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Superar la crisis: Seguridad y empoderamiento de los refugiados en Dadaab

Historias

Superar la crisis: Seguridad y empoderamiento de los refugiados en Dadaab

UNHCR, its partners and the refugee community adapt to a new reality in the world's biggest refugee camp in Kenya. [for translation]
26 April 2012
Una mujer recién llegada de Somalia sostiene a su hijo en el centro de alimentación terapéutica en el hospital de GIZ en el campamento de Ifo.

CAMPAMENTO DE IFO, Kenia, 26 de abril (ACNUR) – Hace varias semanas, Camilla Mohamed Ali, de ocho años de edad, llegó al hospital en estado de coma, con un agudo cuadro de desnutrición y con edemas. Durante semanas atravesó momentos muy delicados y angustiantes, hubo días en los cuales se debatía entre la vida y la muerte.

Los médicos y enfermeras la trataban como si cada respiro pudiera ser el último. Ella se mantuvo con vida con fórmulas especiales y cuidados constantes. Los médicos le colocaron un tubo en la nariz que le permitió tomar alimentos. Después de dos semanas comenzó a mostrar signos de consciencia. Ahora ha superado la crisis y está despierta, pero – con 10 kilogramos – todavía tiene el peso promedio de un niño de un año.

"Ella ha progresado mucho, porque cuando llegó pensé que podía ser un caso perdido", dijo Julius Gichunju Ndirangu, de 32 años; enfermero y nutricionista del hospital del campamento de Ifo, en Dadaab, administrado por la Sociedad alemana para la Cooperación Internacional (GIZ), que ayudó a cuidar de la niña. "La mayor satisfacción y que ningún salario puede pagar es verla volver de la muerte", agregó.

También los funcionarios del ACNUR y los refugiados que trabajan y viven en el extenso complejo de campamentos en las afueras de Dabaad se sienten como si hubieran sobrevivido a una crisis. El año pasado, han hecho frente a la que probablemente fue la mayor crisis en los veinte años de existencia del campamento. Han tenido que enfrentar el secuestro de tres trabajadores de ONG, ataques contra los vehículos de agencias humanitarias y la muerte de algunos policías y líderes de los refugiados. La crisis les enseñó valiosas lecciones sobre la importancia de su trabajo y el rol crucial que tienen los refugiados en su propio bienestar.

En los últimos meses, la situación de seguridad en Dabbad se ha mantenido estable, los funcionarios del ACNUR y sus socios trabajan en los campamentos todos los días para suplir las necesidades de la comunidad. Es un fuerte contraste con el trece de octubre del año pasado, cuando dos trabajadores humanitarios españoles, encargados de logísticas en Médicos Sin Fronteras, fueron secuestrados y su conductor abaleado en el campamento de Ifo.

El campamento fue inmediatamente cerrado mientras militares Kenianos cruzaron la frontera de Somalia persiguiendo a miembros de Al-Shabaab. A principios de noviembre un vehículo de la policía que viajaba de Hagadera al campamento de Dadaab, golpeó un artefacto explosivo improvisado, que detonó. El 5 de diciembre, un policía murió y otros tres resultaron heridos por una explosión en el campamento de Ifo.

Luego, el 29 de diciembre, un líder de refugiados recibió varios disparos cuando entraba en el complejo. La víctima fue trasladada a un hospital de campaña y más tarde murió cuando era evacuado a Nairobi, la capital de Kenia. El 1 de enero, un segundo líder de refugiados fue asesinato a tiros.

El hospital manejado por GIZ en Ifo fue una de las instituciones sometidas a más presión durante la crisis. Una evacuación cautelar del hospital se llevó a cabo, pero el personal permanente estaba de guardia para emergencias. Refugiados con experiencia en enfermería se ocuparon del mantenimiento del as instalaciones. "Los pacientes eran muchos y el personal muy poco", dice Faisal Abdulahi Nunow, una enfermera de 23 años. "Nosotros éramos refugiados pero estábamos tratando de hacer lo mejor posible", agregó.

Cuando el personal evacuado regresó se enfrentó a una avalancha de pacientes. El centro de estabilización, que tiene por objeto el tratamiento de niños con desnutrición severa, estaba al tope. El personal del hospital trabajó 22 horas al día atendiendo a los pacientes, con trepidación y al borde del agotamiento. Los mismos pacientes fueron cerraban las puertas y las ventanas, por temor a quienes pudieran estar en las calles. Pero el trabajó continuó. Una enfermera tuvo que ser hospitalizada por un edema por estar de pie durante largas horas.

"A veces piensas ¿Por qué arriesgo mi vida? Dijo la enfermera Ndirangu. "Entonces ves al paciente que está mirándote. La muerte está lista par pedir su vida. Y te dices a ti misma, si dejo a mis pacientes no podré vivir con eso".

Mientras el hospital entró en funcionamiento otra vez, el suministro de otros servicios básicos tampoco pudo ser suspendido. El ACNUR y sus socios continuaron con la entrega de alimentos y otros artículos esenciales. Mientras tanto, un grupo de líderes religiosos se encargaron de cuidar a los más vulnerables. Se pusieron en contacto los miembros de la diáspora somalí en Nairobi y Garissa, para garantizar que los alimentos continuaran llegando hacia el campamento, así como los otros suministros proporcionados por el ACNUR y los socios.

Hemos trabajado con las madres solteras y los que son de edad avanzada", dice Shimsuddin Mohamed Abdi, de 45 años, un líder religioso del campamento Dagahaley, quien está a cargo del equipo de respuesta y control de emergencias de la comunidad del campamento. "Nosotros estuvimos dando de comer a 3.500 familias cada semana".

La continuidad de los suministros de socorro y la intensificación del liderazgo de los refugiados tuvo un efecto tranquilizador en una comunidad que en ocasiones temió ser abandonada. Cuando al personal del ACNUR se le permitió regresar a los campamentos, lo primero en el orden del día era escuchar las preocupaciones de la comunidad y ofrecer apoyo.

Mientras tanto, la agencia tuvo que desarrollar métodos para comenzar a abordar el nuevo entorno de seguridad. La seguridad fue reforzada para proteger los centros críticos como los hospitales. Un equipo del Servicio de Acción contra la Minas de las Naciones Unidas (UNMAS) comenzó a enseñar al personal del ACNUR y a los trabajadores de la ONG cómo detectar un artefacto explosivo improvisado. "La idea es darle a las personas la información y el conocimiento básico que se necesita para que cuando están en el campamento se pueda trabajar con mayor conciencia y confianza", dijo James Wilson, entrenador de los UNMAS.

La capacitación fue parte de un plan de portada más amplia, encabezado por el ACNUR, llamado Plan de Continuidad Operacional, elaborado para hacer frente a posibles interrupciones en futuro. El plan requiere nuevos enfoques en la prestación de servicios básicos con diferentes niveles de dotación de personal y una formación más completa de los refugiados para proporcionar estos servicios en los campamentos.

"Tenemos que continuar con las operaciones a pesar de las limitaciones de seguridad que tengamos en el futuro", dijo Fafa Attidzan, jefe de la oficina del ACNUR en Dadaab. "Eso con base la reciente experiencia de trabajadores humanitarios de diferentes agencias obligados a permanecer en sus alojamientos debido a la falta de seguridad. La idea es asegurar que somos capaces de prestar los servicios necesarios sin importar las circunstancias".

Por Greg Beals, en Dadaab, Kenia