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Defensora afgana de derechos humanos ayuda a una ciudad portuguesa a acoger a sus compatriotas refugiados

Historias

Defensora afgana de derechos humanos ayuda a una ciudad portuguesa a acoger a sus compatriotas refugiados

Como mediadora intercultural, Sediqa ayuda a que sus compatriotas se adapten a la vida en una pequeña ciudad portuguesa que se ha comprometido a acoger a personas refugiadas y migrantes.
2 Noviembre 2023 Disponible también en:
Una mujer con lentes de aros negros, frente a un muro decorado con flores de colores hechas de papel.

Sediqa Nawrozi, refugiada afgana de 29 años, trabaja como mediadora cultural en Fundão, Portugal, ayudando a sus compatriotas afganos a establecerse en la zona.

Para Sediqa, su trabajo en su natal Afganistán era algo más que un empleo. Era una vocación.

Esta joven de 29 años pasó siete años en una ONG dedicada a defender los derechos humanos de algunas de las mujeres y niñas más vulnerables del país. Cuando, tras la toma del poder en 2021 por las actuales autoridades de facto, Sediqa se vio de repente inmersa en esa misma categoría y escapó para ponerse a salvo en un vuelo humanitario a Portugal, su corazón se rompió por las mujeres y niñas que dejaba atrás.

“Como mujer, lo perdí todo: mis derechos, mi trabajo, mi educación, todo”, explica, y añade que el “futuro era oscuro”.

“Todos los días lloraba”, recuerda.

Aunque Sediqa fue afortunada de reunirse, con su madre y tres de sus hermanas en la pequeña ciudad portuguesa de Fundão, se preocupaba constantemente por su padre y otros familiares que seguían en Afganistán. También le preocupaba cómo, en este país lejano cuyo idioma no hablaba, podría encontrar trabajo, y menos aún un trabajo significativo, satisfactorio y de impacto como el que solía hacer en su país.

“Cuando llegué aquí, todo era nuevo para mí”, cuenta Sediqa en la oficina donde trabaja ahora como mediadora intercultural, atendiendo a la pequeña pero creciente comunidad afgana de Fundão, compuesta por unas cuatro docenas de personas.

Una mujer sentada detrás de un escritorio frente a un cartel que indica “bienvenidos” en la pared.

Sediqa en su oficina de Fundão, donde ayuda a sus compatriotas afganos a establecerse en la zona.

Es una de los ocho mediadores culturales de Fundão, contratados por el ayuntamiento para atraer nuevos residentes a esta remota región del este de Portugal. Como muchas otras zonas rurales del país, esta ciudad de 30.000 habitantes ha visto disminuir su población desde los años 60, cuando se inició un patrón de migración del campo a la ciudad que no ha disminuido desde entonces.

“Hemos perdido casi la mitad de la población” desde 1960, afirma el alcalde de Fundão, Paulo Fernandes.

Dado que la población joven es la más propensa a marcharse, en busca de mejores oportunidades en las grandes ciudades o en el extranjero, los residentes que quedan en Fundão son desproporcionadamente mayores. La escasez de personas en edad de trabajar hace que las empresas locales lleven mucho tiempo teniendo dificultades para contratar y retener personal.

Una mujer sentada detrás de un escritorio habla con dos hombres en su oficina.

El tío de Sediqa, Enayatullah (al centro), y su cuñado, Nematullah, visitan su oficina en Fundão.

Por ello, la ciudad espera atraer a personas refugiadas y migrantes mediante la creación de una estructura de apoyo múltiple destinada a aliviar el a menudo duro periodo de transición de las personas recién llegadas y ayudarles a echar raíces en Fundão. El equipo de mediadores culturales al que pertenece Sediqa cuenta con personal especializado que atiende a las comunidades ucraniana, brasileña, sudasiática, africana y afgana de la ciudad, ayudando a que los recién llegados superen los obstáculos administrativos y accedan a la documentación y al empleo, así como a servicios básicos como educación y atención médica. 

Además, Fundão ha convertido un antiguo seminario católico a las afueras de la ciudad en un “centro de migrantes” multipropósito, donde las personas recién llegadas pueden alojarse mientras se adaptan. Además de alojamiento y comida, el centro ofrece servicios de guardería, consejería y actividades culturales a unas 200 personas refugiadas y migrantes, muchas de las cuales encuentran trabajo en granjas y fábricas cercanas.

Enfoque holístico

Fernandes describió las iniciativas como parte de un enfoque “holístico e intenso” que estaba dando sus frutos. Fundão recibe con regularidad a personas refugiadas y solicitantes de asilo reubicadas, así como a otras que buscan la ciudad por los servicios que prestan para que su llegada sea lo más fluida posible. En la actualidad, el 7 por ciento de los residentes son extranjeros, afirma el alcalde, quien añade que este cambio demográfico supone un cambio sustancial en una ciudad que hasta hace poco era abrumadoramente portuguesa. 

También sugirió que la experiencia de tantas familias de Fundão de ver a sus familiares buscarse una vida mejor en el extranjero había contribuido a que los residentes fueran especialmente receptivos a los extranjeros.

Un hombre y una mujer se dan la mano bajo un árbol.

Sediqa saluda al alcalde de Fundão, Paulo Fernandes

“Somos una tierra de migrantes y, como tal, acoger y recibir a quienes lo necesitan es para nosotros un imperativo moral”, señala el alcalde, y añade: “Queremos dar oportunidades a las personas para que construyan un proyecto de vida en nuestra comunidad. [Que puedan] no solo recuperarse, física y mentalmente, sino que puedan acceder a una vivienda y un trabajo dignos, y convertirse en ciudadanos completos de nuestra comunidad”.

Fundão es un brillante ejemplo de cómo tanto la población refugiada como la comunidad de acogida pueden beneficiarse de políticas y prácticas integradoras, impulsando la autosuficiencia de las personas recién llegadas y revitalizando las economías locales. 

La promoción de estos enfoques integradores será uno de los temas principales del Foro Mundial sobre los Refugiados (GRF), que se celebrará en Ginebra del 13 al 15 de diciembre. El GRF es el mayor encuentro mundial de políticos, diplomáticos, refugiados, empresas, organizaciones benéficas y fundaciones, grupos religiosos y muchos otros para abordar los retos y aprovechar las oportunidades a las que se enfrentan quienes se ven forzados a huir de sus hogares, y quienes los acogen.

Fundão: Una ciudad generosa en Portugal

Filipa Batista, coordinadora del centro local de migrantes, afirma que las personas recién llegadas han cambiado el tejido de Fundão, aportando nueva vida y color a la ciudad.

“Es asombroso ver cómo nuestra pequeña ciudad se ha convertido en una tierra acogedora, un lugar que recibe calurosamente a personas de todas partes”, afirma Batista. Añade que los habitantes de la zona han recibido a los nuevos vecinos con curiosidad y empatía, y que muchos residentes de toda la vida se han acercado a las familias recién llegadas para echarles una mano, ofreciéndoles comida, donándoles muebles y otros artículos básicos, o ayudándoles con el cuidado de los niños.

“Queremos darle oportunidades a las personas para que construyan una vida...”.

Paulo Fernandes, alcalde de Fundão

 

Dos mujeres bromean mientras pasean por un parque.

Sediqa bromea con Filipa Batista, coordinadora de un centro que acoge a unas 200 personas refugiadas y migrantes en un antiguo seminario católico.

Sediqa, quien como parte de su trabajo hace regularmente visitas a domicilio para ver cómo están las familias y acompañarlas a sus consultas médicas u otras citas importantes, comenta que ella y su propia familia están agradecidas por la cálida acogida que han recibido ellos y otros refugiados.

“La comunidad de Fundão es muy amable. Las personas son muy serviciales”, afirma con una sonrisa.

También está agradecida por haber sido contratada como mediadora cultural, y afirma que el trabajo le ha vuelto a dar sentido a su vida. 

“Vengo de esta situación (y) ahora puedo ayudar a otras personas”, señala, refiriéndose a la difícil experiencia de verse forzada a abandonar su hogar y construir una nueva vida en un contexto completamente ajeno.

“Ahora puedo ayudar a otras personas”.

Sediqa, refugiada afgana