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Portavoz del Alto Comisionado habla sobre sus experiencias con los refugiados sirios

Historias

Portavoz del Alto Comisionado habla sobre sus experiencias con los refugiados sirios

Melissa Fleming, portavoz del ACNUR, nos habla sobre las difíciles condiciones de vida en el exilio de los refugiados sirios, tanto en los campamentos como en las zonas urbanas.
20 agosto 2013
Melissa Fleming con un niña desplazada en un campamento en Irak.

GINEBRA, 20 de agosto de 2013 (ACNUR) – Melissa Fleming es portavoz del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados. En los últimos meses ha visitado varios campos de refugiados sirios en los que ha podido comprobar cómo viven los sirios en el exilio casi tres años después de que estallase el conflicto.

Recientemente ha visitado varios países que acogen a refugiados sirios ¿Cómo es la vida allí?

Por ejemplo en Líbano no hay campos de refugiados oficiales. Hay muchos asentamientos espontáneos y es muy complicado ayudarles porque en ocasiones no sabemos dónde están. Hay refugiados viviendo en las montañas en garajes, en edificios abandonados, encima de las tiendas, en cada esquina de cada poblado, y cuando no hay espacio encuentran hueco en huertos o jardines. En otros lugares la situación se ve un poco más aliviada porque tienen campos, pero aun así, en Jordania y en Turquía – donde sí hay campos – al menos la mitad de los refugiados vive en ciudades.

¿Cómo asiste ACNUR a los refugiados en condiciones tan diferentes?

El personal de ACNUR visita los diferentes lugares y ve cuáles son las necesidades. Existen programas bastante innovadores, por ejemplo si encontramos una familia refugiada que vive en una parte inacabada de una vivienda, nuestros colaboradores renuevan esa parte de la casa y ponen saneamiento a cambio de que el dueño deje que la familia se quede a vivir de forma gratuita durante un año. En otros lugares entregamos dinero en efectivo para que los refugiados puedan pagar el alquiler, o simplemente el material para construir alojamientos.

¿Crean un hogar allá donde se trasladan o llegan con la idea de quedarse por muy poco tiempo?

No he conocido a un solo sirio que no quiera volver a casa. He visto gente llegar a la frontera; llevan una sola maleta para toda la familia, algunas provisiones, y los niños van vestidos con la ropa de los domingos. Esperan quedarse solo hasta que acaben los combates, pero a medida que el conflicto se alarga, y ya estamos en el tercer año, hay refugiados que llevan fuera de casa uno o dos años y están perdiendo la esperanza, pero la última cosa en que quieren convertirse es en refugiados de largo plazo.

¿Intentan continuar su vida en los países de acogida?

Hay muchas personas que no inscribieron a sus hijos en las escuelas porque pensaron "es algo temporal", pero ahora ves que cada vez aceptan más su situación, que intentan sacar lo mejor de sí mismos con los recursos disponibles. Por ejemplo, la calle principal del campo de refugiados de Za'atri se llama los Campos Elíseos, y está llena de gente emprendedora que ha creado tiendas, mercados y pequeños restaurantes, hay cierta similitud con una vida normal, pero también hay mucha gente muy traumatizada.

En el campamento de refugiados de Domiz, en el Kurdistán iraquí, viven unos 45.000 refugiados sirios.

En torno a la mitad de los refugiados son niños ¿Cómo pasan el tiempo estos en los campos de refugiados?

La primera mitad del día, con suerte van a la escuela, aunque por desgracia los porcentajes son muy bajos. El resto del día corretean por el campo, hacen lo que los niños normalmente hacen. En el campo de Za'atri hay 60.000 niños, y el principal reto es mantenerlos ocupados, asegurarnos de que están aprendiendo algo. No hay suficientes plazas escolares y algunos padres no llevan a los niños a la escuela porque temen que los separen de ellos, eso es algo que definitivamente tiene que mejorarse.

Hasta ahora solo se ha conseguido el 38% del dinero del llamamiento humanitario conjunto para Siria, ¿cómo puede ACNUR satisfacer las necesidades de los refugiados con los fondos recaudados hasta ahora?

Hemos tenido que recortar en ciertas áreas, por ejemplo en Líbano ahora solo podemos cubrir el 75% del coste de la sanidad, y para muchos ese 25% es demasiado. Hay algunas enfermedades crónicas que ya no podemos cubrir debido a las restricciones financieras. Podemos garantizar la supervivencia básica para la mayoría de los refugiados: sanidad y maternidad básica, agua potable y suficiente comida. Sin embargo, el temor a que en el futuro no haya suficiente siempre está ahí. La gente a veces no se da cuenta de lo básico que es el apoyo que se da a los refugiados, no creo que ninguno de nosotros pudiese vivir en esas condiciones.

¿Y cuáles son esas condiciones?

Por ejemplo, cuando llegan a los campos reciben una tienda, algunas lámparas solares, alfombras y sábanas, utensilios de cocina y de aseo, comida. Lo básico: cereales, aceite y azúcar, ningún lujo.

¿Se acostumbran a esta situación?

Muchas personas de las clases medias y altas de Siria abandonaron su país cuando empezó la Guerra, y ahora ya han consumido todos sus ahorros y acuden a nosotros en busca de asistencia. Para estas personas que han sido tan independientes es una enorme indignidad tener que pedir ayuda, y esto es algo representativo de muchos sirios. Es una situación muy difícil para ellos.

¿Cómo podrían cambiar las vidas de los refugiados si se recaudase todo el dinero que se precisa?

Hay muchos problemas que podrían mejorarse. Podríamos ayudar a pagar los elevadísimos alquileres u ofrecer más alojamiento. Depende de la situación de cada familia, pero por ejemplo también podríamos facilitar dinero para el transporte escolar y que los niños acudiesen al colegio, así como formación profesional y universitaria para aquellos que quieren estudiar. Podría haber mucho más dinero para sanidad, para asegurar apoyo psicológico. Son ese tipo de cosas que no parecen imprescindibles, pero que son importantes para enriquecer sus vidas. Estamos a punto de alcanzar un millón de niños sirios refugiados y hay un riesgo real de que se conviertan en una generación perdida si no conseguimos apoyo y educación para cada uno de ellos.

Por Arantza Valls Manzana, en Ginebra