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Buscando protección y libertad, personas rohingya refugiadas emprenden peligrosa travesía marítima para llegar a Indonesia

Un gran número de personas bajando de un barco; no han llegado a un muelle, así que muchas de ellas van cargando sus pertenencias con el agua hasta las rodillas.
Historias

Buscando protección y libertad, personas rohingya refugiadas emprenden peligrosa travesía marítima para llegar a Indonesia

Debido a las restricciones y a la creciente inseguridad en los campamentos de refugiados en Bangladesh, un número cada vez mayor de personas rohingya apátridas está abordando embarcaciones de traficantes.
25 April 2024

En noviembre de 2023, un grupo de personas rohingya refugiadas llegó a Ulee Madon, en la provincia indonesia de Aceh, luego de haber sobrevivido al peligroso trayecto desde Bangladesh.

Jannatara, de 18 años, tenía seis meses de embarazo y hacía poco que había enviudado cuando abordó una embarcación en Bangladesh. Tras haber huido de la violencia y las persecuciones en Myanmar en 2017, estuvo viviendo en uno de los campamentos de refugiados rohingya que se han ido multiplicando en Bangladesh.

Jannatara, de 18 años, tenía seis meses de embarazo y hacía poco que había enviudado cuando abordó una embarcación en Bangladesh. Tras haber huido de la violencia y las persecuciones en Myanmar en 2017, estuvo viviendo en uno de los campamentos de refugiados rohingya que se han ido multiplicando en Bangladesh.

No se sabe quién asesinó a su esposo el año pasado, pero, cuando ello ocurrió, su madre y su padre la convencieron para que huyera hacia Indonesia.

“Mi madre y mi padre me dijeron: ‘Estás triste; tu vida está deshecha, y no puedes trabajar en Bangladesh’. Entonces, mi madre decidió que debía irme”, narró Jannatara.

“Estuvimos 45 días en el mar. Para mí fue muy difícil porque estaba embarazada. Todo el tiempo que estuve en la embarcación lo pasé rezando: ‘¡Alá, sálvame!’”.

La embarcación llegó a Indonesia, a la provincia de Aceh, hace tres meses. De momento, Jannatara y su bebé de diez días se han alojado en el sótano de un centro de convenciones, junto con otras 120 personas rohingya refugiadas que llegaron a finales del año pasado.

Una mortífera ruta

Este grupo hace parte de las 2.000 personas rohingya refugiadas – mayoritariamente, mujeres, niñas y niños – que, desde noviembre de 2023, han arribado a Indonesia, a las provincias de Aceh y de Sumatra del Norte, en trece embarcaciones.

A principios de este año, ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, recalcó que la ruta que recorren las personas rohingya refugiadas es una de las más peligrosas en el mundo, pues se estima que una de cada ocho personas que han emprendido la travesía ha muerto o ha desaparecido. En la tragedia más reciente (el 20 de marzo), una embarcación en la que viajaban 151 personas rohingya refugiadas se volcó en la costa, al oeste de Aceh; solo fue posible rescatar a 75 de ellas.

Luego de haber presenciado el asesinato de sus padres y hermanos en Myanmar hace seis años, Sofia, una mujer de 33 años que tiene seis hijos, comentó que ella y su esposo decidieron salir de Bangladesh por la creciente inseguridad y por la falta de oportunidades educativas en los campamentos. “Pensé que mis hijos no tendrían futuro, así que optamos por abordar una embarcación”.

Antes de zarpar, los traficantes reunieron a cientos de personas en el bosque, que luego subieron a distintas embarcaciones. Aquella en que viajó Sofia estuvo dieciséis días en el mar.

“Me quedé sin agua y sin comida al quinto día”, contó. “Luego, murió una mujer. Antes de tirar su cuerpo al mar, seguimos los rituales del Islam para rezar por ella. No hubo agua limpia durante diez días, así que los niños tomaban agua de mar mezclada con limón”.

Sofia viajó con cinco de sus seis hijos; todos ellos enfermaron durante el viaje. Por suerte, se han recuperado en los tres meses que han pasado desde su llegada a Aceh. De momento, viven en el asentamiento de Kulam Batee, cerca de la playa en Pidie, junto con otras 130 personas rohingya refugiadas.

Las condiciones de vida son duras debido al hacinamiento: las personas refugiadas viven en carpas comunitarias que, al estar abiertas, ofrecen poca protección de la intemperie. Hace poco, la hija más chica de Sofia se desmayó por el calor. “Le salía espuma por la boca; pensé que iba a morir”, declaró Sofia.

Ahora, el mayor deseo de Sofia es reencontrarse con su hijo mayor, Shofiuddin, quien viajó a Indonesia hace muchos años con un familiar. Con 15 años, Shofiuddin asiste a una escuela en Medan, la capital de la provincia de Sumatra del Norte.

Sohidul, de años 24, también se está alojando en el sótano del centro de convenciones. Él había obtenido un empleo como profesor de inglés en uno de los centros de estudio del campamento de refugiados en Bangladesh; sin embargo, una oleada de secuestros en los que pedían rescate no le dejó más opción que abordar una embarcación. “Si me hubieran secuestrado, habrían pedido dinero que no tengo”, explicó. “Si mi familia no hubiera pagado, me habrían matado; por eso me fui, por miedo”.

“Me quedé sin agua y sin comida al quinto día”.

Sofia, una refugiada rohingya de 33 años

 

Al llegar a Indonesia, las personas refugiadas han enfrentado situaciones diversas. En algunos casos, por ejemplo, se ha prohibido el desembarco debido, sobre todo, a una campaña en línea que no solo difunde información falsa y errónea, sino que también promueve un discurso de odio en contra del pueblo rohingya.

Aun así, muchas personas de Aceh brindan su apoyo y dan muestras de solidaridad. Por ejemplo, llevan comida, ropa y otros artículos las personas refugiadas en el centro de convenciones; mientras tanto, ACNUR y sus socios se encargan de satisfacer las necesidades básicas de esta población.

“Le doy las gracias a las personas en Indonesia”, dijo Jannatara. “Muchas de ellas me ayudaron en el hospital cuando estaba embarazada; también me dieron ropa, atención médica y un colchón para mi bebé”.

Cuando Sofia y su familia llegaron a Kulam Batee, la comunidad local les dio jabón, champú, ropa y agua limpia para beber.

“Conocemos la situación de las personas rohingya refugiadas: sabemos que vienen aquí porque su propio país les niega la ciudadanía, y quieren vivir en condiciones dignas con sus familias”, resaltó un habitante local de Kulam Batee que no quiso revelar su nombre. “En ocasiones les traemos frutas y pescado, porque obviamente no pueden comer arroz todo el tiempo”.

“Sin embargo, el alojamiento y la ayuda que podemos brindarles son temporales”, añadió.

La labor de ACNUR

Colaborar con las autoridades para encontrar espacios en los que las personas refugiadas puedan alojarse a largo plazo es una de las prioridades de ACNUR; lograrlo permitirá que la agencia amplíe la protección que les brinda. Al mismo tiempo, para ayudar al Gobierno de Indonesia, ACNUR ha estado recibiendo solicitudes de asilo, ha estado identificando a niñas y niños rohingya que han llegado por cuenta propia (sin familiares que les acompañen), y ha estado brindando asesoramiento legal a las personas refugiadas que han sufrido abusos, explotación sexual y otras formas de maltrato.

Se requieren más fondos urgentemente no solo por la posible llegada de más embarcaciones, sino también para hacer frente a los factores que están orillando a las persona rohingya refugiadas a huir de Bangladesh y que les impiden volver a Myanmar.

Sohidul sigue soñando con un mejor futuro “porque todo mundo quiere tener éxito en esta vida; yo también quiero eso. Me esforzaré por convertirme en diseñador gráfico”.

En cuanto a Sofia, la esperanza yace en sus hijos. “Sé que no puedo quedarme en Indonesia permanentemente, pero espero que otro país nos dé acogida. No tengo ninguna preferencia; solo pido que nos dejen vivir en paz”.