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Ecuador: Una esperanza que da crédito

Historias

Ecuador: Una esperanza que da crédito

En el norte de Ecuador, gracias a un proyecto de microcrédito apoyado por ACNUR, un refugiado ha conseguido abrir una panadería junto a su mujer y su hijo.
4 agosto 2011
Gracias a un programa de microcrédito apoyado por el ACNUR los refugiados en Lago Agrio, en el norte de Ecuador, pueden empezar su propio negocio, como esta panaderia.

Refugiados sí tienen acceso a los servicios financieros, dice la Superintendencia de Bancos y Seguros de Lago Agrio.

LAGO AGRIO, Ecuador, 4 de agosto (ACNUR) – A Pablo* no le faltan estrategias. Los cheques se los cobra un vecino. Para la motosierra, consigue diesel llenando el depósito de su moto varias veces a la semana. El permiso de quema de madera para vender el carbón del que vive lo pide un amigo ingeniero. Él es refugiado colombiano, y se supone que no puede hacer ninguna de estas cosas en Ecuador.

"Llevo en Lago Agrio ocho años viviendo, trabajo duro, a veces paso un mes entero en la finca para preparar el carbón. No puedo salir a comprar gasolina cada vez, y una motosierra gasta al día seis galones. Por se refugiado solo me venden 5 galones cada sábado. ¿Qué voy a hacer entonces? Tengo un trabajo honrado, pero hay que buscar maneras para poder hacerlo".

Gracias al marco constitucional del país, los refugiados viviendo en Ecuador gozan de los mismos derechos que los nacionales, excepto los políticos. Sin embargo, trabas administrativas, desconocimiento de los funcionarios de los avances reglamentarios o normas de menor nivel hacen que el día a día se convierta en una carrera de obstáculos.

"Tengo algunos buenos clientes que me pagan con cheque. Pero en el banco me pide el pasaporte para cobrar mi propio dinero. ¿Pasaporte? Salí de mi casa sin zapatos hace ocho años, no tengo pasaporte, ni documentos, y casi no quiero tener ni memoria de mi vida allí", explica al tiempo que mira con inquietud la puerta del banco donde espera a que el vecino salga tras realizar el trámite.

"Pago mis deudas, gano suficiente dinero para alimentar a mi familia, soy tranquilo. Pero ni siquiera puedo abrir una cuenta de ahorro. Hay una cooperativa de ahorro donde sí que puedo tener una cuenta, ¿por qué en un sitio si y en otro no?", explica este colombiano de 57 años".

El panorama, sin embargo, parece aclararse. El pasado mes de mayo, Defensoría del Pueblo del Ecuador emitía una resolución asegurando que los refugiados sí tienen acceso en igualdad de condiciones que los ecuatorianos a los servicios financieros y asegura, que el carné de refugiados es un documento válido para ello.

En respuesta a ello, la propia institución reguladora, la Superintendencia de Bancos y Seguros, enviaba en el mes de julio a todo el sistema financiero una circular asegurando los mismos términos y ratificaba que el documento "habilitante" para el uso de todos servicios es el carné de refugiado.

En el contexto socio-económico de la frontera norte ecuatoriana, en la región amazónica, este avance supone una puerta a la esperanza ante un exiguo mercado laboral que acrecienta las dificultades.

"Con el trabajo también es difícil. Al principio no te lo dan porque dicen que no tienes la visa. Cuando consigues la visa de refugio te dicen que no te pueden asegurar. Piensas en poner un negocio y trabajar por tu cuenta. Pero, si necesitas un pequeño apoyo para abrirlo, te niegan los créditos. Entonces uno se da cuenta de que hay quienes no quieren al refugiado."

Normas mezcladas con prejuicios hacen que las restricciones en el disfrute de los derechos económicos condenen a muchas familias al subempleo, la explotación laboral, recurrir a préstamos informales fraudulentos, con lo que ello implica, como el riesgo de no poder hacer frente a los pagos y el peligro de quedar expuestos a mayores riesgos. Mientras, todo incide de manera directa en la reducción de los índices de salud, educación e integración social general.

La solidaridad de muchos otros, sin embargo, es la que amortigua estos impactos. "Cuando recién llegamos a Lago Agrio pensé en matarme, pero no reuní las fuerzas para apretar el gatillo. Entonces alguien me ayudó para comprar un chancho. Me coloqué en un lado de la calle y mi esposa en el otro. Ofrecíamos a la gente la carne antes de sacrificar al animal. Conseguimos vender el 80% por anticipado y al día siguiente ¡lo matamos y comimos bien!".

Como explica Xavier Creach, Jefe de la Sub Oficina de ACNUR en Lago Agrio, no obstante, "Existen instituciones financieras privadas y también del Estado que sí quieren hacer efectivos los derechos de los refugiados. Con ellos estamos cooperando para ofrecer programas de microcrédito y facilitar procedimientos administrativos que hagan real la integración de los refugiados en la frontera norte".

Así, gracias a un proyecto de microcrédito apoyado por ACNUR, Pablo ha conseguido abrir una panadería junto a su mujer y su hijo. "Me dieron un primer crédito. Luego yo mismo compré varias refrigeradoras a cuenta en una tienda donde me conocían. El próximo mes ya termino de pagar y quiero pedir una ampliación para comprar una hielera y hacer helado", señala sonriente.

Casi con 60 años, este hombre de manos retorcidas por la artrosis confía en su proyecto para poder comprar una casa. "Para llegar a la finca donde empecé a trabajar hace cinco años tuve que abrir un camino a machete. Caminaba 5 horas y sacaba el carbón a caballo. No puedo regresar a mi país. Pero hoy quiero que mi esposa y yo podamos descansar un poco y seguir viviendo en Ecuador en paz".

* Nombre cambiado por motivos de protección.

Por Sonia Aguilar en Lago Agrio, Ecuador