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Una boda siria en Líbano: un momento para olvidarse de las penas y disfrutar de la vida

Historias

Una boda siria en Líbano: un momento para olvidarse de las penas y disfrutar de la vida

Yousra, de 16 años, se casa con Ahmed, de 21 años. Ambos son refugiados sirios cuyas familias huyeron del conflicto hace más de 18 meses.
15 May 2014
Refugiadas sirias bailan en la celebración de una boda en el campamento improvisado de refugiados de Marj El-Khokh, en el sur de Líbano.

MARJ EL-KHOKH, Líbano, 15 de mayo de 2014 (ACNUR) – En el cuarto posterior de la gran carpa que es su casa, Yousra está siendo maquillada y peinada. Le llevará toda la tarde. En otro cuarto sus amigas están bailando.

Al final del día, tendrá lugar la ceremonia en el campamento de Marj El-Khokh, en Marjayoun, en el sur de Líbano. Yousra, de 16 años, se casará con un joven de 21 años llamado Ahmed. Ambos son refugiados sirios cuyas familias huyeron del conflicto hace más de 18 meses.

No se trata de un matrimonio concertado. Según relata Abdul Aziz, el padre de Ahmed, se vieron en el campamento "desde lejos" y terminaron conversando. Luego, la familia de Yousra se trasladó al norte, al Valle de la Bekaa, para reunirse con sus parientes y el cortejo entre los dos jóvenes continuó telefónicamente.

El campamento improvisado de Marj El-Khokh cuenta con 150 tiendas y acoge a 700 personas. La Agencia de la ONU para los Refugiados proporcionó lonas de plástico, madera para construcción y estufas para las tiendas, así como vales de comida. Los refugiados se conectaron al suministro local de electricidad, pero los residentes de la ciudad protestaron. No obstante, ACNUR logró un acuerdo para que se continuara brindando electricidad a los refugiados.

"Sin la ayuda de ACNUR, un hermano podría matar a otro para comer, para sobrevivir", expresa Hamid, un refugiado del campamento.

Casi todas las familias tienen una historia de pérdida y tristeza que las llevó al exilio. Abdul Aziz, el padre del novio, recuerda que una sobrina y su familia fueron asesinadas en la ciudad de Idlib, en el noroeste de Siria, y ocho familiares todavía siguen sufriendo en Siria. Sin embargo, hay que olvidarse de las penas cuando se celebra una boda. "Vivimos con la muerte, pero no debemos ser morbosos, no debemos obsesionarnos con ella. Debemos pensar en la vida y disfrutarla", aconseja.

Mientras tanto, en el norte de Líbano, cerca de Trípoli, algunas de las personas que viven en un antiguo complejo turístico en la ciudad de Al-Herri también tienen otra boda en sus pensamientos. A pocos pasos de una larga playa de arena del Mediterráneo, el complejo Nour acoge a 500 refugiados sirios. En uno de los pequeños apartamentos construidos para los turistas de verano, Amina está sentada con sus hijas y habla con tristeza sobre un compromiso: el de su hija Batoul, que sólo tiene 14 años.

"Me casé a los 14. Nunca quise lo mismo para mi hija, pero somos de una cultura conservadora", explica Amina, de 35 años. "En casa, las niñas nunca salían con los niños, pero aquí se encuentran todos afuera. Hay poco trabajo, y no muchos van a la escuela. Nos preocupamos. Sentimos que tenemos que proteger su honor".

Batoul está sentada junto a su madre y no sonríe. Su prometido, Mohamed, en un noviazgo arreglado por sus padres, tiene 17 años. Dubitativa, Bataoul dice que le gusta y muestra una fotografía de él. Después, sin embargo, admite que no quiere casarse. "Pero mis padres ya lo han decidido y no hay nada que pueda hacer al respecto", confiesa.

En el piso de arriba, en otro pequeño apartamento, la amiga de Amina, Rabiha, habla sobre un clima de temor entre muchos de los padres refugiados. Rabiha es la jefa del comité local de mujeres, que ACNUR ayudó a fundar.

"En Siria, las niñas se casaban al terminar la escuela a los 16, 17 o 18 años. Aquí, para empezar, no hay escuela. A los padres les preocupa la agresión sexual, la violación. Y por eso se habla de concertar matrimonios para niñas de 14 e incluso de 12 años".

Rabiha ha intentado persuadir a Amina y a otras madres para que no arreglen matrimonios para sus hijas tan pequeñas, ya que las niñas no están preparadas ni física ni psicológicamente. Y, a pesar del temor de los padres, no ha habido ninguna denuncia de casos de violación en el complejo. No obstante, Rabiha ha fracasado varias veces.

Con la ayuda de ACNUR, ella y su comité continuarán intentando influir en las actitudes de los padres, así como también organizar a los refugiados para que recojan basura y limpien los corredores una vez por semana. "Para los jóvenes, las niñas en particular, la vida puede ser difícil. Lo he visto", afirma. "Sin la escuela, caen en la depresión. No debemos agregarle a esto los matrimonios concertados a tan temprana edad".

En Marj El-Khokh, el clima es más festivo. Citando a su futuro suegro, Yousra declara: "El exilio es nuestra realidad ahora y tenemos que lidiar con ella. Queremos crear una vida y espero poder hacerlo".

Abdul Aziz se ríe mientras aguarda la celebración de la noche. "Tengo 60 años y mi cómoda vida de antes desapareció en un abrir y cerrar de ojos. El mayor placer de la vida es ser el sostén de una familia, y aún hacemos lo que podemos. Si estuviese en casa, habría matado a cinco cabras. Aquí serán cinco gallinas".

Por Don Murray en Marj El-Khokh, Líbano