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Somalíes que huyen de la sequía y el conflicto aumentan la población de los campamentos de Dadaab, en Kenia

Dos mujeres, una de ellas con un bebé en brazos, frente a un alojamiento
Historias

Somalíes que huyen de la sequía y el conflicto aumentan la población de los campamentos de Dadaab, en Kenia

La falta de lluvias y el persistente conflicto han empujado a más de 110.000 somalíes a cruzar la frontera en los últimos dos años hacia los campamentos kenianos, que ya luchaban contra la sequía.
28 February 2023
Shamsa Amin Ali, de 38 años, y su madre Muslimo Ali Ibeahim, de 82, llegaron al campamento de Dadaab, en Kenia, en marzo de 2022 tras huir de los efectos de la sequía en Somalia.

Durante gran parte de su vida adulta, Shamsa Amin Ali ha tenido que enfrentar las escasas lluvias que marchitaban sus cultivos, causaban la muerte de su ganado y la desplazaban a ella y a su familia dentro de Somalia. Pero ante la incesante sequía que azota la región del Cuerno de África desde hace tres años, su resistencia llegó al límite.

“En sequías anteriores, nos trasladábamos a ciudades cercanas y volvíamos cuando llegaban las lluvias, pero esta sequía es la peor que hemos visto nunca”, explicó esta mujer de 38 años, madre de diez hijos y originaria de Saacow, localidad del sur de Somalia.

Hace unos 18 meses, finalmente perdió la esperanza de que volvieran las ansiadas lluvias y emprendió el largo y difícil viaje con sus hijos para ponerse a salvo en Kenia.

“Caminamos durante ocho días para llegar hasta aquí. No había nada para alimentar a mis hijos. Lloraban, lloraban y lloraban”, contó Ali. “En algún momento pensé en quitarme la vida en lugar de verlos morir de hambre frente a mí”.

La madre de Ali, de 82 años, explica que la sequía actual supera cualquier otra que recuerde. “Nunca había sufrido una sequía así. Me obligó a huir de mi país en busca de comida”.

En los últimos años, más de 110.000 somalíes han llegado a los campamentos de Dadaab, en Kenia, arrastrados por una devastadora combinación de conflicto y sequía en busca de alimentos, agua y seguridad.

La región del Cuerno de África, que incluye Etiopía, Somalia y Kenia, se enfrenta a la sequía más larga y grave de los últimos 40 años. El fracaso sin precedentes de cinco temporadas de lluvias consecutivas está llevando a millones de personas a la hambruna.

“Shamsa y su familia, al igual que otras personas refugiadas somalíes que han llegado aquí, son víctimas de esta mezcla de elementos tóxicos: cambio climático, conflicto y desplazamiento”, declaró Joung-ah Ghedini-Williams, Directora del Servicio Global de Comunicaciones de ACNUR, quien visitó Dadaab recientemente.

“Sufren aquí por cosas que están totalmente fuera de su control, cosas que ellos no han creado”, agregó.

Guuray Abdi, de 68 años, explicó que había soportado 30 años de conflicto en Somalia, pero que no había forma de soportar el hambre. La sequía destruyó las cosechas de su familia y provocó la muerte de todo su ganado.

“Imagínate no poder alimentar a tus hijos...”

Describió los huesos de animales muertos esparcidos por el paisaje seco de Bu'ale, su ciudad natal del sur, como “montones de piedras blancas”.

“La sequía es peor que el actual conflicto en Somalia, hace la vida aún más difícil. Imagínate no poder alimentar a tus hijos y que se duerman con el estómago hambriento”, relató Abdi.

“Hubo combates en mi pueblo. Mi familiar y su hijo murieron y sus hijos huyeron a Etiopía. Pero cuando la sequía se llevó lo que quedaba de nuestras cosechas, no tuvimos más remedio que huir a Kenia”, añadió.

Con las nuevas llegadas, la población de Dadaab ha aumentado a más de 320.000 personas refugiadas, lo que ejerce presión sobre unos recursos ya desbordados. ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, y sus socios se esfuerzan por brindar la asistencia que tanto necesitan, como agua, alimentos, atención de salud y otros servicios vitales a la población más vulnerable, incluida la niñez, que es una de las más afectadas.

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“El pasado diciembre, más de 3.000 niñas y niños menores de cinco años recibieron tratamiento por desnutrición. Los internados en las salas de pediatría se han duplicado en un año”, declaró Lorraine Dalizu Ombech, Oficial de Protección de ACNUR en Dadaab.

“Junto con nuestros socios, hemos establecido servicios críticos de protección de la niñez, incluidas intervenciones nutricionales de alto impacto para mujeres embarazadas y lactantes, lactantes y niños pequeños. Los niños inocentes de Somalia merecen un comienzo saludable en la vida. Se lo debemos a las niñas, los niños y las mujeres de Somalia, que siguen soportando el peso del largo conflicto y las sequías cíclicas”.

Los campamentos de Dadaab se establecieron por primera vez en la década de 1990 para acoger a cerca de 90.000 personas refugiadas somalíes que huían de la guerra civil del país, pero desde entonces han crecido hasta convertirse en uno de los mayores asentamientos de refugiados del mundo. Abdullahi Ali formó parte del primer grupo de refugiados que llegó al campamento siendo un niño. Ahora tiene 40 años y trabaja como líder comunitario ayudando a las personas recién llegadas a instalarse.

“Las personas refugiadas en Dadaab han pasado por muchas dificultades. Pero nada comparado con lo que están pasando hoy”, declaró Ali. “Quienes llevamos más tiempo aquí estamos ayudando a los recién llegados. Necesitan alojamiento, comida, agua y servicios de salud. Hacemos todo lo posible por compartir lo que podemos con las personas recién llegadas, pero no podemos hacer mucho”.

Aunque los nuevos desplazados como Ali esperaban inicialmente que su estancia en Dadaab fuera temporal, las previsiones de una sexta temporada de lluvias fallida hacen que las expectativas de regresar a sus granjas sean muy escasas.

“No puedo volver a Somalia porque los obstáculos siguen ahí”, señaló Ali. “La sequía sigue ahí. Mi granja, mis animales e incluso mi casa han sido destruidos, así que no hay nada por lo que volver”.

Añadió que, debido al cambio climático, los patrones meteorológicos se han vuelto más impredecibles. “A veces llueve, a veces no llueve. El clima se vuelve muy duro”.

“No podemos permitirnos ver cómo las niñas y los niños mueren de hambre”, declaró Ghedini-Williams. “Los habitantes de Dadaab y millones de familias desplazadas de la región del Cuerno de África que fueron desarraigadas de sus hogares por el cambio climático merecen asistencia y protección. Debemos unirnos para hacer todo lo que podamos para salvar vidas y ayudar a las comunidades a recuperarse y reconstruirse”.

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