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20 años de becas DAFI: dos estudiantes relatan cómo la educación cambió sus vidas

Historias

20 años de becas DAFI: dos estudiantes relatan cómo la educación cambió sus vidas

El programa de becas DAFI fue creado por ACNUR hace veinte años y ha ayudado a más de 6.000 refugiados de todo el mundo a continuar con sus estudios y así mejorar sus vidas.
7 June 2012
Un sonriente grupo de estudiantes DAFI somalíes recibe los títulos de su educación superior.

GINEBRA, 7 de junio (ACNUR) – El programa de becas DAFI fue creado por ACNUR hace veinte años, y desde entonces, ha ayudado a más de 6.000 refugiados de países de todo el mundo a continuar con sus estudios superiores y así mejorar sus vidas. Nacido en Alemania, el programa DAFI (Iniciativa Académica Alemana para Refugiados Albert Einstein) se creó en 1992 con 220 estudiantes de 16 países. En la actualidad, proporciona apoyo a 1.700 estudiantes de 39 países. Los titulados han desarrollado carreras profesionales de éxito, incluyendo a muchos que han regresado a sus países de origen para jugar un papel importante en los procesos de reconstrucción.

Entre los que se han beneficiado de las becas DAFI se encuentran Khadra Abdullah Mohammed de Somalia y Shadrach Saizia Gbokie de Liberia. Khadra recibió una beca DAFI para estudiar obstetricia en un instituto de salud en Adén. Se graduó en 2010 y ahora trabaja al sur de Yemen como directora de un proyecto de salud para Save the Children (Reino Unido). Shadrach es una refugiada liberiana de 28 años en su último curso de sociología en la Universidad de Ghana en Accra. Hace poco, estas dos chicas contaron a ACNUR como DAFI había cambiado sus vidas.

Khadra:

"Nací en Somalia en 1986 y era la cuarta hija, entre tres hermanas y un hermano. Nuestra vida en Somalia era muy feliz hasta que mi padre murió de repente. Fue entonces cuando comenzaron nuestros problemas debido al racismo ya que mis padres eran de tribus distintas y había mucha tensión entre ellas. Mi madre comenzó a asustarse, sobre todo cuando comenzó la guerra civil (en 1991). Temía perder a sus hijos, así que decidió llevarnos a Yemen por mar. Allí fuimos reconocidos como refugiados y allí crecí y comencé a estudiar".

"Si pienso en Yemen, pienso en educación. Creo que la educación es como el oxígeno. Lo es todo. He visto a mi madre desempeñar duros trabajos porque no tenía educación para tener acceso a algo mejor. Fue lo que me decidió a estudiar y a aprender para ayudar a mi familia, sobre todo a mi madre".

"Acabé mi educación primaria y secundaria en una escuela en Ma'ala, Adén. Cuando terminé el instituto, mis amigos me informaron sobre un programa de becas llamado DAFI, del que yo no había oído hablar antes. Solicité una beca pensando que nunca la conseguiría ya que la piden muchas personas. Nunca olvidaré el momento en que supe que había sido admitida porque cambió mi vida para siempre".

"Desde que me gradué, he estado trabajando de comadrona ayudando a las mujeres más necesitadas y vulnerables de las provincias de Imran y Lahj, que son las regiones más pobres de Yemen. Las tasas de alfabetización entre las mujeres son bajas y no recibían información sobre temas de salud e higiene. Yo promuevo una formación sanitaria y preparo a las comadronas tradicionales para que trabajen de un modo profesional y así poder reducir las altas tasas de mortalidad entre las mujeres gestantes y parturientas".

"Soy feliz en mi trabajo porque ahora puedo proporcionar este importante servicio a la gente Yemení, devolviendo parte de lo que la gente de aquí nos había dado acogiéndome a mí y a mi familia como unos ciudadanos más. Me enseñaron el significado de dar y amar al prójimo sin discriminación y tengo la esperanza de poder volver a mi país para trabajar en el sector sanitario y ayudar en su reconstrucción una vez terminada la guerra. Mi objetivo en la vida es hacer cuanto pueda en mi trabajo y, quién sabe, si trabajo duro, pueda que llegue a ser la próxima directora de país de Save The Children. Sé que sin la beca DAFI, no habría sido la persona que soy ahora".

Shadrach:

"Los años de guerra civil en Liberia (1989-2003) han tenido un enorme efecto en nuestro país. Cientos de personas fueron asesinadas, violadas o torturadas. Muchos niños se quedaron huérfanos de padre o madre y sin nadie a quien recurrir, y muchísima gente huyó hacia otros países (o fueron desplazados a la fuerza dentro de la propia Liberia)".

"En esa época, muchos niños como yo no íbamos a la escuela. Nuestra educación quedó en suspenso. La mayoría de las escuelas estaban cerradas, pero en zonas en que seguían abiertas los niños sólo iban a clase una o dos veces por semana debido al miedo a sufrir ataques armados en cualquier momento. Nuestros sueños de ser médicos, enfermeros, pilotos, científicos, abogados, banqueros, economistas, contables, empresarios, etc. se esfumaban rápidamente".

"Después de la intervención internacional, se restableció la paz (en 1996) y Charles Taylor fue elegido presidente en 1997. Muchos liberianos se sintieron esperanzados y pensaron que el país recuperaría su senda. En octubre de 1996, con 12 años, entré en primero en la Academia Mildred Taylor en Monrovia (capital de Liberia). En mi segundo año, me pasaron al cuarto curso y sólo me llevó tres años llegar al sexto curso. Todo ese tiempo, tuve el apoyo de mi madre, vendedora en el mercado de Paynesville (un barrio de Monrovia). No teníamos contacto con mi padre y no sabíamos dónde estaba. Mi madre alquiló una habitación para todos nosotros en Paynesville, donde iba a la escuela antes de huir a Ghana en 2001".

"Huimos porque estábamos preocupados por la inseguridad en la capital (la segunda guerra civil de Liberia comenzó en 1999 y terminó en 2003). Taylor luchaba contra los rebeldes en el norte y oeste de Liberia y hombres y mujeres jóvenes eran arrestados indiscriminadamente para llevarlos a combatir en el frente sin tener experiencia ni formación militar. Atravesamos Costa de Marfil por carretera con mi madre, mi hermano mayor, mis dos hermanas y mis dos primos. Cuando llegamos a Ghana, unos amigos de la familia nos acogieron en el campamento de refugiados de Buduburam".

"Pronto me planteé retomar mis estudios. Un patrocinador Ghanés nos pagó las tasas escolares a mi hermana y a mí. Estudié mucho y me convertí en la delegada de mi instituto. Gané una plaza para estudiar en el Adisadel Collage, uno de los más antiguos y mejores institutos de Ghana. Sin embargo, no tenía dinero para seguir estudiando. Fue entonces cuando un amigo me habló del programa de becas DAFI para educación secundaria. Solicité una beca y me la concedieron. Fue el comienzo de grandes cosas".

"Mi madre ya no se tenía que preocupar por pagarme las tasas. Me dieron una ayuda para los libros, el transporte y la ropa. Así podía centrarme sólo en mis estudios . . . al final me aceptaron en la Universidad de Ghana y así poder estudiar economía, historia, ciencias políticas y sociología. En 2008, solicité ser becaria y me aceptaron. Pronto terminaré los exámenes finales y, con suerte, seré licenciada en sociología a final de año".

"Todo esto no habría sido posible sin las becas DAFI. DAFI logró que yo sea como soy hoy en día. Hace ocho años, sin esperanza de seguir mis estudios secundarios, DAFI vino a mi rescate y me brindó un futuro mejor. A día de hoy, mi sueño de convertirme en una líder en Liberia para ayudar a la gente sigue vigente y con fuerza".

Gracias a la voluntaria de UNV Online Sofía Estévez Torres por el apoyo ofrecido con la traducción del inglés de este texto.