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La pasión por el fútbol empuja a una joven somalí al exilio

Historias

La pasión por el fútbol empuja a una joven somalí al exilio

For Maymun, the perfect future is not about conflict or power or even money. She only wants the chance to continue playing football and feeling joy. [for translation]
15 March 2012
Maymun, una joven madre refugiada, muestra sus habilidades con el balón en un campo de Yibuti.

CAMPO DE REFUGIADOS DE ALI ADDEH, Yibuti, 15 de marzo (ACNUR) – A Maymun Muhyadine Mohamed le encantaba correr y jugar al fútbol en las calles de Mogadiscio. Sus habilidades con el balón la llevaron a ganar una medalla y un trofeo en una competición local.

Pero Al Shabaab, la milicia somalí, vio su afición como un desafío. "Dijeron 'las mujeres no pueden practicar deportes. Tienes que dejar de jugar y ponerte el hiyab'" recuerda Maymun, que ahora vive en el campo de refugiados de Ali Addeh, en Yibuti.

Pero Maymun no no había dejado de ser musulmana. Llevaba la vestimenta islámica cuando no jugaba al fútbol. Pero cuando corría y maniobraba en el campo de juego, los largos vestidos le impedían moverse. A pesar de ello, le dijeron que si seguía practicando deportes sería ejecutada.

El año pasado, los militares ordenaron al marido de Maymun que controlara a su mujer. Pero Abdi Abu Bakar, de 23 años, veía lo feliz que el fútbol hacía a su mujer, así que les dijo que no se metieran en sus asuntos. Y de esta forma, como ocurre tan a menudo en Somalia, una noche atacaron su casa y su marido fue asesinado.

"Cuando mi marido murió estaba embarazada de cuatro meses" dijo. Antes de tomar la decisión de huir del país, Maymun esperó en Mogadiscio hasta que naciera su hija Fahima. Vendió su medalla y su trofeo por 30 dólares para conseguir el dinero necesario para huir de Somalia. Para ella fue como vender un trozo de su alma.

Maymun tenía que tomar una decisión: huir a los campos de refugiados de Dadaab, en Kenia, o hacer un viaje más largo hacia Yibuti. "Se estaban produciendo muchos combates en el camino hacia Dadaab y el trayecto hacia Yibuti parecía más seguro" dijo Maymun. Se subió a un camión con su bebé pero los 30 dólares no eran suficientes para llegar a la frontera.

Maymun tuvo que pedir ayuda porque temía que le pasara algo a ella y su bebé, y en el camino se topó con más generosidad de la que esperaba. Camiones llenos de verduras iban en dirección a Somaliland y Yibuti pero los conductores transportaban a supervivientes del conflicto que intentaban huir de Somalia.

Cuando llegó a la frontera con Yibuti le sorprendió otro acontecimiento: muchos de los que abandonaban Somalia tenían planes de viajar por el Mar Rojo para trabajar en Yemen y Arabia Saudí.

"38 personas cruzamos la frontera" dijo, añadiendo que 31 de ellas optaron por continuar en barco hasta Yemen, pero Maymun no quiso correr el riesgo de embarcarse en un viaje tan peligroso. Era madre de un bebé y por fin había logrado volver a tener un poco de normalidad en su vida. "Las agencias de refugiados me dieron asistencia en este país (Yibuti)" dijo, "no quiero morir en el mar".

Maymun asiste por la mañana a una escuela de primaria en el campo de Ali Addeh y por la tarde juega al fútbol con los chicos. Los traficantes han venido al campo para tratar de convencer a los refugiados para que viajen a Yemen o al Golfo Pérsico atrayéndoles con promesas de trabajos bien pagados como sirvientes. Pero Maymun sigue negándose. Como muchos refugiados que han salido de Somalia, ella querría ser reasentada en un tercer país. Quiere realizar este proceso de forma legal y segura.

Pero ante todo, lo que ella no quiere perder en esta vida es la alegría. Todavía recuerda el día en que su marido fue asesinado y el momento en que tuvo que vender sus valiosos trofeos deportivos para huir de la violencia y los bombardeos. "Si Dios quiere, si alguna vez gano una medalla o un trofeo de nuevo nunca lo venderé" dice. "Lo guardaré en un lugar seguro y se lo enseñaré a mis hijos cuando crezcan".

Para Maymun el futuro perfecto no está relacionado con el conflicto, el poder o la seguridad económica. "No quiero dinero. No necesito dinero" dice. "Sólo quiero tener la oportunidad de seguir jugando al fútbol y ser feliz"

Por Greg Beals y Charlemagne Kekou Akan en el campo de refugiados de Ali Addeh, Yibuti