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Trabajadores comunitarios desafían las barreras para ayudar a supervivientes de violencia en la RDC

Historias

Trabajadores comunitarios desafían las barreras para ayudar a supervivientes de violencia en la RDC

Lidia Ajuwa forma parte de un grupo de trabajadores que recorre kilómetros para llegar a las supervivientes de la violencia sexual y de los ataques a las comunidades desplazadas al este de la RDC, poniéndolas en contacto con una ayuda vital.
10 March 2022
Lidia Ajuwa, de 30 años, en la aldea de Kibarizo, en la provincia de Kivu del Norte, al este de la República Democrática del Congo.

Cuando Lidia Ajuwa, de 30 años, baja la colina de Kibarizo, una remota aldea de la provincia de Kivu del Norte, al este de la República Democrática del Congo (RDC), es recibida con sonrisas al pasar por hileras de pequeñas casas con paja. Su rostro resulta familiar y amistoso en una región que durante años ha luchado contra la inseguridad.


Ha caminado durante horas por caminos de lodo intransitables para llegar a la casa de Agizo*, una mujer de 38 años desplazada por la violencia, quien fue abusada sexualmente cuando hombres armados atacaron el pueblo unas noches antes.

“No sé de dónde vinieron. Mataron a mi esposo y luego cinco de ellos abusaron de mi. Me quedé ahí gritando de dolor, sin que nadie me ayudara”, murmura.

Lidia escucha atentamente, anotando en su cuaderno. Una vez que Agizo termina de relatar los desgarradores detalles, Lidia la remite a un centro de salud a unos 20 kilómetros de distancia para que reciba atención médica y psicológica, y le da dinero para el transporte.

“Cada historia tiene un humano detrás...”

Para Lidia, este es un día típico de trabajo como monitora de protección para INTERSOS, socio de ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados. Desde que comenzó en 2019, a menudo ha estado entre el equipo de las primeras personas en responder ante casos de violencia sexual y otras violaciones de los derechos humanos contra personas ya desplazadas de sus hogares por la larga historia de conflictos de esta región.

El “estado de sitio” aplicado por las autoridades congoleñas en las provincias de Kivu del Norte e Ituri desde mayo de 2021 tenía como objetivo frenar la anarquía y la violencia perpetradas por innumerables grupos armados. Sin embargo, la medida solo ha dado un respiro limitado a la ciudadanía local en medio de continuos brotes de violencia.

“Todos los días escucho historias como la de Agizo”, comparte Lidia. “Cada historia tiene un humano detrás, que pasa por un sufrimiento que muchos de nosotros no podríamos imaginar que existe. Siendo yo misma una mujer, también siento miedo porque sé que esto también me puede pasar a mí”.

Ella y otras 77 personas encargadas de realizar monitoreos de protección, que trabajan en esta vasta región atraviesan terrenos difíciles y peligros frecuentes para llegar a las personas necesitadas, poniéndolas en contacto con la asistencia vital que brindan ACNUR y sus socios, incluida la atención médica, la justicia legal y el apoyo psicosocial.

“Nuestro trabajo es complejo y nuestra respuesta se basa en lo que es posible”, explica Lidia. “Si hay una solución in situ, brindamos ayuda de inmediato, pero a menudo trabajamos en zonas remotas, donde tenemos que remitir a la víctima a un lugar donde pueda recibir asistencia, por ejemplo, médica”.

Dado que muchas de las zonas en las que trabajan son inaccesibles incluso en moto, Lidia y sus colegas suelen recorrer largas distancias a pie, exponiéndose a la amenaza de la violencia o el secuestro en zonas controladas por diversos grupos armados.

Lidia camina para reunirse con personas supervivientes de un reciente ataque en Kibarizo en su papel de monitora de protección para INTERSOS, socio del ACNUR.

“A veces, la violencia nos impide llegar a nuestro destino”, explica. “Tengo que vigilar mis pasos, o podría también ser una víctima”.

Cada semana, personas como Lidia registran cientos de incidentes contra la población civil en el este de la RDC. Durante 2021, ACNUR, a través de INTERSOS, registró más de 65.000 abusos de los derechos humanos solo en el este del país. Más de 5,6 millones de personas congoleñas estaban desplazadas internamente a finales de 2021, la mayoría en las cuatro provincias orientales de Kivu del Norte y del Sur, Ituri y Tangana.

Obed*, de 25 años, nunca olvidará el día de 2020 en que quedó atrapado en el fuego cruzado entre dos grupos armados.

“No podíamos escapar de los combates, estábamos tirados en el suelo mientras las balas volaban sobre nosotros”, recuerda. “En algún momento, me di cuenta de que mi pie se había hinchado y me di cuenta de que me habían disparado”.

Lidia se enteró del ataque y se dirigió a la casa de Obed una vez que los combates habían cesado. Junto con un colega, llevaron a Obed a un dispensario del pueblo, pero no había medicamentos, así que pagaron una motocicleta para llevarlo al siguiente pueblo para que recibiera tratamiento.

“Lidia y su colega me ayudaron mucho”, asegura Obed. “Solo puedo agradecerles, porque sin su ayuda habría muerto”.

Obed*, de 25 años, quien recibió un disparo durante un ataque en 2020, se sienta con su familia afuera de su casa en Kibarizo.

ACNUR lidera la respuesta de protección para las personas desplazadas internas en la RDC, coordinando los esfuerzos conjuntos con otras agencias de la ONU y organizaciones asociadas como INTERSOS para ayudar a los necesitados.

Alexis Baruti, Asociado de Protección de ACNUR con sede en Goma, destaca el papel crucial que desempeñan Lidia y otros monitores de protección en la región.

“Al responder a las alertas de protección, personas como Lidia pueden poner en contacto a las personas supervivientes con los servicios que salvan vidas y mejorar la protección general de los derechos humanos de las comunidades de la región”, afirma.

Recolectar información sobre violaciones a los derechos humanos y otros incidentes de protección de forma sistemática permite analizar las tendencias por regiones y sectores, revelando algunos de los factores impulsores como las tensiones interétnicas, la impunidad de los perpetradores y el abuso de poder.

ACNUR también recolecta alertas de otros socios para disponer de datos completos sobre las violaciones de los derechos humanos en las zonas que acogen personas desplazadas internas.

“De esta manera, podemos abogar por acciones y respuestas adecuadas entre la comunidad humanitaria”, añade Baruti.

En una región todavía asediada por la violencia y la inseguridad, el trabajo de Lidia nunca termina del todo. Pero cuando se desplaza a otro lugar, le motiva saber que por cada persona a la que ayuda está marcando la diferencia.

“Lo que me gusta de este trabajo es que puedo contribuir a la lucha de mi pueblo y ayudar a que la ley sea una realidad para ellos”.

* Nombres cambiados por motivos de protección.

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