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Discurso de apertura de la 70ª sesión del Comité Ejecutivo del Programa del Alto Comisionado

Declaraciones y discursos

Discurso de apertura de la 70ª sesión del Comité Ejecutivo del Programa del Alto Comisionado

7 October 2019

Señor Presidente,

Vicesecretaria general,

Distinguidos delegados,

Damas y caballeros,

El concepto moderno de protección a los refugiados nació a mediados del siglo pasado, cuando el mundo resurgía de dos conflictos mundiales devastadores y se preparaba para entrar en la Guerra Fría. Millones de personas habían sido desarraigadas de sus hogares, a medida que las guerras dejaban a la gente a la deriva, los imperios se desintegraban, las fronteras se redibujaban y las minorías y los opositores políticos eran perseguidos y expulsados. Garantizar la seguridad de los desplazados y resolver el desplazamiento figuraban entre las primeras prioridades de las Naciones Unidas.

Siete décadas después, el desplazamiento humano forzado sigue siendo una preocupación mundial. El contexto es diferente, pero la complejidad sigue siendo inmensa. Las crisis de refugiados de hoy son parte de un flujo creciente de la movilidad humana, impulsadas por muchos elementos superpuestos.

Conflictos basados ​​en recursos que traspasan fronteras, conformados por un mosaico de intereses locales, regionales e internacionales; alimentados por el extremismo, las redes criminales y las pandillas urbanas.

Pérdida de esperanza, a medida que los avances mundiales en prosperidad, educación y lucha contra el hambre y las enfermedades no llegan a los más necesitados.

Conflictos basados ​​en diferencias étnicas y religiosas, alimentados por otros para obtener ganancias políticas y financieras.

Ecosistemas que colapsan y desastres relacionados con el clima que destruyen hogares y medios de vida, empujando a millones más a la pobreza.

Formas perjudiciales de nacionalismo y discurso de odio que, frecuentemente a través del ciberespacio, han encontrado una nueva legitimación en el discurso público.

Las personas refugiadas surgen de estas fallas cada vez más amplias, una advertencia de que las cosas van mal. Esta es la razón por la cual afrontar el desplazamiento forzado exige nuevamente una ambición mayor y más amplia que la que logramos reunir en el pasado reciente.

Esta fue la visión que impulsó el desarrollo del Pacto Mundial sobre los Refugiados. Las crisis de refugiados no se pueden abordar aislándose de desafíos globales mayores y de políticas de migración efectivas. Los dos pactos, sobre los Refugiados y para una Migración Segura, Ordenada y Regular, fueron diseñados para complementarse entre sí, y por buenas razones.

Miremos al Sahel, una situación de enorme complejidad, donde la inseguridad, la pobreza y la pérdida de los medios de vida tradicionales están fracturando y desterrando a comunidades enteras, por toda la región y más allá. Proteger a las personas refugiadas y desplazadas internas es vital. Pero esto debe ir acompañado de un campo de acción más profundo y más amplio que atraviese las esferas políticas, de seguridad, de migración y de desarrollo.

En el Pacto Mundial sobre los Refugiados destacan dos aspectos.

Uno es su enfoque integral. Acelera un cambio largamente esperado en las respuestas, de un ángulo humanitario tradicional, como dijo la vicesecretaria general, a uno que preserva el imperativo humanitario, pero lo combina con un conjunto más amplio de herramientas más adaptadas a las dinámicas de los flujos de refugiados de hoy.

Esto implica la pacificación y consolidación de la paz, la acción en desarrollo y la inversión del sector privado. Significa apoyo estratégico sostenido para abordar las causas profundas de los movimientos de personas refugiadas y de los flujos mixtos de población. La vicesecretaria general acaba de destacar cómo esto coincide con el trabajo para hacer posible un sistema de Naciones Unidas que pueda catalizar mejor el progreso colectivo hacia los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Las sinergias entre el Pacto y las reformas de la ONU son, por tanto, relevantes y fuertes.

Además, el Pacto hace tangible el compromiso con la solidaridad internacional que sustenta el régimen de protección de las personas refugiadas, pero que nunca se ha cumplido plenamente. Escuchará más sobre esto a nuestra nueva Alta Comisionada Auxiliar para la Protección, Gillian Triggs, a quien estoy feliz de presentarles hoy.

Al asegurar el Pacto sobre los refugiados –una herramienta práctica, concreta– se demostró que más allá de los enfoques unilaterales dañinos que a veces afloran, prevalece aún el compromiso de abordar los flujos de refugiados a través de la solidaridad internacional. En ACNUR, estamos totalmente comprometidos con este esfuerzo, y contamos con que todos ustedes, nuestros socios más cercanos, hagan lo mismo. ¡Es posible! El Foro Mundial sobre los Refugiados, que se convocará en diciembre en este edificio, será la oportunidad para mostrar lo que se ha logrado y hacer nuevos compromisos para seguir avanzando.

Señor presidente,

El pasado año subrayó por qué se necesita el Pacto y cómo está empezando a reescribir nuestra respuesta colectiva. Permítanme compartir mis pensamientos sobre siete desafíos relacionados.

Primero, si bien gran parte de la conversación sobre el desplazamiento forzado se centró en las llegadas al Norte global, las consecuencias más profundas, con diferencia, están en los países de acogida del Sur global. Preservar el asilo allí y ayudar a las comunidades de acogida requiere un apoyo internacional más sustancial y sostenido. Más de cuatro millones de venezolanos, por ejemplo, abandonaron el país, y la mayoría se refugiaron en 14 naciones de América Latina y del Caribe. La mayoría de estos estados han mostrado una solidaridad encomiable, pese a las inmensas presiones. La reciente decisión de Colombia de conceder la ciudadanía al nacer a los hijos de venezolanos que están en el país es un ejemplo, y el Proceso de Quito está ayudando a moldear un enfoque regional.

Mantener esta solidaridad es vital, incluso por medio del apoyo a los servicios, la infraestructura y la economía de los países afectados. Agradezco el compromiso del Banco Interamericano de Desarrollo y la decisión del Banco Mundial de extender el apoyo a Colombia, y posiblemente también a Ecuador, a través de su Mecanismo Global de Financiamiento Concesional. Les insto a que aceleren sus contribuciones. La próxima Conferencia de Solidaridad, convocada por la Unión Europea junto con ACNUR y la Organización Internacional para las Migraciones, será una oportunidad para hacer balance y para comprometerse más.

En segundo lugar, las respuestas a los 'flujos mixtos' de refugiados y migrantes continúan generando debates muy controvertidos. La retórica política generalizada explota las preocupaciones que prevalecen entre los excluidos de los beneficios de la globalización y canaliza esos temores hacia los refugiados y los migrantes, quienes están entre las personas más marginadas del planeta. Enfrentar la exclusión con la exclusión no solo es cínico e inmoral, sino que rara vez ofrece soluciones prácticas para ninguna de las partes. Y las medidas tomadas o alegadas para reducir los flujos (retrocesos, externalización de los procesos de asilo, políticas disuasorias) socavan la protección de los refugiados sin abordar realmente las causas fundamentales de los flujos mixtos ni los desafíos de la integración.

Estas situaciones son enormemente complejas, debemos reconocerlo. Lo vi la semana pasada en México, donde ejemplos impresionantes de integración de personas refugiadas vienen acompañados de presiones migratorias crecientes de la región, pero también de África. Indudablemente, se necesita una serie de acciones para abordar estos flujos ‘mixtos’. Varias de ellas están incluidas en esa región bajo el MIRPS, un Marco Integral Regional para la Protección y Soluciones que hemos promovido; y contribuiremos a los esfuerzos de la ONU para apoyar iniciativas como un plan de desarrollo regional para México y el Norte de Centroamérica, actualmente en discusión. En este contexto, salvar vidas y salvaguardar la dignidad y los derechos de todas las personas en movimiento debe seguir siendo lo principal, junto con el acceso a la protección internacional para aquellos con solicitudes válidas. Allá y en otros lugares, las vías migratorias legales ayudarían a evitar el abuso de los sistemas de asilo como sustitutos de canales migratorios.

Observamos estos desafíos no solo en el Norte de Centroamérica y en la frontera sur de los Estados Unidos, sino también en el sur de África y el Sudeste asiático. En Europa, la confianza pública en la gestión del asilo y la migración disminuyó, y debe restablecerse mediante procedimientos rápidos y justos, una buena gestión de la migración que evite sobrecargar los sistemas de asilo e inversiones para la integración de aquellos con derecho a permanecer. Se necesita cooperación entre los gobiernos, también para el retorno de aquellos que no califican para la protección internacional u otros acuerdos de permanencia.

Agradezco las recientes decisiones de cuatro Estados de la UE de establecer un mecanismo de cooperación temporal para el desembarco de las personas rescatadas en el Mediterráneo, y espero que esto impulse un compromiso más amplio de la UE y revitalice los acuerdos de rescate en el mar. Pero esto también debe ir acompañado de una ambición más amplia: inversiones para encarar las causas profundas de los flujos de personas refugiadas y apoyar los esfuerzos de los países de acogida y de tránsito de esas personas. ACNUR continúa evacuando a los más vulnerables de Libia, esfuerzos para los cuales Níger y ahora Ruanda están proporcionando canales que salvan vidas. Con suerte, otros se unirán. Trabajamos de cerca con la Organización Internacional para las Migraciones en estos esfuerzos, como en otros lugares. Pero estas operaciones plantean enormes dilemas y solo pueden sostenerse como parte de un enfoque integral de responsabilidad compartida que tiene la preservación de la vida y el acceso a la protección internacional como imperativos centrales. Allí, como en varias otras operaciones, los colegas de ACNUR y nuestros socios están trabajando, no olvidemos esto, en condiciones extremadamente peligrosas.

Tercero, las crisis de desplazamiento recurrentes y de larga duración siguen existiendo en ausencia de soluciones políticas. Y otras crisis importantes también se están prolongando ahora. En este contexto, el énfasis del Pacto en la inclusión, la resiliencia y la acción de desarrollo (soluciones pendientes) es fundamental. Este año marcó el cuadragésimo aniversario del comienzo de la crisis de refugiados afganos. Lamentablemente, los esfuerzos de paz parecen haberse estancado una vez más. Agradezco la decisión de Afganistán de aplicar el modelo integral de respuesta a los refugiados en apoyo de sus iniciativas para resolver el desplazamiento, pero las soluciones siguen comprometidas por la sequía, la inseguridad y las fallas de gobernanza. Solo 15.000 refugiados regresaron a casa el año pasado. La hospitalidad mostrada por Pakistán e Irán, y su trabajo en la inclusión de las personas refugiadas y en su autosuficiencia, así como en migración legal y en opciones de permanencia, son innovadores, pero deben recibir más apoyo internacional mientras dure la crisis afgana.

En Somalia también, si bien el compromiso del Gobierno de reducir el desplazamiento forzado es evidente y encomiable, el conflicto y la sequía siguen impidiendo las soluciones y generando nuevos desplazamientos. En este contexto, la aplicación regional del modelo de respuesta integral de la Autoridad Intergubernamental para el Desarrollo (IGAD) ayuda a fortalecer el asilo, el acceso a los derechos y la inclusión de las personas refugiadas en la sanidad, la educación y las economías nacionales.

Los gobiernos del Este y del Cuerno de África han estado a la vanguardia de la aplicación del modelo integral de respuesta a los refugiados. Etiopía, Yibuti, Kenia y Uganda, entre otros, avanzaron enormemente con el apoyo de la experiencia y el financiamiento del Banco Mundial, el apoyo al desarrollo bilateral y las inversiones del sector privado. Esto ya está transformando la vida de muchos refugiados, así como de las comunidades de acogida de refugiados en toda la región, y está demostrando la validez del modelo consagrado en el Pacto. Están dando un significado concreto a la decisión de la Unión Africana de declarar 2019 el año de las personas refugiadas, desplazadas y repatriadas en África.

Cuarto, el tema de la repatriación sigue siendo objeto de mucha atención. Una pregunta que cada vez nos hacen más es: ¿cómo avanzar en soluciones, cuando la seguridad en los países de origen sigue siendo frágil y no hay un fin de las hostilidades? ¿Pueden las personas regresar a sus países de origen en ausencia de soluciones políticas?

La respuesta es que los retornos deben ser impulsados ​​por las personas, no por la política. En todas las operaciones de ACNUR, tenemos un diálogo continuo con las personas refugiadas que regresan y sobre los complejos factores que influyen en sus decisiones. Trabajamos con los gobiernos para ayudar a crear las condiciones que allanen el camino para los retornos, que deben ser voluntarios y sostenibles.

Tomemos el ejemplo de Siria. Unas 200.000 personas refugiadas sirias han regresado desde 2016, y más de tres cuartas partes de las casi seis millones que están refugiadas en los países vecinos dicen que esperan regresar algún día. Debemos seguir guiándonos por sus puntos de vista y decisiones, y dar apoyo a aquellas y aquellos que eligen regresar para evitar exponerlas a mayores dificultades.

Nuestra política no es observar y esperar. Trabajamos con el Gobierno de Siria para ayudar a abordar las barreras al retorno y apoyar las medidas que generen confianza, esperando, por supuesto, que los recientes avances políticos se consoliden, y que puedan evitarse más crisis humanitarias, especialmente en Idlib, mediante la acción concertada de todas las partes.

Mientras tanto, debe mantenerse el apoyo internacional a los países de asilo. Su generosidad excepcional y el continuo apoyo de los donantes han ayudado a los refugiados sirios a lidiar con largos años de exilio, incluso en sitios como el Líbano, donde la proporción de personas refugiadas y nacionales sigue siendo la más alta del mundo. Los logros son significativos: el año pasado, 1,3 millones de niñas y niños refugiados sirios asistían a la escuela y se concedieron 110.000 permisos de trabajo en Jordania y Turquía. Sin embargo, la pobreza extrema y la vulnerabilidad pesan en la vida de las personas y de las comunidades de acogida, e influyen inevitablemente en sus decisiones.

También en Myanmar, el Gobierno reconoció el derecho de las personas refugiadas en Bangladesh a regresar y ha comenzado un diálogo importante con los refugiados para generar confianza y permitir decisiones informadas. ACNUR y el PNUD están trabajando en proyectos de cohesión social en el estado norteño de Rakhine para ayudar a allanar el camino para posibles retornos. Estos son pasos importantes, pero deben ir acompañados de cambios más visibles en los temas clave que preocupan a las personas refugiadas: libertad de movimiento, soluciones para las personas desplazadas internamente, información clara sobre el camino hacia la ciudadanía.

Una segunda iniciativa bilateral para comenzar la repatriación en agosto resultó en que ninguna persona refugiada retornó. Pero envió mensajes importantes: la puerta está abierta y se respetó la voluntariedad. Espero que esto pueda allanar el camino para un enfoque más estratégico en el que las voces y las opciones de las personas refugiadas sean lo principal. ACNUR está listo para asesorar y apoyar. Allí, y en otros lugares, por ejemplo con refugiados burundeses en Tanzania y refugiados nigerianos en la región del lago Chad, estamos disponibles para facilitar el diálogo y las soluciones a través de enfoques tripartitos que incluyen a ACNUR.

Quinto, y estrechamente relacionado con mi punto previo, necesitamos aprovechar las oportunidades para acelerar las soluciones. Los conflictos que avanzan hacia la paz son infrecuentes, pero cuando hay una oportunidad, tenemos que buscarla. A este respecto, seguimos de cerca los acontecimientos en Sudán y Sudán del Sur. La transición política en Sudán y el compromiso del nuevo Gobierno con un proceso de paz tienen implicaciones importantes para cientos de miles de refugiados sudaneses y para la población desplazada internamente. El renovado impulso en el proceso de paz de Sudán del Sur también es alentador. Los retornos espontáneos de refugiados a Sudán del Sur superaron ya los 200.000, y los retornos de desplazados internos también están en camino.

En los últimos dos años, ACNUR y la Autoridad Intergubernamental para el Desarrollo han estado promoviendo la inclusión de la población refugiada y desplazada internamente en el proceso de paz de Sudán del Sur. Espero que este desarrollo reciente allane el camino hacia un final definitivo del ciclo de violencia y desplazamiento que ha asolado la vida de generaciones de sudaneses y sursudaneses.

El reasentamiento es otra solución, aunque para muy pocas personas. Mientras que algunos países están intensificando sus programas, el número total de lugares se ha desplomado. Estoy muy decepcionado por esto. El reasentamiento salva vidas y ofrece estabilidad a los refugiados más vulnerables y en riesgo. Propongo que usemos más deliberadamente nuestra nueva estrategia de tres años para intensificar los esfuerzos de reasentamiento y expandir la implicación del sector privado y la comunidad.

El sexto desafío principal tiene que ver con nuestro compromiso con la población internamente desplazada. A finales de 2018, más de 41 millones de personas vivían desplazadas en sus propios países. Las principales operaciones de personas internamente desplazadas, en Irak, Siria, Yemen, la cuenca del lago Chad, la República Centroafricana, la República Democrática del Congo y Ucrania, permanecen entre las más complejas desde el punto de vista político y operativo, pero todas están entre nuestras prioridades. Deseo señalar en particular que, junto con nuestros socios, estamos respondiendo con más recursos a la petición de apoyo del Gobierno de Etiopía para abordar el reciente desplazamiento interno a gran escala en el país.

En suma, estamos tratando de armonizar mejor nuestros esfuerzos para avanzar en soluciones para la población refugiada y desplazada internamente, y diseñar nuestras operaciones de manera más efectiva, en el contexto de los esfuerzos interinstitucionales. Nuestra nueva política sobre desplazamiento interno refleja nuestro compromiso firme y reforzado. Esto pone particular énfasis en el liderazgo de protección y alinea nuestras intervenciones con las de nuestros socios.

Señor presidente,

Hace unos días, al comienzo de la 74ª sesión de la Asamblea General en Nueva York, escuchamos llamadas a acelerar nuestras respuestas a la emergencia climática antes de que sea demasiado tarde. Greta Thunberg, hablando por las próximas generaciones, y António Guterres, hablando por la conciencia del mundo, fueron firmes al pedirnos a todos que tomemos medidas, ahora.

Estas llamadas también nos conciernen, ya que nos reunimos aquí para discutir temas de desplazamiento forzado. Acabo de presentar seis desafíos clave relacionados con el desplazamiento. El séptimo se entrecruza y los sustenta a todos.

Las causas relacionadas con el clima son un motor cada vez mayor de nuevos desplazamientos internos, y superan a las relacionadas con conflictos y violencia en más de un 50%. El clima es también a menudo un factor dominante en el desplazamiento transfronterizo.

El término "refugiado climático" no se basa en el derecho internacional y no refleja las formas más complicadas en que el clima interactúa con la movilidad humana. Pero la imagen que transmite, de personas expulsadas de sus hogares como resultado de la emergencia climática, ha captado debidamente la atención del público.

A menudo me preguntan cómo la Agencia de la ONU para los Refugiados puede ayudar a responder a este desafío. Deseo aprovechar esta oportunidad para compartir algunos pensamientos para su consideración.

Durante algunos años, ACNUR ha trabajado para resaltar marcos legales relevantes y los vacíos de protección resultantes del desplazamiento transfronterizo en el contexto del cambio climático. Seguiremos ayudando a dirigir las conversaciones internacionales y el debate legal y normativo en esta área, también a través del compromiso con la Plataforma sobre Desplazamiento por Desastres y otros foros multilaterales.

El desplazamiento forzado a través de las fronteras puede surgir de la interacción entre el cambio climático y los desastres con el conflicto y la violencia, o bien solo de desastres naturales o provocados por el hombre. Cualquier situación puede desencadenar necesidades de protección internacional.

En el primer caso, estas normalmente se atenderán mediante el reconocimiento como refugiado bajo la Convención de 1951 o los marcos regionales de refugiados. En el segundo, la protección temporal o los acuerdos de permanencia, en los que ACNUR tiene experiencia, pueden aportar respuestas flexibles y rápidas.

De forma aún más específica, donde ocurre el desplazamiento relacionado con el desastre se necesita a menudo una respuesta operacional fuerte guiada por consideraciones de protección. Aquí también, ACNUR continuará trabajando en contextos interinstitucionales para apoyar a los gobiernos sobre la base de nuestra sólida experiencia en respuestas de emergencia. El Pacto Mundial sobre los Refugiados, por cierto, exige medidas de preparación y pronósticos basados ​​en pruebas, y la inclusión de la población refugiada en las estrategias de reducción de riesgo de desastres.

Hay otras consideraciones. Los factores climáticos destierran a las personas de sus hogares, pero los movimientos de refugiados a gran escala, ya sean o no provocados por el clima, tienen a su vez un impacto ambiental, y los refugiados se encuentran con frecuencia en puntos críticos respecto al medio ambiente. Estoy decidido a hacer que estas consideraciones sean más relevantes para la forma en que nos preparamos y respondemos a las crisis de refugiados.

En ACNUR, hemos trabajado durante años para reducir el impacto ambiental de las crisis de refugiados a través de opciones de energía renovable, actividades de reforestación y acceso a combustibles limpios y a tecnología para cocinar. Ahora hemos lanzado una estrategia energética reforzada y estamos mejorando nuestras herramientas para abordar estos desafíos. Los socios del sector privado, como la Fundación IKEA, han sido invaluables para ayudarnos a desarrollar nuevos enfoques.

Y finalmente, al igual que otras organizaciones, reconocemos que nuestra propia huella operativa tiene un impacto ambiental, y estamos actuando en consecuencia. Estamos trabajando, por ejemplo, en aumentar la eficiencia energética y el uso de energía renovable.

Señor presidente,

El trabajo para responder a estos desafíos es posible gracias a la fuerte confianza que ACNUR continúa recibiendo de los socios donantes. Esperamos que los fondos disponibles este año alcancen un estimado de 4.820 millones de dólares. La contribución de los Estados Unidos siguió siendo la más sustancial, y ha sido decisiva en muchas situaciones difíciles, y estoy muy agradecido por esto. Deseo agradecer a la Comisión Europea y a Alemania por su apoyo particularmente fuerte; a Suecia, el Reino Unido, Dinamarca, Noruega y los Países Bajos por proporcionar financiación crucial y sustancial para fines generales; y, por supuesto, también a todos los demás donantes.

Sin embargo, la brecha entre los requerimientos y los recursos disponibles continúa creciendo en términos absolutos y llegará alrededor de los 3.820 millones de dólares este año. Se prevé que los ingresos del sector privado aumenten en un 11% con respecto a la cifra del año pasado, a 470 millones de dólares. Continuamos trabajando para diversificar nuestra base de financiación, con el espíritu de la responsabilidad compartida y para garantizar una plataforma estable para nuestro trabajo. Y lo más importante, nuestra asociación con organizaciones de desarrollo se está volviendo mucho más fuerte y nos está ayudando a encontrar modos de orientar nuestros recursos de forma que impulsen esos programas mayores.

Soy consciente de que la generosidad de los donantes debe ir acompañada de mejoras constantes en la manera en que gestionamos la organización. A finales de 2016, inicié un proceso de reforma para garantizar un ACNUR ágil y efectivo, con operaciones en los países equipadas para lograr estrategias en contexto, innovar y responder a las dinámicas locales y regionales como parte de los equipos locales de las Naciones Unidas. Esta fue la razón de nuestro proceso de regionalización y descentralización, que está dotando de mayor autoridad y flexibilidad a las oficinas locales, nos ayuda a acercarnos a las personas refugiadas y anticipa el apoyo a través de las oficinas regionales situadas en sus regiones respectivas.

Estamos entrando en la última fase de cambios estructurales, que implicará ajustes en las divisiones de la sede y otras entidades en línea con las nuevas autoridades reequilibradas.

Por supuesto, la transformación no trata solo de estructuras y responsabilidades, y no es un ejercicio único, sino también de transformar nuestra cultura organizacional, invertir en la calidad del trabajo, mejorar y agilizar los sistemas y procesos y crear espacio para la innovación.

Estamos trabajando en una planificación basada en pruebas, en cómo describimos el impacto y en aumentar la eficiencia, de acuerdo con nuestros compromisos del Gran Pacto y como un participante activo, como señaló la secretaria general adjunta, en reformas más amplias de la ONU. Hace poco respaldé una estrategia de transformación de datos, y el secretario general inaugurará esta semana en Copenhague el nuevo Centro de Datos Conjunto de ACNUR/Banco Mundial, un hito en la cooperación humanitaria/de desarrollo.

También seguimos incorporando una fuerte cultura de gestión de riesgos en toda la organización y fortaleciendo los sistemas y las herramientas para prevenir y responder a las malas prácticas. Esto incluye la explotación y el abuso sexuales, y el acoso sexual, para lo cual implementamos una amplia gama de medidas y con las cuales estoy comprometido personalmente, también como defensor en este asunto en el Comité Permanente entre Organismos. No hay lugar en la organización para los agresores, y mantendremos a los sobrevivientes y las víctimas en el centro de nuestra respuesta.

Señor presidente,

En 2011, mi predecesor, el ahora Secretario General, convocó una reunión ministerial en el 60 aniversario de la Convención de 1951 y en el 50 de la Convención para la Reducción de los Casos de Apatridia de 1961. Es justo decir que, hasta entonces, el mandato relativo a la apatridia había sido un aspecto bastante periférico en el trabajo de ACNUR. Claramente, no lo vieron de esa manera: más de 60 estados y entes regionales presentaron compromisos destinados a reducir la apatridia, y esa oleada de voluntad política y compromiso se convirtió en el catalizador de la campaña #IBelong, lanzada en 2014. Impulsados ​​por la energía que había surgido, decidimos fijar un límite de tiempo, diez años, para poner fin a la apatridia.

Ahora, llegados al punto intermedio, es hora de hacer balance y renovar el compromiso que nos puso en camino hacia esa ambición audaz. Este es el objetivo del Segmento de Alto Nivel que seguirán en unos momentos, como parte de esta reunión del Comité Ejecutivo.

Cuando hablamos de apatridia, a menudo nos encontramos hablando de leyes, documentos y otros tecnicismos. Son algo fundamental, y es donde el trabajo duro debe darse, pero cuando enmarcamos la apatridia en términos puramente legales, perdemos de vista la desgracia que proyecta sobre la vida de las personas, empujándolas a los márgenes de la sociedad, negándoles los derechos básicos y un sentido de identidad. Esta es un área en la cual, por una inversión relativamente baja, está a nuestro alcance un amplio impacto.

El pasado año, algunos de ustedes estuvieron presentes en un evento paralelo de EXCOM en el que una joven que había crecido apátrida se convirtió por primera vez en ciudadana de un país. Fue una experiencia profundamente emocionante para todos los presentes, y ese momento capturó, más que cualquier discurso o lista de promesas, lo que significa finalmente pertenecer tras años vividos ​​en los márgenes. Ella y varias personas que fueron apátridas están presentes hoy aquí, y les animo a que hablen con ellos y entiendan lo que la ciudadanía les ha significado. Sus historias son las que nos inspirarán a medida que avanzamos.

En la primera mitad de la campaña hubo logros importantes: abordar la discriminación de género en las leyes de nacionalidad, introducir leyes para evitar la apatridia infantil y desarrollar procedimientos para hallar soluciones para las personas que de otra forma serían apátridas. Algunas situaciones prolongadas finalmente se resolvieron. Quince estados se adhirieron a una o ambas convenciones sobre la apatridia. Kirguistán se convirtió en el primer estado en anunciar formalmente que todos los casos conocidos de apatridia en su territorio habían sido resueltos, un logro que debería inspirar a otros. Espero honrar a un líder kirguiso de esta campaña, Azizbek Ashurov, esta noche en la ceremonia de entrega del Premio Nansen.

También deseo agradecer el trabajo de UNICEF, el UNFPA, el Banco Mundial, la sociedad civil y las redes académicas, y especialmente de los "amigos" de esta campaña, con sede en Ginebra, que fueron persistentes en su defensa y apoyo. Las reuniones preparatorias regionales se han caracterizado por la energía y el compromiso. Me complace compartir que hemos recibido 171 compromisos antes del evento de hoy, que también impulsó otras iniciativas que más adelante pueden convertirse en compromisos concretos.

En un momento en que les pedimos mucho, esto es especialmente loable. En ACNUR, también intensificaremos nuestros esfuerzos más aún para lograr la ambiciosa meta colectiva de acabar con la apatridia de una vez por todas.

Señor presidente,

El primer Foro Mundial sobre los Refugiados se convocará en este edificio en poco más de dos meses. Llega al cabo de una década turbulenta, en la que personas y comunidades han sido desarraigadas en todas las regiones. Nadie previó, hace diez años, la convergencia de tendencias y sucesos que conducirían a una duplicación en el número de personas desplazadas por la fuerza, y la prominencia que los flujos de personas refugiadas y migrantes asumirían en la política nacional e internacional. Abordar y resolver el desplazamiento forzado se ha convertido directamente en una prioridad urgente entrelazada con otros desafíos globales del siglo XXI, incluido el cambio climático.

La gran pregunta ahora es: ¿qué vamos a hacer de la próxima década? ¿Será una década que nos vea en retirada, dando la espalda a las lecciones aprendidas en el siglo XX, o una en la que tengamos el valor de unir fuerzas pese a nuestras diferentes perspectivas e intereses, abrazando los desafíos y oportunidades de cooperación internacional para abordar el drama del exilio? Estas son las preguntas fundamentales que tendrá que abordar el Foro. Espero, por supuesto, que responda mostrando claramente la segunda vía. Les animo a todos a garantizar una representación de alto nivel de los estados, a compartir experiencias positivas y a contraer compromisos significativos e impactantes que mejorarán en gran medida el futuro de las personas refugiadas y de las comunidades de acogida.

Creo que en el Pacto Mundial sobre los Refugiados tenemos razones para el optimismo. El impulso está ahí. Tenemos una herramienta poderosa que nació de una narrativa de la posibilidad. El Foro será la ocasión, espero, para mostrar que no rehuimos la enorme responsabilidad que ha recaído en todos nosotros, una que se deriva no solo de los refugiados y las comunidades de acogida que nos buscan para actuar, sino también de la oportunidad que tenemos de inspirar a las nuevas generaciones y demostrar, de tantas maneras prácticas y concretas, por qué la cooperación internacional sí importa y cómo puede hacerse funcionar.

 

Gracias.