"Ser trabajadora humanitaria era algo distante, hasta que vi lo que sucedía en mi ciudad"
"Ser trabajadora humanitaria era algo distante, hasta que vi lo que sucedía en mi ciudad"
Desde hace más de un año, Shayla Nascimento es asistente en el terreno de ACNUR en Boa Vista, Roraima. Ella ya ha trabajado en la recepción y acogida de los venezolanos que llegan en situación de vulnerabilidad. Hoy trabaja con el programa de reubicación para que ellos puedan reconstruir sus vidas en otras ciudades de Brasil. ACNUR tiene más de 11 mil funcionarios, la mayoría trabajando en el terreno.
“Me llamo Shayla, tengo 31 años, y estudié relaciones internacionales. La voluntad de trabajar ayudando a las personas que se ven forzadas a dejar sus hogares ha crecido a partir de las experiencias en el aula y de mis investigaciones sobre campamentos de refugiados.
Cuando decidí que quería ser trabajadora humanitaria, creía que era algo muy lejano, hasta que vi lo que sucedía en mi ciudad. Trabajé como voluntaria a principios de 2017, yo era interprete y ayudaba a las personas a llenar sus solicitudes de asilo.
Ahora soy asistente en el terreno, mi trabajo está vinculado al Programa de Reubicación, que es una de las estrategias del Gobierno Federal dentro de la respuesta humanitaria para el flujo migratorio de venezolanos en Roraima. El Programa es apoyado por ACNUR y otras agencias de la ONU en Brasil. Por medio de este, las familias venezolanas tienen la oportunidad de recomenzar sus vidas en otra ciudad de Brasil.
“Saber que ellos consiguieron empleo, que las parejas LGBTI pudieron oficializar su unión y que los niños están estudiando, y que con eso siguen adelante después de tanto tiempo, es algo muy gratificante”.
Con la reubicación, tengo el privilegio de estar presente en muchos momentos de felicidad para las familias. Desde el momento en que descubren que fueron seleccionados hasta las noticias que llegan de aquellos que ya se han ido. Saber de sus logros es algo que me motiva constantemente. Situaciones que parecen simples para la mayoría de las personas, como saber que consiguieron empleo, que las parejas LGBTI pudieron oficializar su unión y que los niños están estudiando después de tanto tiempo es algo muy gratificante.
Vivir momentos difíciles es parte del trabajo, pues estamos en una situación de emergencia. Son esos momentos que considero un gran desafío. Entre ellos, me viene a la memoria mis primeros meses como asistente en el terreno. Era un momento muy crítico dentro de la operación, pues el número de personas en situación de calle aumentaba cada día, no había espacios en los albergues y estábamos en el período lluvioso en Roraima.
“Llovía mucho todos los días, parte de la ciudad estaba inundada. Saber que había niños, mujeres y adultos mayores en la calle en ese momento era muy angustiante”.
Un día estaba lloviendo mucho y fui a la puerta del albergue, pues me avisaron que había una persona solicitando un espacio. Al salir encontré a una adulta mayor visiblemente debilitada que relató haber viajado muchos días, algunos incluso caminando, para llegar a Boa Vista. Ella me dijo que estaba viviendo en la calle y preguntó si podíamos albergarla. En ese día no pudimos ayudarla, así como a tantas otras personas que nos buscaban diariamente, pues no había espacios en ningún otro albergue de la ciudad. Llovía mucho todos los días, parte de la ciudad estaba inundada. Saber que había niños, mujeres y adultos mayores en la calle en ese momento era muy angustiante. Un tiempo después de lo ocurrido la encontré en otro albergue, ella me reconoció y dijo que estaba agradecida con ACNUR por haber logrado salir de las calles y poder buscar algo mejor para su familia.
Las experiencias del trabajo humanitario diariamente nos marcan. En aquel día no pudimos proporcionar albergue, pero poder volver a encontrarla y ver que estaba bien y protegida, fue una experiencia maravillosa. Este fue uno de los mejores días de trabajo desde que empecé en ACNUR”.