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Desplazados por la guerra, ucranianos con discapacidades encuentran formas creativas para seguir adelante

Historias

Desplazados por la guerra, ucranianos con discapacidades encuentran formas creativas para seguir adelante

Vlada y Alexandr, son parte de las 66.000 personas con discapacidades que se vieron obligados a huir de los combates en el este de Ucrania, están determinados a aprovechar sus nuevas vidas.
17 January 2017
Vlada (derecha) y su familia huyeron de sus hogares en Luhansk cuando los combates estallaron. Ella posa con su nueva amiga, Sasha.

Vlada y Alexandr son ucranianos desplazados que han pasado tiempos difíciles. Ellos están entre las 66.000 personas con discapacidades que huyeron de los combates de 2014 en el este del país, así como los hicieron otras 2 millones de personas de la región.


Vlada, de 15 años, tiene espina bífida, una condición congénita la cual deja espacios en su columna vertebral. Alexandr, quien ya pasa los 60 años, perdió su pierna por una enfermedad hace 10 años. Vlada y Alexandr usan silla de ruedas.

A pesar de esto, el ingenioso par ha encontrado su forma de salir adelante en estas difíciles circunstancias.

Vlada aprendió, por sí misma, inglés y a tocar piano; mientras que Alexandr baila en su silla de ruedas después de consentirse con su pasatiempo favorito, tejer.

Ellos viven en el mismo pasillo en un antiguo sanatorio de la era soviética en la ciudad de Sviatohirsk, cerca de la línea de demarcación que separa el territorio de Donbass de las áreas controladas por el Gobierno de Kiev.

El par huyó, junto a sus familias, de los combates en el este.

La escuela local de Vlada está a varios kilómetros de distancia del antiguo sanatorio, donde ella encontró albergue. Esta no es accesible para estudiantes con discapacidad.

"Yo aprendí inglés porque quiero ver el mundo", dijo Vlada. "Fue muy difícil, pero era mi sueño".

Alexandr dice que él siente ganas de bailar cada vez que escucha música que le gusta. "El ambiente me lleva y empiezo a moverme", dijo él. "Está en mi sangre, la música me activa".

Vlada persigue su sueño con la ayuda de su amiga Sasha, de 15 años, y quien también es residente del albergue. Ellas se conocieron cuando sus familias desplazadas se hospedaban en otro sanatorio en Odessa.

"Una mañana estaba aburrida", recordó Vlada. "Y le dije a Sasha: tal vez podríamos ir a caminar por las calles. Ella me contestó: Sí, por supuesto".

Ahora ellas son inseparables. Sasha ayuda a Vlada a vestirse y empuja su silla durante las largas caminatas cerca del sanatorio. En retorno, Vlada toca el piano para Sasha e intenta enseñarle a hacer pájaros de origami con papel.

"Con ella estoy feliz", dijo Sasha. "Con ella no siento como si estuviera con una persona discapacitada. Siento que estoy lidiando con una persona completa".

Alexandr pasa gran parte del día tejiendo. Él dice que le calma los nervios. Su abuela le enseñó a tejer y él empezó tejiendo medias. Ahora él produce abrigos, bufandas e inclusive pequeñas alfombras de lana, las cuales vende o regala.

Su técnica es usar ropa de lana descartada que él u otras personas encuentran y soltar el tejido. Después él usa el hilo para crear algo nuevo, a menudo usando dos o tres hilos para crear nuevas y coloridas combinaciones.

"El ambiente me lleva y empiezo a moverme. Está en mi sangre, la música me activa"

"Mi padre solía pintar cuadros", dijo él. "Eran hermosos y pienso que lo que yo hago también es hermoso".

Para la mayoría de las 191 personas que viven en el sanatorio, tanto residentes con discapacidades como sus cuidadores, la vida a menudo está confinada a esperar. Vlada y Alexandr decidieron llenar sus horas con trabajo y nuevos desafíos.

Sin embargo, Vlada se siente frustrada por no poder asistir a la escuela. La escuela local está a varios kilómetros de distancia, y a diferencia de la escuela a la que asistía en Luhansk antes de que iniciaran los combates, no es accesible para estudiantes con discapacidades. Ahora, los profesores van a la habitación de Vlada y ahí ella estudia sola, mientras su amiga Sasha pasa el día con otros en la escuela.

ACNUR espera brindar materiales para rampas que le puedan permitir a Vlada asistir a la escuela. Sin embargo, sin ayuda externa, sus metas podrían quedar sin cumplirse