Cerrar sites icon close
Search form

Search for the country site.

Country profile

Country website

Escuelas del Ecuador donde se respira inclusión

Historias

Escuelas del Ecuador donde se respira inclusión

Un proyecto en Guayaquil permite que ecuatorianos y refugiados construyan en equipo proyectos para reducir la discriminación en espacios educativos.
20 January 2016
Implementación del proyecto "Respiramos inclusión en espacios educativos", en Guyaquil, Ecuador.

Un proyecto en Guayaquil permite que ecuatorianos y refugiados construyan en equipo proyectos para reducir la discriminación en espacios educativos.

GUAYAQUIL, Ecuador, 20 enero de 2016 (ACNUR) – El día que inició el proyecto, Lina Marcela hizo que Stiven se fuera corriendo a casa a cambiarse de ropa. El joven de 17 años venía con camiseta y jean, mientras sus compañeros se habían puesto el uniforme elegante de los lunes, el que llaman de parada. Qué iban a decir del único colombiano, así vestido entre sus compañeros ecuatorianos, pensó la madre.

Hoy, siete meses después, se clausura ese proceso denominado Respiramos inclusión en espacios educativos, una iniciativa para reducir la discriminación en espacios escolares desarrollada por el Ministerio de Educación del Ecuador y la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR).

"Por el proyecto nos hemos hecho más amigos de los profesores, de los alumnos. Y ellos aplican en sus clases lo que hemos aprendido, cómo incluir y no discriminar", nos cuenta Stiven, que a sus 17 años lleva desde los 7 viviendo en Guayaquil, la mayor ciudad ecuatoriana en la costa del Pacífico.

Con su madre y su hermano menor, iniciaron hace una década un camino de no retorno desde Armenia (Quindío, Colombia), su ciudad natal, en la que la vida era demasiado peligrosa. "Cuando comenzaron las amenazas de algunos grupos armados, y el riesgo de que esos mismos grupos reclutaran a mis hijos, decidimos irnos", cuenta Lina Marcela, de 32 años, que junto a su familia fue reconocida como refugiada en el Ecuador, país del cual hoy dice sentirse "enamorada".

Según el informe de ACNUR Tendencias Globales de desplazamiento forzado (2015), alrededor de 400.000 personas de origen colombiano han cruzado las fronteras huyendo del conflicto y la persecución.

A través de la colaboración del Ministerio de Educación con ACNUR, durante 2015 dos instituciones educativas de Guayaquil participaron en un proyecto de pilotaje de la metodología contra la discriminación Respiramos inclusión. Esta metodología, fruto del trabajo reflexivo de las investigadoras María José Bermeo y Diana Rodríguez-Gómez, del Teacher's College de la Universidad de Columbia (Estados Unidos), plantea como propuesta la necesidad de entender la discriminación como un proceso humano de interrelación que nace siempre desde la individualidad. Y, por cual, sólo puede salvarse desde la reflexión sobre la identidad y la diversidad.

"Uno normalmente no se da cuenta cuándo está discriminando", reconoce Antonio Baque, uno de los profesores participantes de la iniciativa. "Pero a través del proyecto, hemos aprendido que una palabra o una mirada pueden lastimar a alguien. Aprender esto me ha fortalecido en la vida".

El proyecto requirió la participación activa tanto de estudiantes como de padres de familia.

La metodología Respiramos inclusión nació en 2014 de la preocupación de ACNUR de encontrar maneras de mitigar las manifestaciones de rechazo y discriminación que, según se observaba en el trabajo cotidiano, reportaban niñas y niños refugiados en el Ecuador. A pesar de la legislación progresista del país, que acoge la mayor población refugiada de la región – alrededor de 175.000 solicitudes de asilo presentadas desde el año 2000 en el país – muchas familias reconocen haberse sentido discriminadas en los espacios públicos. Una discriminación micro, del día a día, que parece pequeña, y que va más allá de políticas y procedimientos. Pero que cala y hace mella, sobre cuando las personas viven el desarraigo.

"Cuando te conocen, al principio, incluso te ponen apodos, cosas absurdas, como guerrillero", reconoce Stiven, a quien le gustaría cambiar el concepto que se tiene en el país de los colombianos. "Por las novelas, la televisión, nos califican como que sólo fuéramos delincuentes."

Y, como señala su madre, la integración en una comunidad nueva "tiene un proceso. Nos fueron conociendo y nos fueron viendo de otra forma. Y nosotros aprendimos a que no nos afecte mucho si nos dicen algo feo".

Partiendo de esa idea de cómo la discriminación se expresa desde lo cotidiano, Respiramos inclusión ha permitido que durante siete meses los y las estudiantes, padres y madres, el profesorado, y hasta las directoras de dos instituciones educativas, hayan aprendido juntos a reconocer su yo desde las identidades sociales, laborales, religiosas . . ., a convivir con su diversidad y a promover en cada institución espacios incluyentes.

"Me he sentido muy bien de ver lo que hemos conseguido, lo que vamos a enseñar al resto. Me ha encantado trabajar con personas, no con títulos o apellidos", asegura Lucrecia Naranjo, ecuatoriana madre de familia. A lo que Joffre Dueñas, otro de los padres asistentes, destaca que el proceso les ha enseñado a "sonreír sin diferencias".

Como explica María Verónica Morales, Coordinadora de la Dirección Zonal 8 (Guayaquil) del Ministerio de Educación, "En estos momentos en que la paz en el mundo enfrenta tantos retos, este proyecto nos ha permitido hacer un aporte. Este programa permite reflexionar, eliminar estereotipos, como los que afectan a la migración. Toda la comunidad educativa se beneficia".

Para María Clara Martín, Representante de la Agencia de la ONU para los Refugiados en Ecuador, "La escuela es un espacio esencial para favorecer que los niños y niñas refugiadas construyan un nuevo futuro. Y el Ecuador está apostando, con proyectos como Respiramos inclusión, por comunidades educativas que reconocen y valoran la diversidad que traen las personas refugiadas".

Hoy, Stiven y Lina sonríen, como el resto de asistentes, durante el acto de clausura de Respiramos tras tantos meses intensos de trabajo. De trabajo para aprender a reconocer las formas diversas de la discriminación; de trabajo para construir nuevos espacios donde todas y todos se puedan sentir incluidos, respetados, libres. Con un futuro en que pensar.

"Hoy sé que hay que hablar, para decir lo que piensas y para que lo conozcan a uno", señala Stiven. "Por eso quiero estudiar leyes, ser abogado, para poder defender a los que tienen que abandonar sus hogares y que ellos tampoco se queden callados".

Por Sonia Aguilar desde Guayaquil (Ecuador)