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Los recortes de financiamiento amenazan el apoyo a las mujeres desplazadas afectadas por la violencia en Mozambique

Historias

Los recortes de financiamiento amenazan el apoyo a las mujeres desplazadas afectadas por la violencia en Mozambique

El conflicto y las condiciones meteorológicas extremas están forzando a más personas a abandonar sus hogares en la provincia de Cabo Delgado, exponiendo a las mujeres a la violencia sexual y a otras amenazas a medida que se agotan los fondos para cubrir sus necesidades.
23 May 2025
Dos mujeres sentadas en el patio de una casa sonríen al ver a un bebé que una de ellas sostiene en su regazo

A la puerta de su casa en Cabo Delgado, la psicóloga Ancila Niyubuntu comparte un momento de alegría con Viaze Abudo, una de las mujeres a las que ha apoyado.

En la ciudad costera de Pemba, al norte de Mozambique, mujeres y niñas vestidas con coloridos pareos se reúnen a la sombra de los árboles de mango para escapar del calor de media mañana. Sentadas en colchonetas tejidas, algunas dibujan en silencio mientras otras ríen en voz baja. Con una presencia tranquila y firme, se mueve entre ellas la psicóloga Ancila Niyubuntu, quien guía esta sesión para supervivientes de agresiones sexuales, abusos o violencia doméstica.

Las mujeres están reunidas frente a uno de los numerosos espacios seguros que ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, apoya en la provincia de Cabo Delgado, al norte de Mozambique, donde la violencia ha marcado la vida de muchas mujeres de formas inimaginables.

Algunas fueron tomadas como rehenes por grupos armados no estatales. Otras han sufrido violencia sexual por parte de sus parejas, familiares o vecinos. El costo emocional de estas experiencias es inmenso.

“La gente espera que volvamos a la normalidad, pero no saben lo que llevamos dentro”, comenta Muaziza Amade, una mujer desplazada que fue rehén de un grupo armado no estatal durante casi dos años.

Retrato de una mujer con un pañuelo rosa en la cabeza

Muaziza Amade carga con las cicatrices emocionales de haber sido rehén durante casi dos años, pero ha encontrado fuerza y propósito gracias a la consejería individual con Ancila.

Una convergencia de crisis

El norte de Mozambique también se ha visto azotado por fenómenos meteorológicos extremos, como ciclones y sequías. En marzo, el ciclón Jude tocó tierra en la provincia de Nampula, el tercer gran ciclón que golpeaba Mozambique en tres meses. Destruyó más de 200.000 hogares, incluso en zonas donde las personas forzadas a huir del conflicto habían buscado cobijo y trataban de reconstruir sus vidas.

En total, 1,3 millones de personas se han visto desarraigadas por el conflicto armado o las condiciones meteorológicas extremas. Entre ellas hay más de 25.000 que se han visto forzadas a huir tras el recrudecimiento de la violencia en las últimas semanas. Al mismo tiempo, la grave escasez de fondos está limitando la capacidad de las organizaciones humanitarias, entre ellas ACNUR, para responder a las crecientes necesidades de las personas desplazadas por la violencia y las condiciones meteorológicas extremas.

Las mujeres se han llevado la peor parte de esta convergencia de crisis. Se enfrentan a un mayor riesgo de violencia, a la pérdida de sus medios de vida y a grandes obstáculos para acceder a los servicios de protección y salud.

Los espacios seguros apoyados por ACNUR ofrecen un lugar donde pueden acceder a apoyo psicológico, conectar con otras personas y empezar a sanar. Para muchas mujeres, es el único lugar donde se sienten escuchadas. Ancila ha visto lo transformador que puede ser este apoyo para quienes luchan por recuperarse del trauma y la violencia.

Una veintena de mujeres con la cabeza cubierta por telas de colores, sentadas en tapetes tejidos colocados sobre la tierra en un patio con plantas

Un grupo de mujeres desplazadas se sientan juntas para una sesión de apoyo psicológico facilitada por un equipo de ACNUR y sus socios.

“A veces llegan y no hablan nada”, señala. “Pero poco a poco, cuando ven que no están solas, empiezan a compartir. Ese momento de conexión es poderoso. Es entonces cuando empiezan a sanar”.

En las sesiones individuales con Ancila, Muaziza encontró consuelo y validación. Empezó a hablar, a reconectar con otras personas y, con el tiempo, ayudó a orientar a otras mujeres. “A veces, la sanidad empieza cuando alguien simplemente escucha”, explica.

Presupuestos menguantes

Once espacios seguros para mujeres permanecerán abiertos en 2025, frente a los 15 de 2024. A medida que el conflicto se extiende a nuevas áreas, y más mujeres desplazadas se enfrentan a la violencia, la reducción de los presupuestos está ejerciendo presión sobre otros servicios apoyados por ACNUR que son fundamentales para la recuperación de las mujeres, como la asistencia jurídica, la ayuda para reemplazar la documentación, los servicios de salud, el alojamiento y el apoyo a los medios de vida.

De las 300.000 mujeres y niñas desplazadas internas que necesitan estos servicios al norte de Mozambique este año, ACNUR solo puede llegar a 40.000. Entre las refugiadas, solo 3.000 recibirán apoyo de un objetivo de 10.000, lo que deja a la mayoría de las supervivientes sin acceso a ayuda vital.

La propia Ancila dependía del apoyo humanitario cuando llegó a Mozambique como refugiada de Burundi en 1998. La vida en el exilio no fue fácil. Tuvo que adaptarse a vivir en un asentamiento de refugiados y aprender un nuevo idioma.

“Me sentaba en clase y no entendía ni una palabra”, recuerda. “Pero me prometí a mí misma que no me rendiría”. Tras años de incertidumbre y adaptación, se graduó en psicología, decidida a ayudar a otras personas que se enfrentaban al mismo miedo, confusión y desplazamiento que ella había conocido.

Hoy enseña a las mujeres desplazadas internas y a las de las comunidades de acogida circundantes mecanismos para afrontar el miedo, el dolor y la pérdida. El objetivo no es solo sanar, sino también reconstruir vidas mediante clases de alfabetización y formación profesional.

Una joven sonríe desde la puerta de una pequeña tienda

Viaze Abudo sonríe desde la puerta de su pequeña tienda en Cabo Delgado, que abrió después de realizar un curso de formación sobre medios de vida.

Viaze Abudo, una joven madre de Macomia, fue testigo de cómo miembros de un grupo armado torturaban a su mejor amiga. Huyó de su casa y fue abandonada por su esposo cuando estaba embarazada. Traumatizada y sola, encontró consuelo en uno de los espacios seguros de ACNUR, donde empezó a asistir a sesiones dirigidas por Ancila y recibió formación para emprender un negocio. Ahora gestiona una pequeña tienda desde su casa, en la que vende aceite, verduras y dulces.

“Estas mujeres no son solo supervivientes, son líderes, madres, emprendedoras y agentes de cambio”, afirma Karen Matimbe, Oficial de Protección de ACNUR. “Cuando invertimos en su sanidad y empoderamiento, estamos fortaleciendo comunidades enteras”.

Necesidades crecientes

Ancila también dirige sesiones con hombres, fomentando conversaciones sobre responsabilidad y respeto. La violencia doméstica suele intensificarse tras el desplazamiento, cuando los hombres, al haber perdido su rol de proveedor y protector, se enfrentan al desempleo, al trauma y a la inestabilidad. El desplazamiento forzado suele provocar un fuerte aumento de la violencia en la pareja. De acuerdo con un informe de ACNUR, cuatro de cada cinco incidentes de violencia sexual en Mozambique son cometidos por alguien que la sobreviviente conoce, y la mitad de las sobrevivientes experimentan violencia repetida a lo largo de sus vidas.

ACNUR trabaja para evitar que aumente la violencia contra las mujeres apoyando a voluntarios de la comunidad para que difundan información, planteen cuestiones de seguridad y desarrollen sus propias estrategias de prevención y mitigación.

Dado que la necesidad de estos servicios ya supera con creces los recursos disponibles, la crisis en la financiación de la ayuda está poniendo en peligro servicios vitales de salud mental, protección y prevención. A medida que se producen nuevos desplazamientos y más mujeres y niñas buscan ayuda, aumenta la brecha entre las necesidades y los recursos. Sin financiación adicional, muchas sobrevivientes se quedarán sin el apoyo que necesitan para empezar a recuperarse.

“La salud mental no se arregla de la noche a la mañana. No hay soluciones rápidas”, señala Karen Matimbe. “Sabemos qué hacer para ayudar a estas mujeres a construir un futuro mejor. Con más apoyo financiero, podemos ampliarlo y llegar a quienes aún esperan ser escuchadas”.