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Refugiados de la RCA recurren a empleos informales para sobrevivir en Camerún

Historias

Refugiados de la RCA recurren a empleos informales para sobrevivir en Camerún

Philomène, una refugiada centroafricana de 50 años, en su país era directora de una escuela. Ahora trabaja como campesina para poder sobrevivir. [for translation]
12 agosto 2015
Philomène, refugiada de la RCA y antigua directora de escuela, en los campos donde trabaja, cerca de Meiganga, en la zona oriental de Camerún.

MEIGANGA, Camerún, 12 de agosto de 2015 (ACNUR) – El canturreo que sale de unos altavoces de una mezquita cercana rompe el silencio de la noche cerrada. Una sombra sale, deslizándose, de una cabaña. Cierra la puerta tras de sí y acomoda las manos en su falda. Son las 4:30 de la madrugada y el frío es intenso.

Philomène Issa, de 50 años, da comienzo a su día. "Voy a los campos a plantar semillas", explica en un francés salpicado de Sango, su lengua materna.

Como muchos otros que escaparon del derramamiento de sangre en la República Centroafricana (RCA), la antigua directora de escuela infantil ha tenido que reinventarse a sí misma desde su huida a Camerún hace ahora un año. Vive en las afueras de Meiganga, una ciudad de 70.000 habitantes en el este de Camerún, pero conoce a pocas personas allí y se las ha apañado casi siempre ella sola.

"Gano entre 500 y 750 francos CFA (0,75-1,10 euros) al día", dice. Espera ganar más para pagar el alquiler. "Ya tengo 2.000 francos, pero le debo al casero 3.000".

Philomène es una de los más de 131.000 refugiados de la RCA que han buscado la seguridad en Camerún desde el inicio de los enfrentamientos en su país en diciembre de 2013. Este flujo ha sobrecargado tanto a las comunidades de acogida como a las agencias de ayuda, pero los fondos para asistencia humanitaria apenas han alcanzado el 18% de los 145 millones de dólares (USD) que se necesitan aquí este año. Como consecuencia de ello, ACNUR y sus socios han tenido que tomar duras decisiones. "La prioridad era salvar vidas", dice Jose Katunda, jefe de la oficina regional de la agencia en Adamawa.

ACNUR inscribe a los refugiados y los ayuda a trasladarse lejos de la volátil frontera, a menudo a campamentos de refugiados donde se les facilita ayuda humanitaria. Este planteamiento concentrado ayuda a maximizar el impacto de la asistencia, pero también dificulta llegar a las personas que, como Philomène, han decidido establecerse en pueblos y ciudades diseminados a lo largo de la frontera. La mitad de los refugiados de la RCA en Camerún vive ahora en campamentos de refugiados vinculados a pueblos locales, con vistas a mejorar su integración. Los refugiados allí reciben alojamiento, atención sanitaria gratuita y una asignación mensual de alimentos.

Pero la otra mitad de refugiados se ha establecido en ciudades y pueblos en las regiones del Oriente y Adamawa. Algunos lo hicieron por propia decisión, considerando que era una manera más digna de vivir su exilio. Otros, como Philomène, se dirigieron hacia allí porque carecían de información sobre los campos de refugiados. Estos refugiados que viven fuera de los campos, lo hacen en un total de más de 300 localizaciones diferentes, muchas de ellas bastante remotas, donde no siempre puede llegar la ayuda internacional. "Con recursos limitados, hemos tenido que concentrar nuestra acción en actividades de protección: la inscripción y documentación de los refugiados", explica Katunda.

ACNUR ahora alienta el asentamiento de refugiados en pueblos locales en vez de campamentos o emplazamientos de refugiados, donde la superpoblación puede exacerbar las tensiones sociales. Para facilitar su integración y ayudarlos a ser auto-suficientes, estos refugiados reciben pequeños préstamos que les permiten poner en marcha actividades comerciales, en particular los que están aislados y son vulnerables, como Philomène.

ACNUR también facilita "asistencia en forma de enseres domésticos, agua potable y alimentos", de los que a menudo carecen, añade Katunda. Eso significa buenas noticias para Philomène.

Buscándose la vida ella sola, Philomène ha encontrado un trabajo limitado, como jornalera, trabajando para un hombre camerunés, recogiendo y replantando "zom", una verdura local. Trabajar es su única opción para sobrevivir.

"Si me quedo en casa con los brazos cruzados, ¿quién me dará los suficiente para vivir?", dice.

Philomène echa de menos a sus tres hijos. "Ya están estudiando en la universidad en Bangui. La última vez que tuve noticias suyas fue hace un año. Estoy aquí sola y no me gusta", murmura. Cuando estalló el conflicto, las diferentes comunidades étnico-religiosas se agredieron mutuamente. Las milicias del antiguo Seleka quemaron su casa y asesinaron a varios de sus vecinos.

"A día de hoy aun no sé si mis hermanos están vivos o muertos". Solo pudo salvar dos taparrabos y una copia de la Biblia en la que guarda una vieja fotografía de su hogar. Ahora, Philomène encuentra consuelo en Dios y va a la iglesia cada domingo.

A pesar de la violencia, Philomène no alberga resentimiento contra sus atacantes. "Los musulmanes de [la República] Centroafricana forman parte de [la República] Centroafricana. Ellos también sufren, ellos también quieren volver a casa". Y hace un llamamiento a la comunidad internacional para que restaure la paz en su país. "Una cosa es segura: votaré en las elecciones presidenciales programadas para 2015 como mi contribución para restaurar la paz".

Por Baptiste de Cazenove desde Meiganga, Camerún.

Gracias a la Voluntaria en Línea Esperanza Escalona Reyes por el apoyo ofrecido con la traducción del inglés de este texto.