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El corazón industrial de México ofrece empleo y un nuevo comienzo a las personas refugiadas

Una mujer trabaja en una fábrica con una máquina de coser.
Historias

El corazón industrial de México ofrece empleo y un nuevo comienzo a las personas refugiadas

Un innovador programa de integración dirigido por ACNUR está ayudando a que personas refugiadas se trasladen de la congestionada frontera sur de México a ciudades que ofrecen más oportunidades.

30 May 2023

Daysi Cruz Martínez, refugiada hondureña, trabaja en una fábrica textil de Aguascalientes.

El autobús que se detiene frente a un hotel en la ciudad de Aguascalientes, en el centro de México, ha recorrido la carretera durante 19 horas. Sus pasajeros salen exhaustos y desconcertados, pero muchos de ellos sonríen a Paola Monroy, Oficial de Terreno de ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, quien les recibe con un caluroso abrazo.

Es un gran momento para Marcello*, de 42 años, un padre soltero de Honduras que ha viajado hasta aquí con sus tres hijos. “Hay un poco de miedo porque venimos a empezar una nueva vida y no conocemos a nadie que pueda acogernos, pero es un nuevo comienzo”, comenta.  

La familia huyó de Honduras después de que una pandilla local intentara reclutar por la fuerza a sus dos hijos, de 12 y 16 años. “No podíamos quedarnos, nuestras vidas corrían peligro”, explica Marcello. “Vendí todo lo que pude y con eso empezamos nuestro viaje”. 

La primera etapa de ese viaje terminó en Tenosique, al sur de México, donde Marcello realizó trabajos ocasionales durante ocho meses mientras esperaban a que finalizara su proceso de asilo. Pero al igual que otros pueblos y ciudades del sur de México, donde llegan al país la gran mayoría de las personas solicitantes de asilo, Tenosique no podía ofrecer el empleo formal y la estabilidad que él anhelaba para su familia.

Él y las demás personas refugiadas que descienden del autobús esperan encontrar esas cosas en Aguascalientes, una ciudad pequeña, pero en crecimiento, con unos sectores automovilístico y textil en auge y un pintoresco centro histórico de la época colonial. Es una de las 11 ciudades del centro y noreste de México donde se está reubicando a personas refugiadas procedentes del sur a través de un programa de integración dirigido por ACNUR. 

Nuevos comienzos

Desde su lanzamiento en 2016, el proyecto ha ayudado a más de 31.000 personas como Marcello a comenzar una nueva vida en ciudades mexicanas que pueden ofrecer condiciones de vida seguras y asequibles, oportunidades de empleo formal y acceso a servicios de educación y salud. Solo Aguascalientes ha recibido a 3.000 personas refugiadas y, cada dos semanas, autobuses como en el que llegó Marcello transportan a las personas recién llegadas.  

Pasan tres noches en un hotel, reciben información de ACNUR y sus socios sobre alojamiento, documentación y oportunidades de trabajo, y se les ayuda con necesidades específicas. Posteriormente, reciben una ayuda única en efectivo para cubrir su primer mes de alquiler y otros gastos.

Vista de una ciudad desde la azotea.

Vista de Aguascalientes, que ha acogido a 3.000 personas refugiadas a través del programa de integración.

Nohemi Enamorado*, de 35 años, se emociona cuando recuerda el momento, hace casi dos años, en que ella y su hija Melly, quien ahora tiene 13, llegaron en el autobús. “Fue muy bonito, y las personas eran agradables... pero llegar sola a un sitio nuevo es complicado”. 

“No sabía nada de la ciudad, todo lo que tenía era un poco de información de ACNUR”, cuenta. “Me hablaron de que Aguascalientes era segura y dije: 'Ése es el lugar'. La seguridad era cien por ciento mi prioridad número uno”. 

En San Pedro Sula, la segunda ciudad más grande de Honduras, Nohemi trabajaba en una división de investigación de la policía local. Cuando los huracanes azotaron el norte de Honduras en noviembre de 2020, había renunciado a su puesto y se había recalificado como profesora de educación física, pero eso no impidió que fuera acosada por las pandillas que se apoderaron de su barrio tras las dos catástrofes.

“Cuando tuvimos las inundaciones, las zonas bajas de San Pedro Sula fueron las más afectadas”, explica Nohemi. “Las personas se iban a los albergues y las pandillas invadían sus casas, así fue como se apoderaron de la zona donde yo vivía”. 

Los miembros de las pandillas empezaron a seguirla hasta su casa desde el gimnasio donde trabajaba y a amenazarla. Incluso después de dejar su trabajo y mudarse a casa de sus padres en otro barrio, seguía sintiéndose insegura y temiendo por su hija.  

Melly y ella cruzaron el sur de México desde Guatemala con la idea de seguir hasta Estados Unidos. “Pero me enteré del programa de ACNUR, así que pensé: está bien, al menos hay que intentarlo”.

Miles de ofertas de empleo

Durante sus primeros seis meses en Aguascalientes, Nohemi trabajó en varios restaurantes para salir adelante, pero eran empleos ocasionales sin prestaciones. En noviembre pasado, solicitó un empleo en la farmacia de una gran tienda y la contrataron. Es su primer trabajo formal en México, con seguro médico, horario establecido y un sueldo fijo.  

En Aguascalientes no escasean este tipo de empleos, de acuerdo con Ricardo Adrián Muñoz Díaz, de 51 años, fundador y Director General de Assoluto, fabricante de ropa. “Es una ciudad que está creciendo rápidamente. En los últimos 15 años han venido muchas empresas. En la industria textil hay miles de puestos vacantes”, señala desde su oficina, junto a la fábrica donde unos 100 trabajadores cosen camisetas tipo polo. 

Un hombre en una fábrica en la que trabajan mujeres con máquinas de coser.

Ricardo Adrián Muñoz Díaz, Director General de Assoluto, una empresa textil, contrató a una persona refugiada para trabajar en su fábrica y está dispuesto a contratar a más.

Su empresa es una de las que colaboran con ACNUR para ayudar a encontrar trabajo a la población refugiada. “Ayudamos a colocar a 50 personas al mes”, explica. “Siempre tenemos vacantes para quienes tienen experiencia y quieren establecerse aquí en Aguascalientes”. 

Daysi Cruz Martínez, de 46 años, encontró trabajo en la fábrica Assoluto unos seis meses después de llegar a la ciudad a través del programa de integración. “Ha dado un giro total a mi vida”, asegura.  

En Honduras, las pandillas presionaban a su hijo Allan para que vendiera droga. Cuando Daysi se enteró, tomó rápidamente la decisión de abandonar el país. “Fue muy duro dejarlo todo atrás. Pero si tuviera que volver a hacerlo, lo haría”.

Hacer música juntos

Allan, quien ahora tiene 18 años, acaba de terminar el bachillerato y quiere estudiar robótica o nanotecnología si la familia consigue el dinero para enviarlo a la universidad. Mientras tanto, él y su hermana Emeli, de 11 años, forman parte de una orquesta juvenil en el cercano barrio de Jesús María, que reúne a niños locales de entornos desfavorecidos y a jóvenes refugiados para aprender instrumentos y tocar música juntos.

Allan y Emeli tocan percusión: “Cualquier instrumento que se pueda golpear”, como explica Allan, aunque sus favoritos son los grandes tambores. “No salgo mucho, así que este es un momento para conectar con otras personas”, afirma.  

El programa de integración no está exento de dificultades: algunas de las personas refugiadas siguen luchando por abrir cuentas bancarias y encontrar lugares para sus hijos en las escuelas locales, mientras que otras optan por seguir adelante. Pero las evaluaciones llevadas a cabo por ACNUR en las ciudades de reubicación no han encontrado evidencia de discriminación o delitos contra la población refugiada. “Suelen encontrarse con personas muy amigables”, asegura Paola Monroy, de ACNUR. “Creo que si se comprometen, pueden tener una vida muy buena aquí”. 

“Quiero quedarme en México”

A Nohemi le ha sorprendido lo rápido que ha llegado a sentirse como en casa en Aguascalientes. “Nunca pensé que tendría una buena calidad de vida en tan poco tiempo”, señala. 

Aunque disfruta de su trabajo en la farmacia, está deseando volver a la enseñanza y está recibiendo ayuda de ACNUR para que se reconozca su cualificación en México.  

“Si me dedico a la educación, podré pasar más tiempo con mi hija”, afirma. “Ahora tiene 13 años y hay que prestarle mucha atención. Ojalá hubiera 28 horas para tener cuatro horas más con ella”.

Una niña está junto a una entrada en una calle oscura con un gato en brazos.

Melly, de 13 años, hija de Nohemi, frente a la casa que alquilan en Aguascalientes con su gato en brazos.

Con solo un día libre a la semana, intenta dedicarlo a entrenar a Melly, quien practica atletismo, y a asistir a sus competencias. Ha logrado adquirir algunos muebles para su pequeña casa en las afueras de Aguascalientes, así como un gato y una perrita traviesa llamada Bella, para que acompañen a Melly mientras ella trabaja. 

“Mi objetivo es quedarme aquí para siempre. Me gusta mucho esta ciudad, es muy segura y tranquila”, comenta, antes de añadir que tiene planes más grandes para Melly. “Me gustaría que estudiara en otro sitio para que tenga mejores oportunidades. Si tengo que mudarme con ella, lo haré”.  

“Pero quiero quedarme en México”, señala. “Quiero visitar a mis padres y a mi familia, pero no voy a volver a mi país. Si tengo que morir aquí, lo haré”. 

*Nombres cambiados por motivos de protección.