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"Las personas quieren comprar nuestro arroz desde diferentes puntos de la provincia"

Historias

"Las personas quieren comprar nuestro arroz desde diferentes puntos de la provincia"

Un grupo de refugiadas cultiva arroz a gran escala, lo cual las convierte en las productoras de arroz más importantes en la provincia de Lunda Norte, en Angola.
27 agosto 2021
Antoinette, granjera refugiada que proviene de República Democrática del Congo, recoge arroz en su granja en el asentamiento de Lôvua, en Angola.

Hay que caminar más de una hora para atravesar el lodoso terreno que lleva a la extensa granja de arroz de Antoinette en Chamassuia, una aldea a casi cinco kilómetros del asentamiento de Lôvua, en la provincia angoleña de Lunda Norte.


Situada en medio de la aldea y de un río en las faldas de una colina, la granja de arroz ocupa poco más de diez hectáreas de terreno, una vista que vale la pena apreciar.

"El arroz es mi alimento básico; es lo que solíamos comer en Maniema, mi lugar de origen", contó Antoinette, de 55 años, quien huyó de la República Democrática del Congo (RDC) hace cuatro años. "Por eso quería cultivarlo aquí, en Lôvua".

Angola ha dado acogida a cerca de 56.000 personas refugiadas, la mayoría proveniente de RDC; de ellas, alrededor de 6.700 reside en el asentamiento de Lôvua, como Antoinette. En el asentamiento, Antoinette tiene un lote grande en el que construyó cuatro casas para su familia extendida, que comprende dieciséis personas, con inclusión de ocho niños. 

"El arroz es mi alimento básico; es lo que solíamos comer en mi lugar de origen".

Antoinette, también conocida como "Mamá Anto", dirige una asociación agrícola integrada por casi treinta mujeres que laboran en granjas dentro y fuera del asentamiento. Muchas de ellas trajeron conocimientos agrícolas a una región que no se conoce por la agricultura. Las mujeres producen entre 500 y 600 kilogramos de arroz por cosecha, lo cual las convierte en las productoras de arroz de mayor alcance en la provincia.

Estas granjeras también cultivan vegetales como papa, jitomate, berenjena, zanahoria, cebolla, lechuga, ocra y casava. Además, cuando no están juntas trabajando en las granjas, atienden sus propios huertos junto a sus hogares en el asentamiento.

En vista de que la tierra en el asentamiento no era propicia para arrozales, Antoinette ideó un plan y se acercó a los "sobas" o líderes tradicionales que supervisan las tierras cercanas al asentamiento.

"Hemos estado aquí desde 2017. Desde entonces, hemos entablado una buena relación con la comunidad de acogida", comentó. "Negociamos el acceso a las tierras de cultivo cerca del río, y las convertimos en arrozales. ¡La gente me llama desde diferentes puntos de la provincia porque quieren comprar nuestro arroz!" 

La convivencia entre personas refugiadas y la población angoleña que vive en las aldeas cercanas ha sido pacífica, en parte, gracias a la granja de arroz. La comunidad de acogida colabora con las granjeras refugiadas en el cultivo y mantenimiento de las granjas; en consecuencia, ha aprendido a cultivar el arroz en una región que se conoce por la casava.

"Nos trae beneficios, y nuestras aldeas pueden aprender de ellas".

El cultivo de arroz en su aldea complace a Soba Faustino, el líder tradicional de Chamassuia. 

"Nos gustaría recibir más asistencia de las agencias humanitarias; sin embargo, también es bueno que las personas refugiadas cultiven aquí porque nos trae beneficios, y nuestras aldeas pueden aprender de ellas", explicó.

Agregó que muchas personas de la comunidad local han notado que sus ingresos familiares han aumentado gracias al trabajo que ofrecen las granjas de arroz. Contar con fuentes alternativas de ingresos reduce la necesidad de cortar árboles para obtener leña y carbón, lo cual, a su vez, reduce la destrucción del medioambiente.

Mamá Anto también cree que es importante no depender únicamente de la asistencia alimentaria que brindan las agencias de ayuda.

"Debemos complementar los alimentos que recibimos porque no son suficientes. Además, debemos vender lo que producimos para que nuestros negocios sigan funcionando y para sostener a nuestras familias", añadió mientras presumía la extensión de la granja de arroz, una de las dos que existen en Chamassuia.                           

Por lo regular, ACNUR apoya a granjeras y granjeros refugiados con semillas variadas, herramientas de cultivo, botas de trabajo, fertilizantes y, a veces, animales de granja como pollos y cerdos. Alrededor de sesenta granjeras provenientes de tres comunidades locales cerca del asentamiento (Muamucombo, Naginga y Sacatangui) reciben capacitación agrícola con regularidad por medio del proyecto liderado por Ajuda de Desenvolvimento de Povo para Povo (ADPP), socio de medios de vida.

Robert Ahebwa, oficial asociado de medios de vida de ACNUR, considera que la experiencia y el conocimiento agrícola de las personas refugiadas puede ayudar a mejorar los productos de la comunidad local.

"Siempre fomentamos que se compartan habilidades porque hacerlo promueve la convivencia pacífica. Quienes se dedican a cultivar la tierra pueden adoptar mejores prácticas agrícolas cuando aprenden de otras personas que se dedican a hacer lo mismo", explicó.

Añadió que algunas personas refugiadas ya saben cómo iniciar una granja utilizando métodos modernos para mejorar la calidad y cantidad de las cosechas. Si la comunidad local adopta un enfoque similar, mejorará su propia seguridad alimentaria.

En mayo pasado, el municipio de Lôvua organizó una feria agrícola para celebrar su sexto aniversario. En la feria, las autoridades anunciaron su compromiso con la alianza con ACNUR para aumentar la producción de arroz en la provincia.