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Un niño refugiado congoleño sueña con ir a casa

Historias

Un niño refugiado congoleño sueña con ir a casa

They fled at night from the DRC across a river to safety after rumours drew them into an ethnic conflict. [for translation]
22 February 2012
UNHCR hopes to start a $24 million voluntary repatriation programme by April, which could assist Obed and tens of thousands of refugees like him home to the DRC this year. [for translation]

BETOU, República del Congo, 22 de febrero (ACNUR) – Obed habla despacio, mirando al suelo, mientras describe lo que parecía ser una infancia idílica, antes de que su familia se viera obligada a cruzar el cercano río que separa su campamento de refugiados de su patria.

"Cuando vivíamos en nuestro país teníamos una casa grande en Libenge y un montón de amigos y jugábamos al fútbol casi todos los días. Mi ídolo era Ronaldiño. Mi padre era sacerdote y a veces trabajaba como enfermero y mi madre cuidaba de mí y de mis hermanos", cuenta Obed, que ya tiene 14 años y sueña con volver a casa.

Todo cambió hace dos años, cuando la familia se vio inmersa sin querer en un conflicto que aún persiste entre grupos étnicos en la República Democrática del Congo. Todo empezó por un intento de ayudar a las víctimas de un accidente de tráfico.

"Recuerdo aquel día, hace dos años, durante el conflicto entre grupos étnicos. Era miércoles. Mi padre estaba trabajando en la clínica, atendiendo a las víctimas de un accidente de tráfico; no tuvo nada que ver con el enfrentamiento que se estaba produciendo a las puertas de nuestra casa; él solo intentaba hacer su trabajo lo mejor posible. Yo estaba orgulloso de él", dice Obed.

Al no poder abandonar la clínica, en la que se estaba tratando a las numerosas personas que habían resultado heridas en el accidente, no pudo llegar a tiempo a la iglesia local, en la que tenía que celebrar el servicio religioso. Entre algunos de los miembros del grupo étnico contrario empezó a correr el rumor de que estaba favoreciendo al grupo étnico de Lobala.

"Mi padre estaba atendiendo a los vecinos, sin preguntarles a qué grupo étnico pertenecían. Ellos hicieron todo lo posible para vincular a mi padre con los Lobalas", explica Obed. "¡Cometieron un grave error! . . . La situación había cambiado muy rápidamente para nuestra familia. Acusaron a mi padre de ser un peligro para el orden público y, para escapar de esa situación, nos vimos obligados a huir."

Los 11 miembros de la familia cruzaron el río Ubangui de noche en una piragua y fueron conducidos a un lugar seguro por un miembro de la congregación de su padre. Tras pasar unos días en una aldea próxima al río, llegaron a Betou, donde los equipos del ACNUR los registraron como refugiados. Dos años después la familia sigue viviendo en el campamento de Betou. El padre de Obed trabaja de vez en cuando como enfermero atendiendo a los refugiados y su madre vende rosquillas y jabón de palma que fabrica en casa.

La zona de Betou aún acoge a unas 17.000 familias – casi 60.000 refugiados – registrados por el ACNUR, procedentes principalmente de la República Democrática del Congo. Más de la mitad son niños, algunos huérfanos o no acompañados. Pese a los problemas, Obed se considera afortunado porque todos los miembros de su familia están vivos y viven todos juntos.

Obed hizo nuevos amigos entre los refugiados pero añora su país. Algunos de sus amigos ya han regresado a casa, y él espera que su familia pueda abandonar el que ha sido su refugio durante los últimos dos años y volver también.

El ACNUR está recabando el apoyo de los donantes para un programa de repatriación voluntaria, cuyos costos ascienden a 24 millones de dólares (USD) que tiene previsto poner en marcha en el mes de abril y que podría ayudar a Obed y a otros miles de refugiados a volver este año a la República Democrática del Congo.

"Aquí no hay guerra pero aquel es el lugar donde nací", comenta. "Los padres deciden por nosotros y los hijos los seguimos; ellos se marchan y nosotros nos marchamos; ellos se quedan y nosotros nos quedamos también. Sin embargo, si yo pudiera decidir por mí mismo, me marcharía a casa en cuanto acabe el curso escolar".

A Obed, alumno de secundaria en la escuela patrocinada por el ACNUR en Betou, las clases que más le gustan son las de Métodos de Acción Social. Sueña con ser periodista. "Pero, si mi familia no puede pagarme los estudios, también podría ser mecánico".

El muchacho explica que su familia está hablando de repatriarse voluntariamente a Libenge y espera que su padre no cambie de opinión. "Transmitiré el mensaje de retornar a través de mi madre", sonríe. "Sí, creo que eso facilitará las cosas. Siempre funciona".

Solo un río, aproximadamente 1,5 km, los separa de su vida anterior.

Por Daniela Livia Biciu en Betou, República de Congo