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Un refugiado se convierte en anfitrión y protector para los desplazados de Sudán del Sur

Historias

Un refugiado se convierte en anfitrión y protector para los desplazados de Sudán del Sur

En una reversión de la fortuna, un etíope que buscó protección en Sudán del Sur ahora se convierte en el anfitrión de una gran familia desplazada en su propio país.
30 January 2014
Mengistu Okuch, refugiado etíope, limpia el coche que usó en diciembre de 2013 para rescatar a su tío y a otros 15 miembros de su familia, todos ellos ciudadanos sursudaneses, cuando huyeron de la violencia en su país. Los llevó a su pequeña casa con su familia y ahora comparten con ellos su escasa comida.

ASENTAMIENTO DE GOROM, Sudán del Sur, 29 de enero de 2013 (ACNUR) – No todas las familias podrían acoger a 16 huéspedes en su casa de un día para otro. Pero eso es justo lo que el refugiado etíope Mengistu hizo cuando su tío, un ciudadano sursudanés, fue desplazado por la violencia que se está produciendo en ese país.

Mengistu, de 33 años, buscó refugio en Sudán del Sur en 2006. El mes pasado recibió una llamada de su tío, Akway, diciendo que él, sus dos esposas y 13 hijos habían huido a pie de su ciudad natal, Bor, y que habían estado caminando durante más de dos días. Las fuerzas del gobierno dicen que ya han recuperado Bor, una ciudad arrasada según muestran las imágenes de televisión.

Pero Akway, un enfermero de 48 años, no se quedó para ser testigo de la batalla. Tan pronto como estalló la violencia en todo Sudán del Sur a mediados de diciembre, cogió a su familia y se fue.

"Vivíamos en el mejor lugar, pero se nos acabó", dice en inglés. "Lo dejé todo. Estas prendas, las recibí de alguien", dice, señalando el traje gris que viste ahora en este asentamiento de refugiados. Por el camino, sus mujeres alimentaron a los niños sólo con galletas rotas que otros habían tirado al el suelo en su huida.

Como resultado, los niños, con edades entre tres y 20 años, enfermaron y tuvieron diarrea, que él curó gracias a sus conocimientos médicos y haciendo uso también de la medicina tradicional, arrancando las raíces que encontraba en el camino. El viaje desde Bor a Juba es de más de 200 kilómetros. Con armas de fuego por todas partes, sus niños llorando y sus esposas reprochándole, finalmente pudo hablar con Mengistu por teléfono después de pasar por lo menos dos noches al raso.

Mengistu es conductor y es propiertario de un vehículo, algo inusual para un refugiado en esta parte del mundo. Fue un regalo de un hombre al que el difunto padre de Mengistu salvó la vida. Así que él condujo a lo largo del camino hasta que encontró a su tío Akway. Subió a toda la familia al coche para llevarlos a la humilde casa que comparte con su esposa y dos hijos en Gorom, un asentamiento para 2.400 refugiados etíopes a unos 25 kilómetros al oeste de la capital de Sudán del Sur, Juba. Dado que estallaron los combates en todo el país, unos 500 sudaneses del Sur también han buscado refugio aquí.

Recordando la noche que trajo a la numerosa familia de su tío a casa, Mengistu dice: "Cuando llegaron estaban asustados pero les dijimos, 'vamos a creer en Dios, porque nuestro Dios está con nosotros' ".

La familia de Mengistu está feliz compartiendo sus raciones de comida con todos sus invitados. "El problema es que no tenemos suficiente comida", dice. "Ellos llevan aquí desde hace una semana. Esta semana hemos compartido la comida y ahora se ha terminado. No sé lo que voy a hacer".

Trabajadores de servicios comunitarios de ACNUR visitaron recientemente a la familia para evaluar sus necesidades para verificar el bienestar de todos los refugiados etíopes, así como de los sursudaneses que han buscado refugio seguro aquí.

"En base a los informes que tenemos, se han terminado antes de fin de mes la comida que tenían, ya que han estado compartiendo y ayudando a los recién llegados", dice Joyce Nduru, oficial de servicios comunitarios de ACNUR.

Mengistu ve irónico que en esta situación sean los refugiados los que den refugio a ciudadanos del mismo país que los está protegiendo a él y a sus compañeros etíopes. Pero dice que él no podría darles la espalda a sus parientes de Sudán del sur.

"Cuando llegaron aquí, no los presionamos para que se fueran", dice Mengistu. "Nosotros los aceptamos porque somos uno. Lo que pasó con ellos es algo que también nos pasó a nosotros".

Por Kitty McKinsey en el asentamiento de Gorom, Sudán del Sur