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Entrevista: Un médico sirio en el exilio encuentra su lugar

Historias

Entrevista: Un médico sirio en el exilio encuentra su lugar

Desde que huyó al norte de Irak en mayo pasado, Hassan ha utilizado sus habilidades como médico para tratar a sirios enfermos y heridos en una clínica de MSF en el campo de refugiados de Domiz.
5 March 2013
Tras finalizar su turno en la clínica en Domiz, el Dr. Hassan visita una tienda cercana y examina a un chico sirio.

CAMPO DE REFUGIADOS DE DOMIZ, Irak, 5 de marzo de 2013 (ACNUR) – Hassan es esposo, padre, médico y refugiado. Huyó del conflicto sirio el pasado mayo, acompañado por su mujer y sus dos hijos, el más pequeño de ellos de tan sólo tres semanas.

El doctor Hassan, que pidió que se utilizase sólo su nombre de pila, ahora trabaja en el campo de refugiados de Domiz, en la región del kurdistán iraquí, tratando a sirios enfermos o heridos en una clínica dirigida por uno de los socios de ACNUR, Médicos Sin Fronteras (MSF). Recientemente, entre dos de sus turnos, habló con el fotógrafo Brian Sokol y el Oficial de Información Pública de ACNUR, Mohamed Abu Asaker.

¿Cuál es el mayor reto de salud al que se enfrentan los refugiados durante los meses de invierno?

Los problemas respiratorios y dolores de garganta son una gran preocupación, así como los dolores en las articulaciones y los problemas de espalda. La gente está muy expuesta al frío porque viven en tiendas de campaña sin aislamiento, en lugar de casas. Y debido a la sobrepoblación, es muy fácil que las enfermedades se contagien de una persona a otra y de una tienda a otra. Los niños son los más susceptibles al frío porque sus sistemas inmunológicos son más débiles que los de los adultos.

¿Qué se puede hacer para minimizar estos riesgos?

Se necesita preparar el alojamiento para el invierno, en lugar de tiendas de campaña, o tiendas que estén más separadas del suelo. También es importante proporcionar queroseno para poder mantener caliente a la gente del campo. Hay mucha humedad dentro de las tiendas, lo que deriva en bacterias. Un sistema de calefacción secaría las tiendas, destruiría las bacterias y las tiendas serían más cálidas y seguras. Hay un gran número de casos de diarrea, especialmente entre los niños. Personalmente, veo tres casos diarios. Necesitamos más infraestructura en el campo, especialmente en términos de drenaje. Eso más que nada, mejoraría la higiene.

¿Quién llega a la clínica buscando asistencia médica?

Las nuevas llegadas son los visitantes más frecuentes porque el cambio en la dieta y en el entorno les hace más susceptibles a las enfermedades y sus sistemas inmunológicos corren más peligro. También, porque el acceso a los cuidados sanitarios es mejor aquí que en Siria ahora mismo. Veo a gente que viene buscando tratamiento médico. Aquellos que tienen enfermedades crónicas, cáncer y otras enfermedades, no han podido ser tratados en Siria.¿Su experiencia como refugiado le ha convertido en un mejor doctor en este contexto?

Sí, por supuesto. En 2006, traté a refugiados iraquíes en Siria. Trabajé en la frontera entre Irak y Siria durante dos meses y medio. Nunca imaginé que yo llegaría a ser un refugiado. Es como una pesadilla. Como refugiado, me siento más cómodo entre la gente de lo que algunas personas se encuentran. Entiendo la situación y la agonía por las que han tenido que pasar algunos para llegar aquí. Cuando llegué al campo, comencé a tratar directamente a la gente, incluso antes de empezar a trabajar para MSF.

¿Cuándo decidió que debía abandonar Siria?

Tomé la decisión en diciembre de 2011, pero no podíamos irnos todavía porque mi mujer estaba en un estado de embarazo muy avanzado. Veinte días después de que diese a luz dejamos el país . . . Nos quedamos en una aldea cercana a la frontera entre Siria e Irak durante dos noches hasta que encontramos a un traficante. Pagamos 1.100 dólares para poder cruzar la frontera. Dejé el país por el bien de mi familia. No quiero que mis hijos crezcan huérfanos.

Llegó a Irak con su mujer, su hijo y un bebé recién nacido. ¿Cómo fue para ella llevar a un niño pequeño y a un bebé a través de la frontera?

No fue fácil para ella. De hecho fue espantoso, y muy difícil. Pero no podíamos permitir que se quedasen en Siria; tenían que irse. La vida allí era muy difícil. Hombres armados disparaban por todas partes. Pero no es mi batalla y no quiero ser parte de ella.

Háblenos sobre la noche en que abandonó Siria.

Fue el peor viaje de mi vida. Conducimos en coche unos 300 kilómetros. Después nos quedamos en una casa cerca de la frontera con Irak. Ese día hacía mucho calor. Una familia local nos acogió. La segunda noche dormimos en el coche. El tercer día cruzamos la frontera. Les di pastillas para dormir a mis hijos para que no hiciesen ruido. Pero no se durmieron; se despertaron y susurraban, estaban asustados.

Menos de tres semanas antes, mi mujer había dado a luz con cesárea, así que para ella fue muy difícil caminar tanto. Tenía que parar continuamente. Yo cuidaba de nuestras pertenencias y nuestro hijo mayor cargaba con el bebé. En un momento me caí y mi mujer comenzó a llorar. Los traficantes me ayudaron a levantarme. Nos llevó dos horas y medias llegar hasta la frontera andando desde la casa. Fuimos de noche, tropezándonos en medio de la oscuridad.

¿Qué hizo cuando llegó a Irak?

Había un coche esperándonos al otro lado que nos llevó a casa de un amigo, donde nos quedamos unas semanas. A pesar del agotamiento y la dificultad del viaje, estaba muy feliz. Sentía un gran alivio por haber llegado sanos y salvos con toda la familia.

¿Qué es lo mejor de estar en Irak?

Que es un lugar seguro. Puedo hacer lo que quiera; puedo ir donde quiera. Y lo más importante, no estoy preocupado por la seguridad de mis hijos.

¿Qué es lo que más echa de menos de Siria?

Echo de menos las montañas, a mi familia y a mis amigos. Teníamos una buena vida social. Mis recuerdos favoritos son las barbacoas que hacíamos. Comiendo y riendo todos juntos. Todavía no puedo creerme lo que ha pasado. Espero que nadie tenga que pasar por la experiencia por la que hemos pasado.

¿Qué es lo más gratificante de su trabajo en la clínica?

Los pacientes están muy felices y los veo sonreír. Hay veces que cuando mejoran, vienen a visitarme sólo para saludarme, lo que me hace feliz y me dice que estoy haciendo algo que vale la pena. Me pone de buen humor. La semana pasada vi en el campo a una señora mayor que traté en la clínica. Insistió en invitarme a comer. Te sientes muy cercano a la gente que ayudas.