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Miguel: un héroe de carne y hueso

Historias

Miguel: un héroe de carne y hueso

Carlos Domingues, periodista deportivo venezolano y colaborador del ACNUR, relata su visita a un refugiado colombiano que vive en Guasdualito, en el estado Apure, Venezuela.
10 February 2015
El refugiado colombiano Miguel recibe la visita del periodista venezolano Carlos Domingues, colaborador del ACNUR.

CARACAS, Venezuela, 10 de febrero de 2015 (ACNUR) – Desde que los buenos amigos de ACNUR me ofrecieron la posibilidad en mayo de 2014 de colaborar como vocero de los refugiados en Venezuela, comenzó una extraordinaria historia de la cual decidí formar parte más allá de una simple difusión como multiplicador.

Miguel, refugiado en Venezuela de 70 años. Ese fue el personaje que me tocó representar. Ciertamente ese no era su nombre real y de inmediato mi interés era saber quién realmente era Miguel. #PonteEnLaCamiseta-DeLosRefugiados era el hashtag que debía difundir con su historia, pero imaginé que él ni siquiera sabía qué era Instagram. Averigüé dónde vivía y me inquieté realmente por saber más de su vida, mientras le contaba a la gente que me conoce por las redes sociales quién era él.

Me resultaba incómodo hablar de alguien a quien no conocía. Por eso, me propuse visitarlo en su casa. Manos a la obra. Las oficinas de ACNUR en Caracas, San Cristóbal y Guasdualito se unieron para darme esa oportunidad. Fue el 2 de enero de este año, cuando no hay fútbol y los días libres del año nuevo me permitieron lanzarme por la carretera de San Cristóbal a la mencionada ciudad apureña. Bien temprano, oscuro todavía, nos fuimos rodando. Menos mal que amaneció justo cuando el asfalto se abría sinuosamente por un tramo de veinte kilómetros, como queriéndole decir a cada vehículo "te quiero aquí adentro".

Con dos panes andinos y un souvenir llegamos a Guasdualito. Nos esperaba Belitza para trasladarnos en una camioneta de la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados hasta la humilde morada de Miguel. Humilde pero hermosa: una cerca muy bien tallada, una salita muy aireada, con los instrumentos necesarios para sobrevivir. No hay nevera, hay un pequeño baño, pero hay un coqueto "soberao" en la parte superior donde duerme Miguel. Una ventanita tipo chalet se asoma entre la fresca palma que funciona de techo.

Miguel es muy delicado y baja descalzo desde el segundo piso de la casa. Nos recibe con una sonrisa, estaba en conocimiento que íbamos a conocerlo. Fueron casi tres horas de conversaciones y aprendizaje. Supe cómo la vida vale mucho para alguien perseguido por quienes piensan que la vida no vale nada. Lo menos relevante es su historia pasada: su presente muestra a un hombre sano, fuerte, con ganas de vivir y clamando una oportunidad para poder tener una tierra lo suficientemente grande como para poder subsistir del cultivo.

Me impresionó que no quiere nada regalado. "Por ahí más adelante hay una tierrita que está bien barata", dice. Yo no dejaba de preguntarme cómo una persona que vio tan de cerca a la muerte (y su faceta más cruel), tiene tantas ganas de salir adelante. Me mostró la obra de sus manos que estaban en venta: artesanía llanera esperando por un comprador, que siempre lo hay porque de ello se sustenta.

Con unas semillas, veneno para bachacos y unas pequeñas piedras para hacer collares me fui. Le conté que mi vieja tiene una hacienda y por eso me obsequió esas cosas. Con las ganas de que este encuentro no sea solo el único, retorné a casa. Hice un amigo más, pero conocí a mi verdadero héroe de carne y hueso.

Carlos Domingues, periodista deportivo, Venezuela

Para conocer más sobre la historia de Miguel: http://stories.unhcr.org/es/la-historia-de-miguel-antonio-p319.html