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Un silencio ensordecedor

Historias

Un silencio ensordecedor

Tras meses de miedo y desesperación por escapar, un grupo de refugiados sirios finalmente está a salvo al norte de Irak. Sin embargo, todavía no hay alegría para ellos.
12 November 2014
Un niño sirio en el autobús que le conduce al campo de Gawilan, en Dohuk, Irak.

Llegan a la frontera, cansados y hambrientos, y se suben a un autobús para realizar un viaje de cuatro horas desde Turquía hasta el Kurdistán iraquí. En Siria tenían hogares, familiares, amigos y sustento. Ahora no tienen nada.


Son alrededor de las 8 de la tarde mientras esperamos el convoy para llegar al campo de Qushtapa, en el norte de Irak. Cuando el primer autobús lleno de refugiados sirios se detiene, siento que mi nivel de ansiedad se dispara. La última vez que me sentí así fue cuando mi propia familia y yo huimos de la guerra civil en Sierra Leona.

Ahora soy una cooperante y reportera. Tengo mi propia cámara y un cuaderno de notas preparado. Me acerco a uno de los autobuses e intento hablar con una de las mujeres desde la ventana, pero casi no puede ni mantener sus ojos abiertos. Su cara está pálida y sus ojos parecen hundidos.

En sus brazos sostiene a duras penas a un bebé, como si no le quedaran más fuerzas para sujetarlo firmemente. Más tarde supe que su nombre era Nawrooz. Ella y su familia habían viajado durante dos días seguidos, desde Siria hasta Turquía y desde allí hasta el norte de Irak. Estiro mi cuello para alcanzar a ver más gente dentro del autobús, pero veo lo mismo en todas partes. Sólo unos niños pequeños se están moviendo, mirando curiosamente a su alrededor.

Aturdida, me retiro del autobús y observo desde la distancia cómo los cansados pasajeros bajan y hacen cola para recoger colchones. Pasarán la primera noche en una tienda común, antes de que cada familia tenga la suya propia por la mañana.

"Una tienda llena de gente debería ser ruidosa y caótica. En cambio, está embrujada por el silencio."

Pongo la tapa a la lente de mi cámara y saco el cuaderno de mi bolsillo. Silenciosamente, intento anotar todo, darle un sentido, pero no puedo encontrar las palabras correctas. No puedo hacer fotos. No creo que sea muy moral. Quizá vosotros no estéis de acuerdo. Pero en un momento como este, no parece muy correcto.

Al final, me dirijo a la tienda común. Una tienda llena de gente debería ser ruidosa y caótica. En cambio, está embrujada por el silencio.

Preferiría que esa gente gritase o dijera algo. Peronada. Todo lo que hacen es sentarse en silencio, mirando al vacío. Se ven derrotados. Los niños observan lo que hay a su alrededor, con curiosidad pero con cuidado al mismo tiempo. Algunos abordan a otros en sus nuevos colchones, y otros simplemente juegan con las piedras del suelo.

Algunas personas me llaman la atención. Están distantes y distraídos. Así que me dirijo a donde una familia está descansando: el marido, su mujer y su madre anciana.

Por un momento el hombre sacude la cabeza y dice simplemente: "Estamos contentos de estar vivos". Después, todos siguen sentados en silencio.

"Finalmente, el hombre sacude su cabeza y dice: "Estamos felices de estar vivos". Después, todos nos sentamos en silencio."

"Hamdillah ala salemetkon,", les saludo, agradeciendo a Dios por que estén a salvo. Pero simplemente inclinan la cabeza. "¿Cómo se encuentran?", continúo.

Simplemente miran a través de mí. Finalmente, el hombre – Mohamed – sacude su cabeza y dice: "Estamos felices de estar vivos".

Después, todos nos sentamos en silencio.

Los niños pronto se acostumbran a mi y, como suelen hacer los niños, se acercan y quieren que les haga una foto. Están intrigados. Así que les hago una foto y se la enseño. Están contentos.

"Un niño empieza a llorar. 'Por favor, dadme de comer', suplica. 'Tengo hambre' "

Pronto llega un camión con comida para las familias en las tiendas. Los niños, al darse cuenta, corren hacia allí y escalan por los lados para ver la comida de dentro. Un niño empieza a llorar. "Por favor, dadme de comer", suplica. "Tengo hambre". Es angustioso.

Camino hasta donde un joven está ayudando a organizar a los miembros más pequeños de su familia para que puedan comer juntos. Observo cómo se sientan en círculo y colocan la comida en el medio. Pero no comen. Pregunto por qué y el joven me señala a una mujer que está siendo atendida por un médico. "Ella es mi tía", contesta. "Estamos esperándole". La mujer había tenido dolores en el pecho durante todo el viaje.

"¿Por qué dejasteis vuestro hogar? ¿Qué sucedió?" pregunté. "Nos fuimos por ISIS", me cuenta. "Estábamos derrotados. No había nada que pudiéramos hacer excepto huir".

"No íbamos a esperar a que nos cogieran. Teníamos que huir."

Fatimah, su tía, añade que no vieron a nadie de ISIS. "Pero nosotros sabíamos lo que les hacían a las personas en los barrios en los que entraban. No íbamos a esperar a que nos cogieran. Teníamos que huir".

A medida que habla, su tío discapacitado desliza una maño por su cuello, como si sugiriera la decapitación. Es escalofriante.

Está claro que la gente está huyendo de la idea de ISIS. Solamente el pensar que ISIS puede estar en cualquier lugar cerca de donde ellos están es suficiente para hacerles huir. Es diferente de lo que había oído antes. Al principio del conflicto, cuando hablaba con refugiados en el Líbano, siempre decían que se marchaban porque habían destruido sus casas o habían secuestrado o matado a algún familiar. Siempre era porque, de alguna forma, les afectaba directamente. Esta vez, la amenaza de ISIS ha sido suficiente para hacer a la gente escapar. Me parece un nuevo tipo de terror.

Me quedo en la tienda durante un tiempo, sentada con varias familias en silencio. Nadie dice nada. Ocasionalmente, alguien sonríe para agradecer mi presencia y entonces se marchan, como zombis. Se mueven prácticamente a cámara lenta, visiblemente confusos y desorientados. La gente se sienta en los montones de colchones apilados y miran a la nada. Puedo sentir la desesperación.

"Ahora que estás a salvo, empiezas a entender lo que esto significa. La realidad empieza a penetrar. Ahora eres un refugiado."

Me entristece observar a la gente que poco a poco se va dando cuenta de lo que les ha sucedido. Durante el viaje, uno está centrado en la huida. Estás preocupado por permanecer vivo. Ahora que estás a salvo, empiezas a entender lo que esto significa. La realidad empieza a penetrar. Ahora eres un refugiado. Puedo verlo en los ojos de la gente cuando miran a su alrededor, buscando algo que no está allí. Puedo verlo en un hombre sentado en la pila de colchones que cubre su cara con sus manos. A su alrededor, los niños están sentados en silencio.

Más tarde, cuando un amigo me pregunta sobre mi visita al campo, todo en lo que puedo pensar es el ensordecedor silencio.

Sólo recuerdo estar allí, paralizada, observando ese despliegue de sufrimiento humano ante mis ojos. Observando, a medida que la gente se bajaba de un autobús hacia lo desconocido. Vi como familias exhaustas llevaban a los discapacitados y los ancianos por la noche. Vi cómo la gente se tiraba en los colchones que les acababan de dar, sosteniendo su último aliento.

Pero lo peor fue lo silencioso que estaba todo.

Por Bathoul Ahmed, en Amán, Jordania