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Ecuador: Una escuela providencial

Historias

Ecuador: Una escuela providencial

23 September 2009

PROVIDENCIA, Ecuador, 23 de septiembre (ACNUR) – A pesar de las botas de caucho, John Jairo camina muy rápido por la trocha, el sendero que separa su cabaña de madera de la flamante nueva escuela. Aquí no hay calles, ni semáforos, ni carreteras. Aquí sólo está la inmensidad de la jungla de la región amazónica del Ecuador.

Sin embargo, para este niño afrocolombiano de once años hoy es toda una alegría regresar a casa desde la escuela. Por primera vez desde hace muchos años, va a llegar a tiempo para la hora de comer.

"Antes, si quería ir a la escuela, tomaba un bote para cruzar el río. Después tenía que caminar durante dos horas en el otro lado", explica sonriendo, y le quita importancia al hecho de que este acto supone cruzar una frontera, cada día. A pesar de haber huido con su familia a causa del conflicto en Colombia, no tenía otra opción que regresar a la selva colombiana para ir a la escuela.

John Jairo, al igual que los cerca de cincuenta niños que viven en Providencia, una alejada comunidad en la ribera del río San Miguel, vive junto a su gran familia de dieciocho miembros en una casita de madera junto a la orilla. Cuando el río estaba suficientemente alto para usar el bote, podía ir a la escuela con sus hermanos, hermanas y primos. Durante las vacaciones, como todo el mundo en esta comunidad donde no hay luz, ni agua segura o carreteras, trabaja en el campo con su padre.

Estas treinta familias de campesinos afrocolombianos han vivido durante décadas en este apartado lugar en el que nunca antes habían tenido acceso a algún servicio público.

"Lo más difícil era pensar en todos los peligros que los niños corrían cada día", explica María Analiba, una de las madres de la comunidad. "Llegué acá hace quince años con ocho niños. Imagínese mi sufrimiento cuando les veía cruzar el río cada día. Pensaba que se iban a ahogar", se lamenta esta mujer que tuvo que ver a dos de sus hijos morir de manera repentina. "A veces el río crecía inesperadamente y se tenían que quedar del otro lado, solos, con la misma ropa. Tenían que ir a la escuela todos sucios. Ellos no podían regresar y nosotros no podíamos ir a darles ropas limpias".

Hoy es un día de fiesta para niños y padres. Gracias a la cooperación entre ACNUR, Coopi (socio implementador de ACNUR) y las autoridades locales y nacionales, Providencia abre su escuela y da la bienvenida a la nueva profesora.

"ACNUR va a seguir apoyando al Gobierno Ecuatoriano en su esfuerzo de traer los servicios básicos a comunidades alejadas que reciben población refugiada", explica la señora Deborah Elizondo, representante de ACNUR en Ecuador, "al tiempo que felicita a la nueva profesora por el compromiso demostrado al aceptar el cargo en un lugar donde las condiciones de vida son tan duras".

La oficina de terreno de Lago Agrio, en Nueva Loja, la mayor ciudad de la provincia oriental de Sucumbíos (Ecuador), ha trabajado con las instituciones del Estado para ofrecer el acceso sostenible a la educación primaria en áreas tan remotas como Providencia, donde tanto los refugiados como las comunidades de acogida no tienen acceso a los servicios de educación, salud y agua potable, o lo tienen muy limitado.

Con estos proyectos ACNUR espera que, como John Jairo, cientos de niños refugiados, pero también ecuatorianos, de la frontera norte del país, puedan acceder a las escuelas y ejerzan de forma efectiva sus derechos.

John Jairo no sabe lo que va a ser cuando sea mayor. Nunca se ha parado a pensarlo. Su padre quiere que estudie, que encuentre un buen trabajo, que visite otros lugares. Y que tenga una vida mejor que la suya. Frente al edificio de tejado a dos aguas de la nueva escuela, John Jairo mira a su alrededor y se dice que necesitan un campo de fútbol.

Por Sonia Aguilar
En Providencia, EcuadorSonia Aguilar En Providencia, Ecuador