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Las víctimas del LRA en la República Centroafricana sueñan con la desaparición de Kony

Comunicados de prensa

Las víctimas del LRA en la República Centroafricana sueñan con la desaparición de Kony

Djerassem Mbaiorem, responsable de Relaciones Externas, visitó recientemente una zona de la República Centroafricana en la que opera el LRA.
3 May 2012
Los niños asisten a clase bajo los árboles en las proximidades de la ciudad de Zemio. Se vieron obligados a huir de sus aldeas ante el avance del Ejército de Resistencia del Señor.

OBO, República Centroafricana, 3 de mayo (ACNUR) – El Ejército de Resistencia del Señor (LRA) lleva años sembrando el terror en la región sudoriental de la República Centroafricana y, a consecuencia de ellos, miles de personas se han visto obligadas a buscar protección en ciudades como Obo. Pero desde que, el pasado mes de octubre, fuerzas especiales de los Estados Unidos se desplegaron en la zona, sus habitantes esperan que la situación cambie y que Joseph Kony, dirigente del LRA, sea capturado.

Durante una visita que realicé recientemente a la prefectura de Haut-Mbomou, viajé cientos de kilómetros escoltado por militares y puede ver algunos testimonios del terror y la destrucción sembrados por el LRA.

De las 21 aldeas que visitamos, 15 habían quedado desiertas tras los ataques del grupo rebelde de Uganda, que también opera en Sudán del Sur y en la República Democrática del Congo. Los rebeldes se habían apoderado de las escasas pertenencias de los habitantes de las aldeas, habían secuestrado a algunos de ellos y asesinado a otros, habían quemado las casas y habían dejado a su paso una estela de destrucción. Los supervivientes habían huido buscando una relativa seguridad en las ciudades.

En la aldea de Nguili Nguili, situada a 12 kilómetros de Obo, la capital de Haut-Mbomou, dejamos atrás las ruinas carbonizadas de las viviendas y los graneros junto a casas desiertas y en ruinas que habían quedado a merced de los elementos. Solo el gorjeo de los pájaros y el rumor de las hojas caídas rompían el silencio. Era como si estuviéramos en un cementerio.

"El LRA está ahí fuera", decía Jean, residente en la aldea de Maboussou, señalando al monte. Maboussou ha sido atacada tres veces por los rebeldes, a los que los habitantes del lugar denominan "Tongo Tongo". La mayoría de los aldeanos se han marchado a las ciudades de Zemio o Mboki, pero algunos con familias grandes, como Jean y Marius, decidieron quedarse. "Estamos en la aldea durante el día y por la noche dormimos en el monte", nos explicaba Marius.

La presencia del LRA ha sembrado la desolación en una región en la que en otro tiempo había oasis de vida humana. Durante la travesía del camino de 1.300 kilómetros que atraviesa la sabana desde Zemio a Obo no nos cruzamos con ningún otro vehículo ni bicicleta. A los habitantes les da miedo viajar y era evidente que necesitábamos escolta.

Más adelante, en la confluencia con la desviación hacia Tanango, Paul, conductor del ACNUR, explicó: "Esta es una de las rutas utilizadas por el LRA. Este camino llega hasta la República Democrática del Congo y aquel hasta Sudán del Sur".

A finales de marzo, Melissa Fleming, principal portavoz del ACNUR, dijo a los periodistas que, según fuentes del ejército de la República Centroafricana, en el mes de enero, el LRA había reanudado los ataques en este país, tras una tregua de nueve meses. Durante los ataques en la región sudoriental habían perdido la vida 4 personas y otras 31 habían sido secuestradas.

Sin embargo, aunque la seguridad en general seguía siendo precaria, Obo era una excepción, dado que en esta ciudad la situación había mejorado desde que fueron enviadas allí tropas estadounidenses para apoyar las acciones del ejército conjunto de la República Centroafricana y de Uganda encaminadas a capturar al LRA.

El día anterior a nuestro viaje conocí a Pierre y Raphael, dos jóvenes que habían huido recientemente del Ejército de Resistencia del Señor. Ambos habían sido secuestrados durante un ataque a Obo en la noche del 6 de marzo de 2008 y habían estado más de un año en el LRA hasta que lograron escapar en el transcurso de un ataque contra el ejército congoleño.

Las ruinas de una casa quemada por los soldados del LRA en la aldea de Nguili-Nguili, situada a 12 kilómetros de la ciudad de Obo.

"Llegué a la República Democrática del Congo con un grupo liderado por uno de los comandantes de Joseph Kony. Una vez allí, nos obligaron a mí y a otros dos jóvenes a golpear hasta la muerte a 15 soldados congoleños que habían capturado", nos dijo Pierre con el rostro bañado en sudor. "Nunca pensé que sería capaz de hacer cosas tan terribles", añadió.

Raphael, que trabajaba como enfermero, fue a parar a la base del propio Kony y nos contó que fue médico personal del dirigente del LRA. "Un día estaba cuidando a una mujer muy enferma, que también había sido secuestrada. Entonces llegaron los soldados de Kony y me llevaron ante él y él decidió que yo sería su médico personal", recordaba.

"Aprendí acholi, una lengua de Uganda, y a menudo visité otras bases del LRA para cuidar a los enfermos. Atacábamos aldeas para conseguir provisiones y secuestrar a sus habitantes para que cultivaran maíz, cacahuetes y boniatos para nosotros. Sometieron a las mujeres a esclavitud sexual", nos dijo Raphael.

Pierre y Raphael son 2 de las más de 400 personas que han huido o han sido rescatadas del LRA en la región sudoriental de la República Centroafricana desde el año 2009. Todos tienen historias terribles.

Actualmente, los habitantes de la región sudoriental se han convertido en rehenes dentro de sus propias aldeas. No pueden desplazarse con seguridad más allá de un radio de cinco kilómetros fuera de sus hogares. Solo en Obo y sus alrededores tienen las personas más libertad de movimiento. Gracias a las patrullas de los ejércitos de la República Centro Africana y Uganda, con el apoyo de asesores militares estadounidenses, las autoridades locales han podido garantizar la seguridad en un radio de 25 kilómetros.

Inseguridad significa que las personas no pueden hacer una vida normal cultivando sus tierras, cazando, pescando y comerciando, y, debido a ello, se encuentran en una situación muy vulnerable. Sin embargo, todos tienen algo en común: la esperanza de que Joseph Kony sea por fin detenido.

Por Djerassem Mbaiorem en Obo, República Centroafricana