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Cientos de personas sufren en la frontera entre Serbia y Hungría

Historias

Cientos de personas sufren en la frontera entre Serbia y Hungría

Cientos de personas que huyeron de la persecución en sus hogares ahora viven en condiciones terribles en un campamento improvisado cerca de Röszke, en la frontera entre Serbia y Hungría
21 Julio 2016 Disponible también en:
Sayed Parwez Ahmadi, de 36 años, y su hija de seis años esperan en la zona de tránsito de Hungría, donde llevan ya dos semanas.

RÖSZKE, Hungría, 21 de julio de 2016 (ACNUR/UNHCR) – Sayed Parwez Ahmadi parece preocupado mientras añade leña a la fogata frente a la tienda de su familia en el campamento improvisado junto a Röszke, en la frontera entre Serbia y Hungría. Su mujer, su hermano y sus dos primos se acercan al fuego, ya que la tarde se torna fría y se acerca otra tormenta.

Los únicos miembros de la familia sin preocupaciones son su hijo de cuatro años y su hija de cinco, que juegan alegremente en el barro. Ambos están descalzos. A diferencia de Sayed, solo tienen vagos recuerdos de una vida diferente a esta. Llevan viajando seis meses y diecisiete días.

"Normalmente no vivo así y no tengo esta pinta", dice Sayed, quien señala desesperado a su alrededor y a él mismo. Este fotógrafo afgano de 36 años es una de las cientos de personas que han huido de la persecución en sus países y que ahora sufren las condiciones inhumanas del campamento de Röszke. Allí esperan hasta ser admitidos en una de las dos zonas de tránsito de Hungría donde podrán solicitar asilo.

"Los solicitantes de asilo están sufriendo y los Estados deben actuar para poner fin a su sufrimiento", dice Montserrat Feixas Vihé, Representante Regional de ACNUR para Europa Central. ACNUR aboga desde hace mucho contra el cierre de fronteras, que no ofrece solución alguna a la crisis y que no hace más que desviar el problema a otra parte, agravando la situación de los solicitantes de asilo.

"Los solicitantes de asilo están sufriendo y los Estados deben actuar para poner fin a su sufrimiento."

Esto es particularmente cierto en cuanto a una reciente ley de Hungría, que amplía los controles fronterizos a un área de ocho kilómetros dentro de su territorio. Esta ley permite a las autoridades devolver al lado serbio de la valla a las personas que cruzan la frontera de manera irregular y son detenidas esta área. Como consecuencia de esta medida, que se aplica desde el 5 de julio, el número de personas que aguardan fuera de la zona de tránsito de Röszke se ha duplicado. Los tiempos de espera también han aumentado.

Las condiciones de vida en el campamento improvisado cerca de Röszke son terribles. Cerca de 700 personas comparten un grifo de agua fría y diez retretes portátiles que se limpian cada dos o tres días. La gente cuelga de las ramas de los árboles mantas donadas para protegerse de las inclemencias meteorológicas, pero este dispositivo resulta de poca ayuda cuando llueve.

Las autoridades de Hungría admiten a unas 30 personas cada día, pero varios cientos se encuentran ya en la frontera y su número crece cada día. ACNUR ha expresado en repetidas ocasiones su gran preocupación por la nueva legislación fronteriza en Hungría, y por las denuncias de que las autoridades están empleando la fuerza para implementarla. "Los Estados deben trabajar juntos para proteger a las personas y dar respuesta a sus necesidades humanitarias", concluyó Montserrat Feixas Vihé.

En cuanto a Sayed, se siente más seguro ahora que su familia está en "la lista", un registro de nombres que establece el orden en el cual las autoridades de Hungría los admitirán. ¿Cuál es el puesto de la familia de Sayed en la lista? Están en el lugar número 216.

Aunque larga, esta lista supone una mejora con respecto al caos de los meses anteriores. Pero los largos periodos de espera favorecen a los traficantes, que explotan la desesperación de las personas y que mientras esta situación perdure, no tienen miedo a quedarse sin negocio.

"Casi todo el mundo lo intenta, aunque sea una vez," afirma Mateolla Khan, de 22 años, haciendo referencia a cruzar la frontera de forma irregular. Mateolla, un joven que trabajaba como funcionario para el gobierno de Afganistán, intentó cruzar la frontera cortando la valla no menos de cuatro veces. En todos sus intentos fue atrapado y devuelto a Serbia; las autoridades usaron gas pimienta para disuadirlo de volver a intentarlo.

"El gas pimienta no es tan malo, he visto cosas peores, y a estas alturas ya estoy acostumbrado", dijo con una agria risa, añadiendo que no le ve sentido a intentarlo de nuevo. Él y su hermano están en los números 31 y 32 en la lista de hombres solteros. Teniendo en cuenta que las familias y las personas vulnerables tienen prioridad, es probable que tengan que esperar por lo menos 30 o 40 días más.

Musad, de 16 años, asegura que la policía usó gas pimienta con él, lo golpearon y soltaron a los perros contra él cuando lo encontraron tras haber cortado la valla. Está en la posición 86 de la "lista de hombres solteros", y le queda todavía una larga espera.

"Solo quiero que mis hijos crezcan en paz y seguridad."

En el campamento improvisado, las personas que esperan para entrar a Hungría están perplejas. "¿Por qué tengo que esperar tanto?", pregunta Mustafa Hotaki, de 22 años, quien estudiaba ingeniería informática en la Universidad de Kabul. "Toda mi familia está en Suecia, yo solo me quedé un poco más que ellos para poder terminar el primer semestre".

Desafortunadamente para él, durante esos meses, más y más barreras se han materializado en las fronteras de Europa, y ahora, reunirse con su familia se ha convertido en una tarea ciclópea.

"Cualquier país de la Unión Europea donde podamos estar a salvo nos vale", afirmó Sayed Afsar Sadat, de 54 años, cuya mano izquierda resultó herida durante un bombardeo aéreo cuando era un niño.

"Era director de banco en Afganistán, tenía una casa y un coche. Ahora no soy nada", dijo. Él y su familia llevan 15 días en la frontera y, si la lista no les falla, tienen que esperar otros 18 días.

"Caminamos unos 20 kilómetros por territorio húngaro. La policía no nos hizo daño, simplemente nos devolvieron a Serbia. Pero, ¿qué podemos hacer? Solo quiero que mis hijos crezcan en paz y seguridad".

Por Zsolt Balla