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Una ex niña soldado colombiana lucha por superar la adversidad y rehacer su vida

Historias

Una ex niña soldado colombiana lucha por superar la adversidad y rehacer su vida

Elisa grew up in a culture of violence, but it left her confined to a wheelchair. Today, she is building for the future by studying to become a nurse. [for translation]
20 April 2012
Estos niños corren felices y despreocupados en una aldea colombiana, ajenos a un informe actual que indica que unos 14.000 menores están participando activamente en el largo conflicto interno que asola al país.

BOGOTÁ, Colombia, 20 de abril (ACNUR) – Elisa* nació y creció en la cultura de la violencia, de la que escapó afortunadamente con vida pero que al final la dejó atada de por vida a una silla de ruedas. Pero a pesar de todo, esta ex niña soldado está aprovechando una oportunidad inesperada para superarse y labrarse un futuro: está estudiando para ser enfermera.

Esta joven de 19 años vive con una familia de acogida en la capital colombiana, estudia enfermería y es aficionada a la literatura en su tiempo libre, sobre todo la obra de Gabriel García Márquez. Mientras se enfrenta a las dificultades físicas, emocionales y sociales, Elisa ha descubierto que hay vida más allá de la selva y que su discapacidad no la impedirá lograr sus sueños.

Elisa es una de los muchos niños que han sido rehabilitados por una organización gubernamental de asistencia social después de pasar tiempo con los grupos armados ilegales. Un informe reciente presentado por el Tribunal Internacional de Niños Afectados por la Guerra, con sede en Londres, estima que unos 14.000 niños están participando activamente en el largo conflicto armado interno de Colombia. Son utilizados como informadores, en la limpieza de minas antipersona, como esclavas sexuales y trabajadores en las plantaciones de coca.

Elisa procede de la municipalidad de Granta, en el departamento del Meta, en el centro de Colombia. Los grupos armados ilegales llevan presentes en la zona desde que tiene memoria y recuerda cómo todo el mundo llevaba armas en el barrio. Vivir al límite se convirtió en algo normal para ella.

Pero cuando tenía 13 años la violencia llegó a su casa de la forma más brutal, cuando su padre fue asesinado por grupos armados que le pedían dinero. Elisa se sintió dolida y furiosa, y por eso su reacción fue unirse a un grupo armado ilegal cuyos miembros ya le habían hecho ofertas anteriormente para que se uniera a su bando. "No me lo pensé dos veces a la hora de dejar a mi madre y a mi hermano mayor. Simplemente me fui, esperando encontrar un futuro mejor" dijo Elisa a ACNUR.

El grupo armado se convirtió en su nueva familia. Pasó la mayor parte del tiempo limpiando, cocinando o transportando armas y hojas de coca, que se usan para producir cocaína. Elisa dijo que vio a muchos otros jóvenes de su edad en el campo y que ella sólo fue castigada una vez, por negarse a llevar un hornillo. Tuvo que hacer más turnos y cocinar durante un mes.

"La vida diaria en el campo era dura. Tenía que levantarme a las 4.30 de la mañana para buscar madera para cocinar el desayuno [antes de pasar horas de guardia]" recuerda. "Una vez que estás ahí no ves otro futuro y simplemente sigues adelante" dijo Elisa, añadiendo que sólo pensó en escapar una vez: pensó que estaba embarazada y se dio cuenta de que la obligarían a abortar. Pero todo quedó en una falsa alarma.

La selva podía haberse convertido en su vida. Muchos niños soldado en Colombia han acabado convertidos en veteranos curtidos en combate o muertos. Pero el tiempo de Elisa con este grupo armado duró sólo 14 meses, llegando a su fin durante un duro enfrentamiento entre sus compañeros y los soldados del gobierno.

Elisa fue herida de gravedad en la espina dorsal y fue llevada al hospital más cercano. Temiendo, entre otras cosas, que sus compañeros la quisieran silenciar para siempre, el ejército la trasladó dos semanas después a Bogotá, donde recibió el resto del tratamiento.

Pero los médicos le dieron malas noticias: nunca más podría volver a caminar. "Era difícil estar en el hospital sabiendo que no tenía ninguna esperanza de caminar de nuevo". Pero Elisa había aprendido a ser fuerte en los bosques del Meta, así que ha tratado de ver los aspectos positivos de la jungla de asfalto en la que vive ahora.

En Bogotá, el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) del gobierno le buscó un nuevo hogar con una familia que ya estaba cuidando de otras dos niñas que habían vivido con grupos armados ilegales. La organización le dio a la familia, que ya tenía otros cuatro hijos, el equivalente a 300 dólares mensuales para su mantenimiento y para sufragar los costes de su educación. El ICBF dice que algo más de 4.800 niños soldado desmovilizados se han beneficiado de sus programas desde 1999.

Mientras tanto, Elisa se enfrenta a nuevos retos, pero no se arrepiente de su pasado y tampoco desea volver atrás. "La ciudad es como un sueño, pero es difícil integrarse y todavía tengo que hacer amigos" confiesa la joven. Ahora se ve en el futuro ayudando a otras personas: está estudiando su primer año de enfermería en la Universidad de Bogotá. También visita a veces a su madre biológica.

ACNUR promueve la creación de redes comunitarias en Colombia para ofrecer un ambiente sano de protección para los niños y adolescentes que viven en zonas afectadas por el conflicto. En el departamento del Putumayo, en el suroeste del país, ACNUR apoya a los centros de jóvenes y los proyectos de protección, entre ellos los destinados a mejorar las infraestructuras escolares. En este sentido, la Agencia de la ONU para los Refugiados ha ayudado a más de 350 niños de grupos indígenas en el Putumayo.

* Nombre cambiado por motivos de protección.

Por Francesca Fontanini en Bogotá, Colombia