Brasil: Separados por la guerra en Siria, hermanos se reencuentran en São Paulo
Brasil: Separados por la guerra en Siria, hermanos se reencuentran en São Paulo
SÃO PAULO, Brasil, 2 de abril DE 2015 (ACNUR) – La noche cae en São Paulo, y los refugiados sirios Kamal y Sana Daqa cenan con los hijos Alaa, Layan y Alhasan. Terminada la cena, ellos reciben la visita de Khaled, hermano de Kamal quien vive desde hace poco en un departamento en el mismo edificio con su mujer y los tres hijos. Alrededor de la mesa, toman té y conversan.
Este sería un encuentro trivial entre las familias, pero para los hermanos Kamal y Khaled momentos como éste siguen siendo muy significativos, ya que sólo se reencontraron hace unos meses, después de más de dos años de separación causada por la guerra que asola su país.
Después de ir y venir, en el medio de los bombardeos, prisiones y fugas espectaculares, los dos hermanos y sus familias son ahora parte de la mayor comunidad de refugiados sirios en Latinoamérica: ya son aproximadamente unos 1.700 los refugiados reconocidos por el Gobierno brasileño desde que comenzó el conflicto, en 2011.
Aunque han tenido diferentes trayectorias desde que se vieron obligados a abandonar su país, las familias de Khaled y Kalmal vivieron el drama de los civiles que se ven afectados por una guerra civil de grandes proporciones: abandonaron sus hogares, dejaron atrás amigos, familiares y propiedades, enfrentaron dificultades en el exilio y ahora intentan reconstruir sus vidas con dignidad.
La fuga de Kamal y su familia comenzó en 2013, cuando los conflictos que inicialmente se concentraron en el interior del país se aproximaron peligrosamente a Damasco (capital de Siria, donde vivían). Tenían una vida cómoda, ahorros, casa y coche. Pero, con la proximidad del peligro, decidieron irse. Menos de 24 horas después de haber partido, su casa fue alcanzada por los bombardeos y destruida.
Después de pasar por Egipto, destino que ya fue bastante común entre los refugiados sirios, Kamal y su familia decidieron venir a Brasil, porque no podían renovar los documentos de residencia y no tenían perspectivas de integración en aquel país.
Beneficiados por una resolución normativa de la Comisión Nacional para los Refugiados (CONARE), que facilitó la emisión de visas a ciudadanos sirios, llegaron en febrero de 2014 y tres meses después fueron reconocidos como refugiados. Así, obtuvieron los documentos necesarios para establecerse definitivamente en el país.
Ya instalado, Kamal inició la búsqueda de su hermano Khaled y descubrió que él y su familia estaban viviendo hace dos años en el campo de refugiados de Zaatari, en el norte de Jordania. La fuga Khaled de Siria fue motivada no sólo por el conflicto generalizado, sino también por la persecución hacía él y su familia. Viendo que muchos heridos tenían miedo de ir a los hospitales comunes (donde muchos eran vistos como traidores y por lo tanto asesinados), él decidió, con el apoyo de su esposa, dedicar su tiempo y sus recursos para ayudarlos a obtener la atención médica en Turquía. "Lo hice muchas veces, durante dos meses. Ni siquiera recuerdo cuantos viajes alcancé a hacer", dice Khaled.
Visto con recelo por las fuerzas leales al gobierno, Khaled llegó a ser arrestado y torturado. Antes de eso, logró trasladar a su familia para fuera de Damasco. Después de pasar 11 meses detenido decidió que era el momento de salir del país y, ya en libertad, recibió una llamada telefónica de la policía. "Ellos me invitaron a tomar un café. Pero yo sabía lo que eso significaba y decidí salir del país con urgencia", recuerda.
Como su familia no tenía pasaporte, tuvo que tomar una ruta alternativa hasta Jordania.
El viaje era muy peligroso, por el gran número de puestos de policía que existen en el camino. Era necesario desviarse de ellos y esto sólo fue posible gracias a las informaciones obtenidas a través de un amigo de la familia. La parte final del viaje se hizo a pie. "Fueron 16 horas caminando entre valles y montañas, con mucho miedo y sin equipaje", dice Khaled. La familia comenzó el viaje con dos maletas grandes y una computadora portátil – el único objeto que lograron cargar hasta el final.
Al llegar a Jordania, fueron albergados en el campo de refugiados de Zaatari, donde permanecieron durante dos años y medio.
Desde Brasil, Kamal empezó a buscar la manera de traer a su hermano y la familia de este y se encontró con una gran barrera: la falta de documentos de viaje. A pesar de las facilidades creadas por la resolución normativa de CONARE, ningún elemento de la familia de Khaled (excepto él) tenía un pasaporte en el cual se pudiera emitir la visa.
La solución fue la emisión de un salvoconducto (laissez-passer), documento que sustituye el pasaporte de extranjeros en casos de emergencia. La solicitud se hizo al gobierno con el apoyo de Caritas Arquidiocesana de São Paulo y la determinación de Kamal. Los boletos fueron costeados por la organización no gubernamental IKMR, que opera con un enfoque en la atención a los niños refugiados.
Hace unos dos meses, Khaled, su mujer Yusra y los hijos Mustafa, Hanan y Yara finalmente dejaron Zaatari. En Brasil, fueron recibidos por la familia del hermano. Los niños pudieron reunirse con sus primos y la vida volvió a llenarse de esperanza.
"Lo que Brasil nos dio, ningún país nos daría en 500 años", dice Khaled. "Hoy realmente descansamos mientras dormimos, aunque la vida siga siendo muy difícil", añade Yusra.
El apoyo financiero para gastos básicos es una preocupación diaria, la adaptación al idioma y la inclusión de los niños en la escuela son procesos recientes que desafían los refugiados recién llegados y requieren muchos esfuerzos por parte de las organizaciones de ayuda.
Aun así, Khaled y Yusra piensan en quién quedó atrás. En Zaatari, dejaron a una cuñada y tres sobrinos de Yusra, y uno de sus hermanos, que sobrevivió a la fuga del ejército sirio. Otro hermano no tuvo la misma suerte. Kamal también recuerda la madre, que ahora vive sola en otro país árabe, después de la muerte de su marido el año pasado. Juntos, los hermanos ahora se esfuerzan por traerla junto a ellos.
Por Larissa Leite, en São Paulo, Brasil
Gracias a la Voluntaria en Línea Maria da Luz Gomes de Araújo por el apoyo ofrecido con la traducción del portugués de este texto.