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Lágrimas y mandiocas: Feliz regreso a casa en Burundi tras una vida en el exilio

Historias

Lágrimas y mandiocas: Feliz regreso a casa en Burundi tras una vida en el exilio

A Burundian who fled to Tanzania as a teenager takes a step into the unknown as he brings his family "home" to a place none of them know. [for translation]
3 December 2012
Feliyaza Bucumi (derecha), de 30 años, que había vivido como refugiado en Tanzania desde que tenía 15 años, recibe la bienvenida de su hermano en la aldea de Muyange, al sur de Burundi.

MUYANGE, Burundi, 3 de diciembre (ACNUR) – Después de pasar media vida en el exilio, Feliyaza Bucumi, de 30 años, finalmente ha logrado traer a su hogar ancestral a sus seis hijos y a su mujer, de 28 años, y que está embarazada. "Cuando hablábamos de Burundi, creían que era un cuento de hadas", dice con una sonrisa Feliyaza, señalando a sus hijos, que se encuentran a su alrededor y que tienen entre uno y diez años.

Aunque nacieron como refugiados en Tanzania, "los niños me pidieron que volviésemos a casa", a Burundi, nos cuenta en un centro de tránsito gestionado por ACNUR mientras la familia se prepara para subir a bordo de un camión para emprender la última parte del trayecto hacia su aldea de Muyange, en la comunidad de Nyanza-Lac.

Es una de las tres áreas de las que proceden la mayor parte de los 17.000 antiguos refugiados que han regresado desde el campo de Mtabila desde finales de octubre con la ayuda de ACNUR después de que el gobierno de Tanzania señalara que los 37.500 burundeses que vivían en el campo tenían que marcharse antes de final de año. A otros 2.715 se les permitió permanecer en Tanzania como refugiados hasta que se encuentre una solución duradera para ellos.

Feliyaza sólo tenía 15 años cuando huyó a Tanzania, siendo uno de los cientos de miles de personas que huyeron de la guerra civil de Burundi en la década de los 90. Con el paso de los años, la Agencia de la ONU para los Refugiados ha ayudado a más de un millón de refugiados a retornar y a rehacer sus vidas en Burundi, y ahora está ayudando a los últimos a regresar y a reintegrarse. Esto incluye miles de niños, como los suyos, que nacieron en el extranjero y nunca han visto su supuesta patria.

Sentado en el centro de tránsito de Mabanda donde su familia ha comido una comida caliente, la principal preocupación de Feliyaza es su mujer embarazada, Vastina, que viajará a su aldea natal separada del resto en una camioneta de ACNUR.

"Soy muy feliz y no tengo problemas, tan sólo me preocupa mi mujer, porque está embarazada de siete meses", dice. El viaje de cuatro horas en autobús desde Tanzania ha sido duro para ella; lo único que decía era: "Estoy muy cansada".

A su llegada a Muyange, la familia se reencontró con el hermano de Feliyaza y otros aldeanos felices. Cuando llegaron los camiones de ACNUR, los residentes, muchos de los cuales también habían sido refugiados en Mtabila, fueron corriendo desde el mercado para dar la bienvenida a los retornados con abrazos calurosos y alguna que otra lágrima. Se oían gritos de "Amahoro", el saludo Kirundi que significa "paz".

"¿A qué estabas esperando?" dice alguien en voz alta. "Aquí no hay guerra", gritan otros, refiriéndose a la propaganda que creían había llevado a muchos a retrasar su regreso a casa. "Hoy he comido mandioca", añade otro aldeano. "Mírame, estoy sano".

Un oficial de protección de ACNUR que ha acompañado al convoy a Muyange explica: "Los residentes quieren que la gente que sigue viviendo en Mtabila vuelva".

Una mujer mayor con un vestido amarillo brillante y con los ojos llenos de lágrimas, abraza a los hombres y mujeres a los que no ha visto desde hace años mientras grita: "¡Turatashe! ¡Turatashe!("Hemos vuelto a casa").

Feliyaza apenas tiene tiempo para las celebraciones. Comienza a descargar las posesiones de la familia de los camiones de ACNUR y se pregunta cómo logrará llevarlas a su parcela y cómo construirá una casa para su familia en este terreno, donde planea montar una granja.

Por ahora, se siente aliviado de estar de vuelta a suelo burundés. "Estoy encantado porque estoy con mis familiares. "

Por Kitty McKinsey en Muyange, Burundi