Jóvenes refugiados dan un giro a sus vidas gracias a las becas de universidades españolas
Cuando Zeena tenía tan solo 7 años, su padre fue asesinado. Una mañana, salió a comprar el pan, en su barrio de Bagdad y… jamás regresó.
Las razones de su muerte se desconocen a día de hoy, pero lo cierto es que fue uno más de los miles de iraquíes que se vieron atrapados por la violencia generalizada que se enraizó en el país en los años 2000.
Apenas unos meses después de la muerte de su padre, Zeena empezó a tomar conciencia de que su vida estaba a punto de sufrir un nuevo revés. Su madre le comunicó que abandonaban Irak. “Recuerdo perfectamente el momento en el que empaquetamos las cosas y nos tuvimos que marchar”, comenta Zeena, una joven refugiada iraquí en España.
“Vivíamos con mi abuelo, que lloró muchísimo, igual que mi madre, y yo no entendía nada. Tengo el recuerdo de ver a mi madre triste, pero no sólo ese día con la despedida; también lloró al día siguiente y los que vinieron después. Yo era aún muy pequeña y no era del todo consciente de lo que estaba ocurriendo”, añade Zeena.
Junto a su madre y su hermano, Zeena viajó a España, país que les concedió protección internacional. Con ayuda del gobierno y a través de la ONG española Accem, se instalaron en Madrid, donde a través de trabajos esporádicos aquí y allá, la madre de Zeena conseguía que la familia llegara a fin de mes.
Ver por sí misma los sacrificios que tuvo que hacer su madre para que ella pudiese acabar sus estudios dejó una profunda huella en Zeena.
“Mi madre siempre quiso que yo estudiase. Cuando era pequeña, quería ser peluquera, pero mi madre me regañaba, me decía que tenía que estudiar, que podía aspirar a más y que tenía que esforzarme”, explica esta joven refugiada en un perfecto español. “En aquel momento me enfadé mucho con ella, pero ahora le agradezco haberme disuadido de aquella idea y tener la peluquería como mi hobby favorito. Si estoy donde estoy es gracias a ella”, añade Zeena.
En 2015, Zeena consiguió una plaza para estudiar ingeniería geológica en la Universidad Complutense de Madrid –UCM- pero, después de acabar el primer curso, se encontró con muchas dificultades para poder pagar las tasas del siguiente año.
Cuando hacía la matrícula para el segundo curso de ingeniería, se dio cuenta de que a través de un programa especial de apoyo a personas refugiadas podía aspirar a conseguir una beca. Ese fue otro momento importante en su vida.
“Con esta ayuda he podido coger las asignaturas que me hacían falta. Si no fuese por esta ayuda, probablemente hoy habría dejado de estudiar o habría tomado menos materias”, explica la joven estudiante. “Me ayudará a que pueda acabar la carrera en los años en los que la tengo que acabar”.
“La Universidad debía ser una inspiración en plena crisis de refugiados”
Estudiantes de más de 10 nacionalidades diferentes han podido beneficiarse del Programa de Acogida a Personas Refugiadas de la UCM, lanzado en 2015 como respuesta a la llamada “crisis de los refugiados” en el Mediterráneo. Además de cubrir las tasas de matrícula, ofrece apoyo en materia de alojamiento, orientación académica y acceso a otros recursos de la comunidad universitaria.
Para el Delegado del Rector para la Diversidad y el Medio Ambiente, Esteban Sánchez Moreno, el programa es también una oportunidad para que los estudiantes españoles conozcan gente de otros países y entornos, enriqueciendo la diversidad cultural del campus.
“El programa para personas refugiadas vino como respuesta a una realidad social que la Universidad quería atender. Debíamos ser una inspiración en plena crisis de refugiados y ante la realidad sobre inmigración”, apunta Esteban Sánchez. “En segundo lugar, de lo que se trata es de no desperdiciar talento. Con un número tan elevado de refugiados que han visto sus estudios truncados por la guerra, privarles del acceso a la educación superior significa una pérdida enorme de talento para la universidad y para la sociedad”, agrega Sánchez.
Un ataque de mortero dejó a Mohamed en silla de ruedas
El apoyo de las universidades representa un salvavidas también para los refugiados que vieron interrumpidos sus estudios y que quieren continuar sus carreras. Mohamed, un joven iraquí de 27 años, llevaba cursados ya tres años de odontología cuando le alcanzó un ataque de mortero en su barrio de Bagdad.
La explosión le desplazó nueve metros, fracturándole la columna vertebral por dos puntos e impidiéndole volver a andar.
Sin poder moverse de su casa debido a su parálisis y la inseguridad reinante en Irak, con una la escalada de violencia que provocó el desplazamiento interno de cerca de 2 millones de personas, en 2015 finalmente él y su familia consiguieron salir del país y llegar a España por vía terrestre a través de Melilla, donde pidió asilo en el puesto fronterizo.
A pesar de las dificultades de comenzar una nueva vida, y del dolor que aún le provoca la lesión, Mohamed estaba decidido a finalizar sus estudios.
Estudió español durante dos años y después se matriculó en la Universidad Complutense para retomar sus estudios de odontología. Allí le informaron de que podía beneficiarse de una exención de tasas para estudiantes con discapacidad.
Su hermano pequeño, que estudia Ingeniería Informática, ha recibido también una beca de la UCM para personas refugiadas.
“Espero poder acabar mi carrera aquí”, dice Mohamed. “Los profesores son geniales y el Decano me ha apoyado muchísimo; intentan ayudarme, y yo me siento mejor sabiendo que puedo continuar estudiando lo que más me gusta. Quiero trabajar y trabajar, porque en esta vida no hay que detenerse nunca”, sentencia este joven iraquí.
Más de 15 universidades en España apoyan a refugiados
Desde 2015, más de 15 universidades de toda España – públicas y privadas- ofrecen ayudas para personas que necesitan protección internacional y que carecen de recursos.
En los campus se ofrecen cursos de idiomas, becas, exención del pago de la matrícula, atención psicosocial y alojamiento, e incluso algunas universidades han abierto oficinas especiales para orientar a los estudiantes solicitantes de asilo y refugiados.
Desde un inicio, ACNUR ha incentivado estas iniciativas en pro de la integración, mediante asistencia técnica y orientación, promoviendo convenios de colaboración y funcionando como un nexo entre el mundo académico, la sociedad civil y las personas refugiadas.
Para algunas de ellas, como Zeena y Mohamed, este programa ha supuesto un balón de oxígeno que les está dando la oportunidad de labrarse una carrera en su país de acogida y de devolver parte del apoyo recibido.
“Recuerdo cómo mi madre dejó su país y dejó todo para venir aquí”. Explica Zeena, “Ahora no me podría hacer a la idea de tener que dejar España como hizo ella, mi vida está aquí. Me he adaptado al idioma, a la cultura, a las costumbres, a todo. No soy española, pero estoy ‘españolizada’”.