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A la intemperie: la dura vida de migrantes y solicitantes de asilo en Calais

Historias

A la intemperie: la dura vida de migrantes y solicitantes de asilo en Calais

El clima helado, la falta de alojamiento y el acoso policial en el puerto francés de Calais están dificultando la vida de los migrantes irregulares y solicitantes de asilo, especialmente los más jóvenes.
2 February 2010
Un joven afgano y sus compañeros pasan el tiempo cerca del municipio de Calais. El ACNUR informa a personas como él acerca de las opciones de asilo.

CALAIS, Francia, 2 de febrero de 2010 (ACNUR) – Sabir Mohammed* se despierta calado hasta los huesos. Para defenderse de la lluvia helada y del viento penetrante que sopla del Canal de la Mancha no tiene más que una manta, regalo de una asociación francesa de beneficencia, que una noche a la intemperie han convertido en una esponja deformada.

Tiene 22 años y viene de Jalalabad, al este de Afganistán. A los enviados del ACNUR les cuenta que por el frío siente un dolor agudo en el pecho. Ha pasado casi toda la noche con sus amigos, huyendo de la policía con sus escasas pertenencias por las calles desiertas de Calais, puerto del norte de Francia. No les quedaban alternativas: o se iban o los detendrían.

Como los documentos de Sabir demostraban que estaba esperando una respuesta a su solicitud de asilo, la policía tuvo que dejarlo en libertad. Pero algunos de sus amigos fueron a parar a un centro de detención.

Las autoridades municipales permiten que los migrantes y los solicitantes de asilo procedentes de países como Afganistán, Eritrea, Etiopía, Ghana, Irán, Iraq, Somalía y Sudán duerman arropados en cartones dentro de un local comunitario cuyas puertas se abren solamente cuando la temperatura desciende por debajo de cero grados centígrados.

"Me fui de mi país hace casi un año porque tenía problemas graves", explica Sabir con la ayuda de un intérprete. "He pasado siete meses en Francia pidiendo protección. No me dieron ni papeles, ni abrigo ni dinero". A veces tuvo que dormir debajo de un puente o en el suelo. "Ni los perros ni otros animales vivirían en estas condiciones. Todos los días voy a por mis papeles y todas las noches [la policía] me viene a molestar y no me deja dormir. Estoy enfermo y me estoy volviendo loco, no me quedan fuerzas".

Sabir abandonó su país cuando su padre y sus dos hermanos mayores fueron asesinados. La madre y dos hermanos menores se quedaron en Afganistán y tiene una hermana casada en Pakistán. Hace casi un año que no sabe nada de ellos.

Una persona que huye de su país por miedo fundado a la persecución política, religiosa o étnica tiene derecho al reconocimiento de la condición de refugiado. Sin embargo, las normas de Dublín II establecen que en la Unión Europea el asilo debe ser otorgado por el país por el que el solicitante entró a Europa por primera vez. Como muchos de los jóvenes que esperan a la intemperie en Calais, Sabir llegó a Europa a través de Grecia, país en el que los solicitantes de asilo experimentan serias dificultades para ver reconocidos sus derechos.

En Calais hay unos treinta casos de solicitantes de asilo afectados por Dublín II. Para la ley francesa quienes inician el trámite normal para pedir asilo tienen derecho a recibir alojamiento, pero las autoridades locales sostienen que no hay plazas suficientes y se debe dar prioridad a las familias con niños pequeños. Además sostienen que los solicitantes de asilo que hay en Calais han rechazado el alojamiento en otras partes de Francia porque su verdadera intención es cruzar el Canal de la Mancha para trabajar en Gran Bretaña.

Aunque el objetivo de las autoridades es impedir el cruce ilegal del Canal, la falta de alojamiento y las continuas rondas e inspecciones de la policía les complican la vida a los solicitantes de asilo como Sabir.

"Las dificultades para sobrevivir en el invierno de Calais desalientan a quienes tenían pensado pedir asilo en Francia. Muchos de los casos contemplados por Dublín II terminan yéndose. Aunque algunos migrantes obtienen un documento que les permite quedarse hasta que puedan cruzar a Gran Bretaña, la mayoría reconoce que si tuviera acceso a la vivienda y a los servicios básicos se quedaría en Francia", explica Maureen McBrien, responsable del ACNUR en Calais.

Desde esta oficina inaugurada en junio del año pasado, los funcionarios del ACNUR salen a visitar las aldeas costeras del norte de Francia acompañados por intérpretes para conversar con los migrantes indocumentados, explicarles el sistema de asilo vigente en el país y apoyarlos en la presentación de las solicitudes.

Un serio motivo de preocupación para el ACNUR en Calais es el número creciente de menores que viven a la intemperie. Se estima que un cuarto de los migrantes indocumentados de Calais tienen menos de 18 años y entre ellos hay varios menores de 10 años que acompañan a hermanos o parientes más grandes.

El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados auspicia la implantación de un enfoque europeo unificado basado en la acción legislativa y la cooperación práctica entre los estados miembros de la UE que garantice el acceso a tutores calificados, procedimientos fiables para determinar la edad de los migrantes y estructuras receptoras adecuadas. Un entorno con estas características permitiría determinar la mejor solución para cada menor con la seguridad de estar actuando en su interés. "Muchos son prácticamente niños", insiste Sabir emocionado. "Dormimos a la intemperie y la policía nos persigue todos los días. Pero somos seres humanos, no animales".

*Nombres cambiados por razones de protección

Por William Spindler en Calais, France