Mujeres refugiadas de Sudán desafían las adversidades para reconstruir sus vidas en Chad
Mujeres refugiadas de Sudán desafían las adversidades para reconstruir sus vidas en Chad

Tras una traumática huida de Darfur occidental, Fatima Zakaria vive ahora en el asentamiento de refugiados de Aboutengue, Chad oriental, donde ha fundado una asociación para mujeres refugiadas.
La vida de Fatima Zakaria cambió para siempre cuando su ciudad natal de El Geneina, en Darfur occidental, fue atacada en junio de 2023. Esta licenciada de 27 años estaba forjándose un futuro prometedor, ejerciendo como trabajadora social en el Ministerio de Asuntos Sociales y con la esperanza de avanzar en sus estudios, antes de que esos sueños se vieran bruscamente truncados.
“Estábamos dispersos. Mi familia huyó en distintas direcciones y yo me separé de mi madre y de algunos de mis hermanos”, recuerda.
Huyó con el resto de su familia hacia Chad hasta que unos hombres armados los detuvieron cerca de la frontera. “ Asesinaron a mi padre, a mi esposo y a mis tres hermanos delante de mis ojos, y a mí me dispararon en la pierna derecha”, cuenta.
No habría sobrevivido de no ser por otras familias que la ayudaron a cruzar a Chad y llegar a la ciudad fronteriza de Adré, donde recibió tratamiento. Más tarde fue trasladada al asentamiento de refugiados de Aboutengue, donde, al cabo de 20 días, encontró a su madre y a sus otros hermanos.
“Me enteré de que mi madre y mis hermanos seguían vivos, gracias a Dios. Pensaba que los habían matado a todos y que me había quedado sola en este mundo”, explica.
Durante dos años, la guerra en Sudán ha desatado un sufrimiento incesante, violencia y desplazamientos masivos, forzando a casi 13 millones de personas a abandonar sus hogares, de los cuales 3,9 millones han huido a países vecinos. Fatima forma parte de las más de 844.000 personas refugiadas sudanesas que han buscado protección en Chad oriental desde abril de 2023. Solo en el último mes, más de 68.000 refugiados han llegado a las provincias de Wadi Fira y Ennedi Est, con un promedio de 1.400 personas cruzando la frontera diariamente en los últimos días, de acuerdo con ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados. La gran mayoría son mujeres y niñas que cargan con el peso de sus traumas mientras intentan sobrevivir en una tierra desconocida.
Crear esperanza y unidad
A pesar de soportar las duras realidades de la guerra, Fatima estaba decidida no solo a reconstruir su vida, sino también a apoyar a otras mujeres de su comunidad. Inmediatamente después de recuperarse de su lesión, movilizó a otras mujeres refugiadas y formó una asociación que reúne a varios grupos de mujeres del asentamiento. Llevan a cabo actividades que generan ingresos, como artesanías, fabricación de incienso y perfumes tradicionales, y tejido de cestas.
“La mayoría de estas mujeres son viudas, algunas perdieron a sus esposos delante de sus ojos y otras desconocen su paradero”, explica Fatima. “Formé [la asociación] para capacitarlas sobre cómo generar ingresos en el campamento”.
Convirtió su pequeña casa en un centro donde la asociación celebra reuniones semanales para compartir ideas y experiencias, y debatir los retos a los que se enfrentan. La reunión también sirve de plataforma donde cualquier mujer del asentamiento es bienvenida para hablar de sus problemas y recibir apoyo emocional.

Fatima dirige una reunión de la asociación de mujeres que creó en su alojamiento del asentamiento de refugiados de Aboutengue.
“Ahora han superado la barrera del miedo y la ansiedad”, comenta Fatima. “Lo que veo ahora, gracias a Dios, es que las mujeres pueden adaptarse a su nueva situación y criar a sus hijos... con la esperanza de un mañana mejor, y de que la situación cambie y un día puedan volver a casa”.
Nuevos comienzos
Este espíritu de esperanza y resiliencia entre las refugiadas sudanesas irradia por todo Chad oriental. Por ejemplo, Radwa Abdelkarim, de 37 años y madre de seis hijos, tenía un próspero negocio en El Geneina, su ciudad natal.
“Solía vender combustible y otros productos, y abastecía a los comerciantes locales... [Pero] la guerra se lo llevó todo”, explica. “Perdimos nuestro dinero, a nuestros familiares y vecinos. A algunos los asesinaron, otros desaparecieron y siguen en paradero desconocido”.
Tras huir a Chad en junio de 2023, combinó sus habilidades empresariales con la ayuda en efectivo de ACNUR para empezar a hornear y vender pan en su casa del asentamiento de refugiados de Farchana. Poco a poco fue ampliando el negocio hasta abrir dos tiendas de comestibles y un restaurante. Ahora emplea a 12 compañeras refugiadas, lo que demuestra que, incluso ante grandes adversidades, es posible empezar de nuevo.
“Me gusta ayudar a las personas porque todos necesitamos apoyo”, afirma. “Por eso apoyo [a mis compañeras refugiadas], para que podamos crecer juntas y nadie se quede atrás... es importante estar al lado de nuestros hermanos y hermanas, para ayudarles a sanar”.
De vuelta en Aboutengue, en una reciente tarde soleada, Fatima preside la reunión semanal de la asociación de mujeres en una pequeña habitación de su casa, que ahora sirve de sede al grupo. Se exponen algunos de sus productos, como coloridas cestas tejidas y una variedad de bakhour [incienso] tradicional que, al quemarse, desprende un rico humo fragante que mantiene vivos sus sueños y recuerdos del hogar.
Además de retribuir a su comunidad, Fatima no ha renunciado a su sueño de seguir estudiando. “Quiero avanzar en mis estudios para poder cuidar de mi madre, quien es viuda como yo, y de mis hermanas, quienes enfrentan una situación similar... la educación nos ayudará a largo plazo”, asegura.