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Actor Roberto Manrique lleva alegría a la frontera colombo-ecuatoriana con su circo

Comunicados de prensa

Actor Roberto Manrique lleva alegría a la frontera colombo-ecuatoriana con su circo

Elvis, de 10 años, mira asombrado los arcos que marca el fuego en la noche cerrada de la selva. Roberto se mueve al ritmo de la música entre las hondas prendidas.
13 January 2010
Los niños asisten divertidos al espectáculo de malabares y arte circense ofrecido por el actor Roberto Manrique y sus compañeros Paola y Camilo en el norte de Ecuador.

CHARIP, Ecuador, 13 de enero (ACNUR) – Elvis, de 10 años, mira asombrado los arcos que marca el fuego en la noche cerrada de la selva. Roberto se mueve al ritmo de la música entre las hondas prendidas. Unos minutos antes, Yanira, la mamá de Elvis, reía a carcajadas ante las pestañas postizas de la payasa Clementina, con su improvisado vestido de novia de bolsas de basura. Al final, todos aplauden con entusiasmo cuando Camilo, el cantante, cierra con su voz la velada.

"Queremos que sigan hasta que amanezca", dice Yanira, esta mujer indígena ecuatoriana, mientras amamanta a un bebé de apenas meses. "Aquí no viene nadie a hacer estas cosas. Pero nos gustan mucho. Sobre todo a los niños, pero también a los mayores".

Las vidas de este actor-malabarista, la payasa y su compañero barítono, poco tienen que ver con la de esta pequeña comunidad de apenas 15 familias, en la provincia de Sucumbíos, en la frontera norte ecuatoriana. Los tres se han convertido por una noche en desinteresados actores de calle para traer a este rincón de la selva un espectáculo hasta ahora nunca visto por aquí. Ellos son Roberto Manrique, multifacético actor ecuatoriano, junto a sus dos compañeros, Paola y Camilo, ella payasa, y él cantante y profesor de ópera.

En su pequeña gira por el norte del Ecuador, los tres artistas han querido entregar a remotas comunidades un espacio de ocio que, en la mayoría de los casos, es inaccesible. La falta de servicios básicos, como la luz o el agua, la escasa presencia del Estado o incluso la dura movilización a pie por caminos embarrados, hacen que la diversión sea demasiadas veces un lujo.

Hoy, sin embargo, los habitantes de Charip (palabra que significa trueno en lengua shuar), no piensan en el retorno a pie hasta sus casas, sin luz, que puede tomarles incluso una hora. Al igual que ellos, los habitantes de Barranca Bermeja y Puerto Nuevo, otras dos comunidades de la línea de frontera entre Ecuador y Colombia, han podido disfrutar de un cierre inusual de las fiestas navideñas con malabares, acrobacias, canciones, juegos, música. Y sobre todo risas.

"Para nosotros es una experiencia muy gratificante hacer reír, compartir con estas personas un tiempo de diversión. Uno aquí se da cuenta de la dureza del día a día. Y ello enriquece aún más nuestro trabajo", comenta el actor guayaquileño protagonista de la serie Doña Bárbara. "Parece increíble que a pesar de las situaciones difíciles que han vivido en su tierra natal, los refugiados colombianos puedan seguir disfrutando".

"La población en la línea de frontera, tanto ecuatoriana como colombiana, gran parte de ella en necesidad de protección internacional, vive en condiciones difíciles. El arte puede ser un camino para acercar a las personas y a los pueblos, y sobre todo, para olvidar la violencia de la que vienen huyendo los refugiados, por unos instantes", señala Deborah Elizondo, Representante del ACNUR, la agencia de Naciones Unidas para los Refugiados.

Las comunidades de la línea de frontera, más de cuarenta sólo en la provincia de Sucumbíos acogen una población de cerca de cinco mil personas, donde al menos la mitad pueden requerir protección internacional. El ACNUR apoya a estas comunidades, tanto a ecuatorianos como colombianos, a través de proyectos de apoyo comunitario e integración en materia de agua y saneamiento, educación primaria, y autosuficiencia alimentaria, que permitan mejorar sus condiciones de vida en general.

Se baja el telón, se apagan las luces y la música. Sin embargo, a partir de ese momento Elvis, y el resto de los niños de Charip imaginan sus propios malabares de palos y piedras.

Por Sonia Aguilar
En Charip, Ecuador