerta de su nuevo alojamiento.

“Querían 10.000 libras sudanesas [lo equivalente a USD 15]; de no recibirlas, me matarían. Para evitarlo, él les dio el dinero”, narró. “Mis hijos estaban llorando, pero fue gracias a ese conductor que logré sobrevivir”.

El vehículo fue detenido nuevamente, y el conductor volvió a implorar que la dejaran vivir. Zeinab y sus hijos habían pasado varios días sin probar bocado cuando llegaron a Adré, un pueblo fronterizo en Chad. 

“Las personas en Adré nos dieron una cálida bienvenida, incluso se apresuraron a hacer contribuciones para comprarnos pan y para alimentarnos y darnos algo de beber”, relató Zeinab.

En Adré, no obstante, las condiciones son precarias y el hacinamiento está a la orden del día: las personas refugiadas viven en albergues hechizos y es limitado su acceso a servicios básicos (como agua, alimento y atención médica). 

Necesidades crecientes

A pesar de ser uno de los países más pobres del mundo, Chad ha dado acogida al grueso de las 800.000 personas que han huido de Sudán. Además, el país ya acogía a 180.000 refugiados provenientes, sobre todo, de Camerún, Nigeria y República Centroafricana. Actualmente, por tanto, una de cada diecisiete personas en Chad es refugiada.

“Las necesidades en materia de protección y de asistencia efectiva son enormes; lo mismo ocurre hablando de agua, albergue y saneamiento”, dijo Laura Lo Castro, representante de ACNUR en Chad. “Se ha hecho una gran labor: se han construido albergues y pozos, y se han organizado servicios médicos; aun así, las necesidades siguen siendo considerables. Necesitamos fondos para instalar más campamentos de refugiados, pues 150.000 personas están en espera de su reubicación en Adré”.

En un comunicado conjunto que se publicó la semana pasada, la Agencia de la ONU para los Refugiados y la Organización Mundial de la Salud alertaron sobre el deterioro de la situación sanitaria en Sudán a causa de la crisis en el país. Al respecto, una evaluación reciente reveló que casi 13.000 niños sudaneses de menos de cinco años en Chad padecen desnutrición.

ACNUR ha estado colaborando con el Gobierno de Chad y con otros socios para satisfacer las necesidades más apremiantes de los refugiados y de las comunidades de acogida. De cualquier forma, los fondos siguen siendo insuficientes tanto para responder a una emergencia que continúa agravándose como para planificar soluciones a largo plazo, así como fomentar la resiliencia.

Hileras de alojamientos recién instalados en un campamento de refugiados

En Ouaddaï, una provincia de Chad, se ha ampliado el campamento de Farchana, al que arribaron más de 4.000 personas refugiadas tras su reubicación desde la frontera.

Zeinab estuvo un par de semanas en Adré; luego, se trasladó al campamento de refugiados de Farchana, que es uno de los campamentos ya existentes en Chad al que han llegado las personas que han sido reubicadas para aliviar la presión en la frontera. 

“Estoy sumamente agradecida con el personal humanitario que nos trajo a este lugar”, confesó. “Antes, no teníamos un lugar donde guarecernos ni baños ni colchonetas para dormir. Ahora, me han dado una casa, colchonetas, mantas y mosquiteros. Estoy muy cómoda”.

Cuando llegó a Chad por primera vez, Zeinab no paraba de llorar y constantemente tenía pesadillas por la muerte de su esposo. “Sentía que me estaba volviendo loca”, dijo.

Aunque su situación sigue siendo difícil, Zeinab empieza a pensar en el futuro. “Me gustaría [hacer algo para] obtener ingresos, con ayuda de las organizaciones no gubernamentales; así cambiaría mi vida y la de mis hijos, pues no tendría que depender de la ayuda de otras personas”, aseveró.

“Pienso en el futuro de mis hijos, en su educación. Quiero hacerme cargo de ellos y lograr que reciban una buena educación, pero aún no tengo un medio de vida”.


En este reportaje también participó Moulid Hujale, en Nairobi, Kenia.

“Las personas en Adré nos dieron una cálida bienvenida, incluso se apresuraron a hacer contribuciones para comprarnos pan”.

Zeinab