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"Tenemos fuerza, voluntad y optimismo"

Historias

"Tenemos fuerza, voluntad y optimismo"

Después de huir de Centroamérica por la violencia de las pandillas, la familia Ramírez construye una nueva vida en México.
2 September 2019
Una de cada tres personas que salen huyendo de Centroamérica son niñas, niños y adolescentes.
Una de cada tres personas que salen huyendo de Centroamérica son niñas, niños y adolescentes.

SALTILLO - Luis y Ana*, de 9 y 3 años de edad, fueron obligados a huir de las pandillas en Centroamérica. Los dos hermanos hoy viven en el norte de México junto a su familia, donde han encontrado un lugar seguro para vivir e ir a la escuela. La violencia en su país les arrebató todo lo que conocían. Lejos de sus persecutores, los niños han vuelto a sonreír, pronto Luis hizo amigos, quienes todas las tardes lo buscan para salir a jugar.

Una de cada tres personas que salen huyendo de Centroamérica son niñas, niños y adolescentes. Muchos pequeños salen con su familia y buscan refugio en otro país, pues en caso de regresar, su vida estaría en peligro. Por este motivo la familia Ramírez abandonó su hogar, empleos, escuelas y amigos. A pesar del dolor que sentían al perderlo todo, el miedo a morir asesinados era mayor. Con la ayuda de ACNUR, hoy construyen su vida en México.

Ayúdalos AQUÍ

Al llegar a México, solicitaron asilo y aplicaron al programa de integración de ACNUR: “Cuando nos avisaron que viajaríamos al norte, estábamos muy contentos”, dice Juana, mamá de Luis y Ana. Noticia que les cambió la vida para bien, pues desde que salieron de casa buscaban un lugar donde establecerse como familia.

Pronto encontraron un lugar donde vivir y con el sueldo que recibe Samuel, el padre de familia, compraron un sillón, refrigerador y cama para dormir. La pequeña Ana recortó papeles en forma de flores y las pegó en la pared como decoración. “Comenzamos desde cero, dejamos nuestra casa, cultura, sueños y todo atrás. Al principio tuvimos miedo, pero hoy solo estamos agradecidos”, comenta Juana.

Adaptarse al norte del país no fue fácil, ya que la cultura es muy distinta a Centroamérica. Aunque temían ser discriminados, Samuel no tardó en conseguir trabajo en una fábrica, “mi familia depende de mí, yo soy el proveedor. Tengo que esforzarme y trabajar”.

Un techo seguro para los pequeños

Luis y Ana, al ser tan pequeños, estaban muy receptivos a papá y mamá. Además, cada uno pasó por dificultades al momento de entrar clases. “Algunos niños molestaban a Luis, le decían que él era de otro país”, comenta Juana. Preocupada por su hijo, fue a la escuela a hablar con la directora y la mamá del niño que más lo molestaba. “Al poco tiempo los dos se hicieron amigos inseparables”, dice con risas.

Con mucho esfuerzo, la familia Ramírez ha salido adelante. “No teníamos nada al llegar, ACNUR nos ayudó cuando teníamos las manos vacías en un lugar que no conocíamos. Sin su apoyo no tendría casa, trabajo y mis hijos no irían a la escuela. Tenemos fuerza, voluntad y optimismo”, agrega Samuel.

Cada integrante de la familia Ramírez lucha por construir día a día una nueva vida lejos de la violencia. Sé un donante de ACNUR y ayúdalos. 

*Los nombres han sido modificados para proteger la identidad de los entrevistados.